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La artista Carmen Cantabella (Murcia, 1977), en el patio de La Merced, mira la vida con firmeza con la imagen del poeta José Cantabella grabada en la camiseta. ENRIQUE MARTÍNEZ BUESO
Carmen Cantabella: «Yo narro dramas humanos, no soy pintora de caballete»

Carmen Cantabella: «Yo narro dramas humanos, no soy pintora de caballete»

La artista expone en el Claustro de la Merced una colección de diecinueve obras elegidas «a propósito» dentro del programa dedicado a visibilizar la igualdad de género

Domingo, 20 de octubre 2019, 07:46

Vuelven los días felices. Así titula Carmen Cantabella una de las 19 obras que expone este mes de octubre en el Claustro de La Merced. Es un mensaje que nada en el ámbito de la creencia. La felicidad es a veces una emoción que pasa de largo. En esa pieza, una mujer parece bailar en mitad de un campo de batalla. Resistencia frente al infortunio. Una victoria personal. En otra encontramos a una geisha, como las que pintaba el japonés Utamaro. Él iba buscando la que tuviera la piel más preciosa para tatuarla. Cantabella tergiversa el original, pues no pinta una maternidad, sino que propicia un final. «Es el final», lo que ocurre cuando uno va a dejar al otro y éste no lo sabe. «Puede ser divertido, puede ser dramático, pero estas cosas a veces se plantean con un tiempo, y hasta que no sucede, ahí lo encontramos a él pensativo, y a ella con una cara de esperanza. Es el juego del final». Ironías. En otra de las obras seleccionó una imagen de los navajeros de Albacete, «famosísima», que aparecen plantados en los desastres del Dos de Mayo de Goya, realzando los cuchillos de los mamelucos. «Un hombre sin alma es un hombre sin futuro», se lee en una esquina, «una frase súper ambigua y que cada uno la interprete».

La exposición, bajo el título [dentro del proyecto ODSesiones de la Universidad de Murcia, organizada por el Vicerrectorado de Responsabilidad Social y Transparencia], no es una retrospectiva, sino «un trabajo de comisariado dentro de mi propia obra». Diecinueve obras elegidas «a propósito» dentro del programa dedicado a visibilizar la igualdad de género. «Para mí -incide Cantabella-, lo importante es hablar de hombres y de mujeres, y de los clichés que nos ha inculcado la historia». En 'La vie en rose', como la mítica canción de Edith Piaf, habla «de la comodidad del hombre ante la adve rsidad femenina, o simplemente los que viven bien frente al desastre». Lecturas diferentes. En otro fotomontaje estuvo toda una mañana pensando cómo hacer un hongo nuclear: «Al final cogí el radio de una bicicleta y fui metiendo coliflores para que se pareciera». Mientras lo explica sonríe de verdad, abiertamente. Cantabella habla de culturas, de religiones, de diversión... En la pieza 'Lovers', amantes, dos figuras se mantienen erguidos sobre una cuerda: «Al final, si no hay igualdad y equilibrio en la pareja no hay funambulismo».

Los clichés inculcados a los hombres es un tema recurrente. Ser fuerte, no llorar, «todas esas cosas que son una herencia del patriarcado», afirma. «Incluso las mujeres esperan, o esperábamos, eso». En 'La sombra del ciprés' vemos amenazas bajo un sistema de bienestar. Imágenes amables, al principio, pero que a poco que uno se pierda en ellas siempre encuentra motivos para pensar. «Somos ajenos a esos peligros».

'All you need is... pop' habla sobre la repetición de personalidades, sobre la igualdad. «Vemos en una cola tanto a niños como niñas, somos el resultado de algo que nos lleva a una mejor convivencia, y a una mayor igualdad, y eso está bien, ¿no? La uniformidad, en realidad, no es lo mismo que la igualdad». En 'Ninette y un señor de Murcia' aborda «los esterotipazos y los instintos masculinos». Y en 'Aguanta nena' Cantabella quiere hablar de la mujer, de cómo ha ido superándose, de cómo ha ido cultivando intereses... «Es la historia, no podemos decir otra cosa». En 'El sí de las niñas' reflexiona sobre los abusos. En 'El éxodo' el hombre sale en busca de una mejor vida. En otra obra las mujeres arrastran su historia, representada por una cabeza olmeca. «Es el peso del esfuerzo».

