Pablo d'Ors saludando a los lectores que no pudieron entrar al completarse el aforo.VICENTE VICÉNS
Pablo d'Ors y su despedida de la literatura de ficción: «Siento que debo focalizar mi energía en asentarme en la paz interior»
Aula de Cultura de LA VERDAD ·
El reconocido escritor y sacerdote, fundador de la red de meditadores Los Amigos del Desierto, protagonizó una de las sesiones más concurridas. Saludó uno a uno a todos los que no pudieron entrar al completarse el aforo en el auditorio de la Fundación Cajamurcia
El Aula de Cultura de LA VERDAD tuvo ayer un invitado de lujo en Murcia: Pablo d'Ors. Escritor, sacerdote, crítico literario, profesor de dramaturgia, maestro espiritual con miles de seguidores en todo el mundo, recién llegado de América Latina, un continente lleno «de gente buena y con sed de Dios, con hambre de Vida y de Verdad», algo que ya descubrió en sus tiempos de misionero en Honduras. Arropado por los meditadores de la asociación Los Amigos del Desierto de la Región de Murcia, d'Ors saludó uno a uno a todos los lectores que se acercaron hasta las instalaciones de la Fundación Cajamurcia. Con el aforo completo (240 personas dentro), cerca de un centenar de personas no pudieron finalmente acceder, aunque el escritor salió también a saludarlas y a agradecerles su interés.
Ya sabíamos de Pablo d'Ors que cuando era adolescente quedó tan fascinado por Herman Hesse como por Gandhi, y, salvando las distancias, todo lo que vino después puede que haya sido «un modesto homenaje a estas dos grandes figuras de las letras y del espíritu». Precisamente la gran escritura y la meditación se fusionan en la obra de Pablo d'Ors, autor de 'Biografía de la luz' y 'Los contemplativos', un libro publicado recientemente por Galaxia Gutenberg del que vino a hablarnos al Aula de Cultura del diario LA VERDAD, que, en colaboración con la Fundación Cajamurcia y la Fundación Vocento, nos permite acercarnos a personalidades fascinantes como la suya, alguien que nos dice que «todo lo que necesitamos lo tenemos al alcance de la mano».
Es uno de los nietos de Eugenio d'Ors, filósofo y crítico de arte, fallecido en 1954. En 1926, el Suplemento Literario de LA VERDAD publicó dos textos con su firma, y en los dos hablaba curiosamente sobre las manos: 'Versos de circunstancias' (una inscripción que pondría en una loza regalada por Jules Supervielle, poeta y escritor franco-uruguayo) y 'La conservación de la energía' (si allí sembraste grano, ten aquí la mano quieta). Curiosamente, de ese mismo 1926 es el retrato que realizó Daniel Vázquez Díaz de Eugenio d'Ors que conserva el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Dijo su nieto, Pablo d'Ors, que las manos son muy importantes en la meditación. Tanto como las palabras. «Utilizamos las palabras normalmente para amueblar la cabeza, y está bien; pero hay algo mejor: alimentar el alma».
Precisamente la gran escritura y la meditación se fusionan en la obra de Pablo d'Ors, autor de 'Los contemplativos'
El sacerdocio, tal y como contó el pasado domingo en la entrevista que publicó este diario, es lo mejor que le ha podido pasar en la vida. «Ser sacerdote es poner el foco en el amor a los demás, y ese es un camino, por no decir el camino, para la felicidad». Una vocación, la del sacerdocio, que ha rivalizado siempre con la de la escritura. Pablo d'Ors se divide entre estas dos pasiones. 'Los contemplativos', tal y como se reafirmó en Murcia, puede que sea su último libro de ficción. «Lo digo porque, al empezar mi carrera de escritor con un libro de cuentos, 'El estreno', y al publicar ahora otro, doce títulos después, es fuerte la tentación de cerrar aquí esta aventura. En cualquier caso, siento que debo focalizar mi energía en asentarme en la paz interior de la que por fin gozo, así como, por supuesto, en profundizarla y compartirla. Ya se verá».
