La Orquesta, bien. Gracias

El ballet conocido como 'Giselle' o 'Las Willis', inspirado en el libreto original de Teófilo Gautier, es el mejor ejemplo del periodo romántico del siglo XIX, conservado como una joya por las mejores compañías clásicas del mundo, a partir de la coreografía de Marius Petipa, y sus variaciones de obligado estudio en la etapa de formación artística de jóvenes bailarines. Asimismo, el papel protagonista de la campesina engañada por el conde Albrecht, ha hecho famosas a muchas de sus intérpretes con mil matices diferenciados en los dos actos: terrenal e ingenua en el primero; etérea y sobrenatural en el segundo, Por todo esto, hubiéramos agradecido poder ver una buena Giselle, aunque la compañía fuera limitada, y no asistir a determinada función en la que cualquiera de los alumnos de nuestro Conservatorio y escuelas habrían estado más correctos, como fue el caso de la ofrecida por el St. Petersburgo-Festival Ballet. A pesar de la buena escenografía ambiental, el primer acto resultó una muestra elemental de trabajo de estudiantes, con fallos de técnica y coordinación sin sacar adelante ni acompañamiento de cuerpo de baile ni el obligado 'Paso de Campesinos'.

El segundo acto estuvo algo mejor, tanto por la pareja Giselle-Albrecht como por las Willis, sin que Mirta, su reina, llegara a transmitir su papel de dominio en el reino de las doncellas muertas. Con todo esto, lo que salvó la noche fue la orquesta. El hecho de un acompañamiento en directo es una bendición digna de agradecer. Y por lo menos la interpretación resultó digna, ayudando a que el siempre generoso público no sufriera demasiado y al final aplaudiera sin recortes.