![Actuación de Piazolla x 100, este sábado, en el Nuevo Teatro Circo de Cartagena.](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202111/13/media/cortadas/piazolla-kHRE-U15011369145676yC-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Océano de Piazzolla en Cartagena
Cartagena Jazz Festival ·
Federico Lechner, Daniel Piazzolla, Claudio Constantini, Toño Miguel y Sheila Blanco rinden un maravilloso homenaje a la obra del eterno Astor PiazzollaSecciones
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Cartagena Jazz Festival ·
Federico Lechner, Daniel Piazzolla, Claudio Constantini, Toño Miguel y Sheila Blanco rinden un maravilloso homenaje a la obra del eterno Astor PiazzollaLo que tienen los genios incomprendidos es que, para cuando la tierra mojada se convierte en oro, el podio ya ha cogido toneladas de moho. ... Lo que tienen los maestros irrepetibles a los que el alumnado se empeña en ignorar es que, para cuando la lección se descubre esencial, el suspenso ya ha pintarrajeado el cuaderno de apuntes. Lo que tienen los artistas avanzados a su tiempo es que, para cuando empiezan a retumbar los tambores de la reivindicación, los calendarios han subrayado su caducidad. Sin embargo, este cúmulo de circunstancias, no lo dudéis ni un segundo, deja en evidencia, siempre, a las personas que prefirieron hacer oídos sordos por voluntad propia, quizá asustadas por la complejidad de lo que no se entiende; atemorizadas por el runrún que se escuchaba al otro lado de la puerta de entrada a lo desconocido; obsesionadas con mantener intacto lo que, por pura naturaleza, nació para ser zarandeado, manipulado, cuestionado, quizá destruido y, finalmente, reinventado.
Artista: Piazolla x 100
Dónde y cuándo: Nuevo Teatro Circo (Cartagena). Sábado, 13 de noviembre
Calificación: Sobresaliente
Durante la mayor parte de su trayectoria, especialmente en la primera etapa de la misma, Astor Piazzolla fue condenado a la crítica furiosa y la jauría de dedos acusadores por, según aseguraban los defensores de la tradición, asesinar el tango, construyendo sobre los pilares del célebre género una traición musical que no admitía perdón ni compasión. Por entonces, el propio Piazzolla respondió al ruido definiendo su obra como música contemporánea de Buenos Aires. Imposible decir más sin gritar menos. El tiempo, como siempre, pasó a la velocidad que marca el vértigo hasta terminar dando la razón a la minoría, es decir, a quienes entendieron que el bandoneonista y compositor marplatense sobreviviría a su convulso presente hasta ser reconocido en los márgenes de su futuro como uno de los músicos más importantes del pasado siglo.
Así, de un tiempo a esta parte, la obra de Piazzolla se mantiene viva a través de multitud de homenajes y celebraciones firmadas por artistas tan ilustres como Charly García, Spinetta o Fito Páez, sus discípulos más avanzados dentro del rock, que confiesan su deuda eterna con el maestro. Y en Cartagena, dentro de la 40ª edición de su maravilloso festival de jazz, cinco músicos entregados a la causa escribieron una nueva carta de amor a este genio universal.
Con la histórica excusa del centenario de su nacimiento, aunque cualquier motivo es válido si se trata de festejar un repertorio de semejantes dimensiones, el Nuevo Teatro Circo se convirtió en escenario de un concierto donde el alma de Piazzolla sobrevoló cada rincón desde la primera canción hasta el último de los aplausos. Y podríamos apostar dinero a que todavía anda recorriendo aquel patio de butacas donde el público se rindió a la grandeza imperecedera de piezas como 'Libertango'; 'Balada para un loco'; 'Chiquilín de Bachín'; 'Fueye del sol'; o la soberbia 'Suite del Ángel'. Una serie de impresionantes temas que vibraron en el piano deslumbrante de Federico Lechner; estallaron en la batería de Daniel Piazzolla, nieto del homenajeado; sedujeron en el contrabajo de Toño Miguel; latieron en la voz de una inspiradísima Sheila Blanco; y enamoraron en el bandoneón de un Claudio Constantini ubicado más allá del elogio.
Quinteto de oro que alcanzó (y transmitió) el clímax emocional definitivo con la magistral 'Los pájaros perdidos', una de los más incontestables prodigios del catálogo Piazzolla. Pocas despedidas han sonado de una forma tan sensible, cautivadora e impactante. Exuberante en su delicadeza, magnífica en sus cambios armónico y conmovedora en cada una de sus notas, esta obra de arte demuestra la cantidad de belleza que se esconde en los vértices del dolor. La cantidad de hallazgos que se descubren en mitad del silencio atronador de la pérdida. La cantidad de melodías que caben en el patio norteño de la memoria.
Una vez aquí, que las últimas palabras de este texto, al igual que el excelente concierto que las motiva, finalicen con un recuerdo que está por llegar. En ese instante, dentro de un tiempo, en el que recordaremos aquella noche de noviembre donde la Alameda susurró melodías del barrio de San Telmo, la brisa del puerto de la ciudad trajo aromas de Manhattan y Cartagena, por un momento, fue Mar del Plata. Y océano de Piazzolla.
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