En Murcia, Pablo d'Ors recordó que, en efecto, es la primera vez en su carrera literaria que no tiene nuevas historias que contar. Esto le sucede cuando tiene en su haber ocho novelas, tres ensayos, un puñado de relatos y un sinfín de artículos, además de centenares de diarios. «No puedo saber si me leerán dentro de cincuenta años, dentro de cien. No es importante. Lo importante es que he hecho lo que he podido».
VICENTE VICÉNS
Escribió estos siete relatos de 'Los contemplativos', o al menos seis de ellos, con mucha alegría. Se lo pasó bien, y se divirtió. «Un cuento no pretende transmitir doctrina, sino abrir un paisaje e invitar a transitarlo». Incidió en esto tras recordar y recomendar las lecturas de Anthony de Mello, el primer maestro espiritual del que tuvo noticia. De hecho, hay una cita de él que utiliza como pórtico para su propio libro: «Resulta imposible resistirse a un relato». Y nos advierte: «Aunque leas los relatos de este libro solo para pasar el rato, no hay ninguna garantía de que alguno de ellos no acabe deshaciendo tus defensas y explote cuando menos lo esperes. En realidad, nos creemos roca dura, pero nos deshacemos con nada«.
Hay muchos lectores que sintonizan con estas historias, aunque también se ha encontrado con otros tantos a quienes les han dejado fríos. Eso es lo que tiene la narrativa, dijo: «O sintonizas con Cortázar, por ejemplo, o no sintonizas. O sintonizas con Nabokov -otro ejemplo-, o no sintonizas. El escritor busca cómplices o amigos del alma; y yo, la verdad -aquí debo confesarlo- me siento muy, muy acompañado». »Qué importante es para cada uno de nosotros sabernos acompañados«, recalcó ante un auditorio muy atento y acostumbrado a sus silencios. El silencio, como ha dicho alguna vez, es estructuralmente humilde.
El auditorio de la Fundación Cajamurcia, al completo, antes de comenzar la sesión del Aula de Cultura de LA VERDAD con Pablo d'Ors, conducida por Manuel Madrid.
VICENTE VICÉNS / AGM
¿Qué síntomas advierte en la sociedad de hoy? Pablo d'Ors pide a los lectores de 'Los contemplativos' que averigüen si padecen alguno de los síntomas que aborda en el libro de relatos y trabajar a partir de ahí sobre algunas categorías: cuerpo, vacío, sombra, contemplación, identidad, perdón, vida cotidiana… Estos son los temas principales de este volumen, en el que tiene un protagonismo especial su perro 'Laska', quien con tanta fidelidad como desmesura iluminó su existencia durante quince años. La respiración del animal, meses después de su muerte, perturba tremendamente al padre del narrador de este cuento, que, ya demenciado, se aferra a la idea de que 'Laska' ha vuelto a este mundo.
Los perros existen no solo para enseñar a los humanos qué es el amor, incidió el escritor, sino también para ponerlos ante un espejo y que vean quiénes son. «Quienes tienen o hemos tenido perro hemos comprendido que ellos saben con extraña precisión la magnitud del amor o de la indiferencia que se les profesa. Sin 'Laska', mi vida habría sido infinitamente más solitaria y peor». Desde que partió, nos dice, no ha dejado de estar ni un instante a su lado. No es imaginación, sino fe. Es el fruto de la escucha de su respiración.
«Decía Murcia como podría decir paraíso. En Murcia pasó muchas horas mirando las nubes… la corteza de los árboles, el vuelo de las hojas…»
Allá por el 2010 y 2011 pasó unas semanas en una cabañita de madera en un monte a doce kilómetros de Murcia, en el 'Desierto de la paz', un centro espiritual creado por un sacerdote que, como él mismo, era un apasionado de la meditación zen y de la figura de Charles de Foucauld, el primer cartógrafo de Marruecos. Aquellos días sólo le acompañó 'Laska', su perro, y la novela 'El pájaro que da cuerda al mundo', de Murakami. Fue una experiencia muy roussoniana que todavía recuerda a menudo.
