![Manolo García: «Vivir, darse un baño en el mar, dar un abrazo a un amigo... es arte»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202208/31/media/cortadas/MANOLO-8-002-kuCC-U1701110615284d2E-1248x770@La%20Verdad.jpg)
![Manolo García: «Vivir, darse un baño en el mar, dar un abrazo a un amigo... es arte»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202208/31/media/cortadas/MANOLO-8-002-kuCC-U1701110615284d2E-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Manolo García (Barcelona, 1955) coge el teléfono y hablamos de ¡pintura! El cantante y compositor disfruta también creando con pincel en mano y está preparando para este noviembre una exposición en Madrid (en el centro cultural Casa de Vacas, en El Retiro). «Todos los días ... que tengo libres me pongo a pintar 8 horas. Me gusta, me lo paso bien, me relaja, me estimula el pensamiento...», dice el artista, que califica su actual colección como arte «abstracto, figurativo y surrealista».
«Me gustan todos los estilos de la pintura. Con los años he ido soltando lastre. Cuando era joven era más reacio pero últimamente me he enamorado de la abstracción. Hago una mezcla con cuadros un poco más grandes de lo habitual en mí, de metro y pico por noventa, cuadros engarzados contando historias...».
Pero Manolo García no se olvida de la música. Con una agenda completa hasta final de año –despidirá 2022 con un WiZink el 20 de diciembre– la próxima parada en su 'tour' es Lorca, donde actuará este sábado, a las 22.30 horas en la explanada del aparcamiento del campo de fútbol Artés Carrasco –entradas: 40 y 60 €–.
–¿Qué encuentra en la pintura como forma de creación que no halle en la música?
–En la pintura se produce un encuentro físico cósmico. Es lo que te agarra a la materia cuando coges el cincel o una maza, si eres escultor, o el pincel. Poner la pintura en la paleta y repartirla sobre la tabla es algo físico pero a la vez te transporta a otra dimensión. Es un ejercicio solitario y eso es interesantísimo porque significa reencontrarte contigo mismo un rato cada día y alejarte de la distracción a la que el mundo te somete. La diferencia con la música es que esta la compartes de una manera mucho más rápida con muchísima gente. Es una sensación magnífica formar parte de una tribu y ser durante un poco de tiempo, cuando interpretas cada canción en directo, una especie de chamán o de brujo. En ese ritual se produce un transporte que todos admitimos. Para mí las dos disciplinas van pegadas. Nacer, vivir, contemplar una puesta de sol, darse un baño en el mar, dar un abrazo a un amigo... es arte, es poesía. Y pintar y la música forman parte de esa absoluta necesidad.
–¿Cada vez es más difícil conseguir aislarse?
–Sí. El mundo exterior nos impulsa a una vorágine de distorsión. Tenemos posibilidades infinitas de distracción y la distracción no siempre es buena, nos aleja en muchos momentos de una paz interior. Vamos demasiado deprisa y en la dirección equivocada. Si fuéramos en la dirección adecuada yo no necesitaría pintar. Si viviéramos hermanados con la naturaleza, amándola, respetándola y usándola de una manera razonable probablemente pintaría menos y haría menos canciones.
–¿Cómo será ese nuevo ritual en directo de este sábado en Lorca?
–Es un concierto que he ido afirmando día a día. Empecé la gira con retraso [al contraer Covid] y hubo un movimiento de fechas que me permitió ensayar más. Siempre soy muy estricto y a veces me paso en cuanto a ensayos y preparación de canciones. Nunca me ha gustado salir a la carretera y que el campo de pruebas sean los primeros conciertos. Es inevitable que los primeros sean mas alocados. Tienen una parte muy humana –esa nota, esa voz que se te va...– que también me encanta. Pero a Lorca todo llega muy asentado. Voy con todas las ganas. Es algo inherente a mi condición de músico. No concibo llegar desganado y nunca me va a pasar.
–Gusta mucho a diferentes generaciones. ¿Cómo se consigue?
–No es tu mano la que levanta la batuta. Después de ser músico de orquesta durante diez años, tomé la decisión de empezar a hacer canciones propias, componer y escribir con ese bagaje que tenía de las orquestas. Miles de noches de verbena con cuatro horas de concierto con un bocadillo de por medio me dieron una escuela maravillosa. Algo me impulsó. Serrat no puede decir cómo hizo 'Mediterráneo'. Les pasa a todos los compositores igual, al que tiene tres canciones conocidas y al que tiene trescientas. La canción aparece. La mía se llama 'Pájaros de barro'. Y, ¿por qué a mí? Pues te ha tocado. Pero para que te toque hay que ponerse. Para mí es una necesidad intensa, vital e ineludible.
–Hace unos meses llegaron al mercado dos discos suyos, 'Mi vida en Marte' y 'Desatinos desplumados'. ¿No pensó en dosificar su publicación?
–Aunque congeles las canciones, cuando las sacas tres años después no suenan igual. Tú ya eres otro y ha cambiado tu corazón y tu percepción del mundo. Aunque hayan pasado solo unos meses, ya retoco las canciones. Prefiero publicar las que tengo en ese momento. Muy pocas quedan guardadas. Ahora tendré unas diez. Si las saco, las retocaré.
–¿Es crítico cuando escucha de nuevo canciones suyas compuestas hace unos cuantos años?
–No me arrepiento de ninguna de las canciones porque incluso las más ingenuas y juveniles ya tienen, para mí, un calado y resisten el paso del tiempo. Las canciones de Los Burros como 'Huesos' o 'Mi novia se llamaba Ramón', o de Los Rápidos como 'Ruta del sur' o 'Navaja de papel' son vigentes. Para mí son canciones más sencillas y con mucha energía pero no me avergüenzo de nada. Tengo veintitantos discos en los que he compuesto y he hecho melodías. Estoy orgulloso de ese repertorio.
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