«Al final, si no hay igualdad y equilibrio en la pareja no hay funambulismo»

«Dentro de mis cuadros -se expresa de corazón- siempre he hablado del drama humano, yo no soy pintora de caballete. Yo narro los dramas humanos y ahora, más que nunca, estoy viviendo todo eso que pintaba». La voz de Cantabella va modulándose, unas veces es elevada, como un estallido sorpresa, y otras se hace casi inaudible. Todo tiene una explicación. El poeta José Cantabella, fallecido en mayo a los 55 años, fue «el amor de mi vida». Cinco años de felicidad a los que ella se aferra como una de las experiencias más bonitas de su viaje vital. Carmen Cantabella habla de la individualidad, de la soledad en el mundo... «Al final, aunque tengas pareja, eres un ser solitario, y tienes que salir adelante con tu propia vida. Hay relaciones tortuosas, sí. Pero yo me encuentro vinculada hoy a lo que he estado pintando todos estos años, aunque esté en este momento viviendo algo para mí muy dramático. Sé que me va a ayudar el trabajo. Yo todavía no sé por qué estoy en este mundo, y trato de resolverlo pensando en todo esto».

No caer en el feísmo

¿Qué espera la artista que le ocurra a los estudiantes, a los profesores, a los visitantes de la Universidad... que caminan por ese pasillo y se encuentran por primera vez con estas obras y con estos mensajes? «El día del montaje ya había un profesor con sus alumnos haciendo fotografías, al fin y al cabo, son propuestas de pensamiento. Y yo escuchando secretamente disfrutaba mucho. Reivindicar el papel de la mujer en la historia, hablar de la igualdad, analizar cómo ha sufrido el hombre en la historia... siento que mi obra está entre el existencialismo y el humanismo». De hecho, cuando Carmen tenía 13 años se apuntó al Partido Humanista de Murcia, «y conforme he ido creciendo siempre tuve presente a Sartre y el existencialismo. Dentro de toda esta libertad de expresión que hay, si no somos responsables de nuestros actos será todo una gran basura. Todos tenemos la responsabilidad individual de pensar, y también de respetar».

«Aunque esté viviendo un momento para mí muy dramático, sé que me ayuda el trabajo»

«Si queremos cambiar el mundo tenemos que proponer cosas que nos desagradan»

Empezó a pintar con 8 años y su primera exposición colectiva fue con 22. Esa necesidad de pintar nace «desde el minuto cero». Nunca ha pintado cuadros placenteros, puede que el primero o el segundo. «En todos los demás he intentado resolverme y encontrarme a mí misma. Hablar de medio ambiente y ecología, que fue el primer cuadro mío que seleccionaron en la Cámara de Comercio de Murcia en 2003; hablaba del conflicto de culturas... siempre he tratado de tener un discurso, y que fuera interesante, quizás porque he bebido de todas las vanguardias, de todos los ismos. Yo no estudié Bellas Artes, sino Programación, y desde que tengo 7 años lo que más me llamaba la atención era la obra de Matisse, por su simplicidad y su gran expresión con tan poca mancha, y lo que era capaz de decir. Yo soy hija de la vanguardia, para mí lo más interesante era saber que estoy viviendo en los años 'dos miles' y darte cuenta de que no vale pintar por pintar, y que ese no es el camino. Si queremos cambiar el mundo, encontrar respuestas... hay que proponer cosas que nos desagradan. Pero evitando el feísmo, buscando la belleza en las composiciones, e incluso engañando al espectador con imágenes bellas...». Lo dicho. Cantabella no pinta la luz, sino los dramas humanos.

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