Precisamente de Murcia habla, y bastante, en 'Los contemplativos', en 'La vía media', el último relato, que tiene como protagonista a su amigo Alberto Ferrer, quien quien siempre le pareció alguien «excepcional». O excepcional dentro de la normalidad. Dijo que merece escribir su biografía, llena de comentadísimas decisiones. Alguien con una personalidad salvaje. Con su hermano David parecían «el gordo y el flaco». Ferrer llegó a ser «un esqueleto andante». En el momento en que muere la madre de ellos, el narrador les acompaña. Era un adolescente. Renunció a todo su patrimonio familiar y, a decir verdad, toda su vida fue una constatación del irremediable hecho de su soledad. Y 'El Etíope', como le llaman debido su delgadez, decidió tomarse un respiro… y lo hará en Murcia, en una cabaña perdida en el monte.
«Solo en esa soledad (la de la cabaña, de madera, sin luz eléctrica ni agua corriente) puede el hombre darse cuenta de cómo son los pájaros y las avispas, las hormigas, los mosquitos...». Donde más se aprende es observando a los animales. En Murcia entendió qué es el tiempo. Solo aquí se dio cuenta, en realidad, de qué es o no es un problema. «Decía Murcia como podría decir paraíso. En Murcia pasó muchas horas mirando las nubes… la corteza de los árboles, el vuelo de las hojas… En la cabaña solo tenía ganas de ser. Tengo la impresión de que casi nadie logra ser en esta vida quien realmente es».
«Vivir para complacer es el camino más directo a la infelicidad» (escribe en el relato 'Biografía de la sombra')
Colmenar Viejo, Palamós, Lleida, Guadalajara México, Los Negrales, Mirto (calle del Mirto, barrio madrileño de Tetuán)… son lugares donde pone punto y final a muchas de estas historias el autor de 'Los contemplativos'. En otra de estas historias, 'Iniciación al vacío', José Mercandino es un avezado lector de Pablo d'Ors, alberga aspiraciones literarias precoces… es apartado de un instituto de forma fulminante, se entrega a la escritura en Candanchú… Escribe en su exilio con entrega alarmante y desaforada.
«Pronto comprendí que ir hacia delante y hacia dentro es la mejor manera para que una vida pueda orientarse hacia arriba», llegará a decir. Mercandino escribe para demostrar que ha vivido y que ha sufrido. Y también descubrirá, el propio autor, lo que le gustan cantantes como Carla Morrison, Mon Laferte y Natalia Lafourcade, que suenan en el casón de la calle Mirto de Mercandino. Dedicamos mucho tiempo a nuestras casas, insinuó Pablo d'Ors, quizás para encontrarnos con nosotros mismos.
Dulzuras del espíritu y de la carne
Por último, d'Ors comentó que es verdad que la única manera de ser uno mismo es decepcionando a unos cuantos, ya que «vivir para complacer es el camino más directo a la infelicidad» (escribe en el relato 'Biografía de la sombra'). Sobre la maldición de la excelencia y de la tortura de la creación artística, un aspecto que también trata en el libro, de la obligación de impresionar a los demás, dijo el escritor y sacerdote que lo deseable sería simplemente disfrutar. «Solo desde el amor se comprende cualquier cosa de este mundo…». Con Pablo d'Ors quedó claro tras su paso por Murcia que no se puede hablar de las dulzuras del espíritu (la música, lo sublime, el sentimiento, el romanticismo..) sin haber sucumbido antes, aunque solo sea una vez, a esas otras dulzuras de la carne.
El escritor tuvo un recuerdo especial para los alumnos del colegio público Santiago el Mayor de Murcia, a los que acompañó por la mañana en una sesión de meditación para escolares, algo que le sorprendió muchísimo, por haber conseguido que durante cinco minutos permanecieran callados. Aquí, dijo en Murcia, volvió a experimentar la gratitud y la sensación de pertenencia a una gran familia.
El próximo invitado del Aula de Cultura de LA VERDAD, en colaboración con la Fundación Cajamurcia y la Fundación Vocento, será Juan Manuel de Prada, el 5 de junio, quien presentará en Murcia su nueva novela, 'Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz' (Espasa, 2024).
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