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Un universo que empieza en Bob y acaba en Dylan

Un universo que empieza en Bob y acaba en Dylan

El chaval que un día salió de Minnesota y cambió el rumbo de la música regresa este domingo a la Región por cuarta vez

JAM ALBARRACÍN

Viernes, 3 de mayo 2019, 09:13

He tropezado con la ladera de doce brumosas montañas / he caminado en medio de siete bosques sombríos / he estado delante de una docena de océanos muertos / y es dura, es muy dura la lluvia que va a caer». Cuando en enero de 1961 Bob Dylan -nacido el 24 de mayo de 1941 en Duluth (Minnesota) como Robert Allen Zimmerman y que el domingo actúa en la Plaza de Toros de Murcia a las 21.00 horas- se dirigió a Nueva York para integrarse en la bohemia comunidad de Greenwich Village, nadie podía imaginar que aquel jovenzuelo universitario se iba a convertir nada menos que en uno de los músicos y autores más influyentes de la historia de la música popular. Ni siquiera él mismo, pese a las numerosas muestras de egocentrismo extremo que más adelante mostraría. Pese a su registro de voz alejado de los estándares -uno de sus numerosos logros-, Dylan encajó bien y tras actuar en diferentes cafés y telonear a John Lee Hooker, pronto despertó el interés de la industria discográfica, concretamente el Columbia Records, que le firmó su primer contrato. Todo estaba por hacer y de hecho su primer álbum no fue sino una colección de estándares de folk y blues que contaba con solo dos canciones originales. Descontento, empezó a escribir canciones propias de un modo prolífico, en la línea de protesta imperante, y ya su segundo álbum fue su primer hito, 'The Freewheelin Bob Dylan'. Otro logro singular: las canciones se adaptan al mensaje y no este a la estructura establecida. Bob Dylan crece como la espuma y se convierte en el máximo exponente de la canción protesta, del antibelicismo y de la comunidad folkie gracias a sus dos siguientes largos, 'The times they are a-changin' y 'Another side of Bob Dylan', ambos fechados en 1964. Prueba superada: en apenas tres años se ha convertido en una estrella... del folk. Y, embebido como andaba en Rimbaud, Ginsberg y la poesía beatnik, otro logro para la historia, quizás el más importante de todos: la inclusión de la literatura en la música popular. Muchos años más tarde este sería el principal motivo para la obtención del Nobel de Literatura.

El Judas eléctrico

«Mis ojos chocan de frente con cementerios / atestados de dioses falsos / pisoteo la mezquindad que juega muy fuerte. / Si mis pensamientos pudieran verse / pondrían mi cabeza en la guillotina / pero está bien, ma, solo estoy sangrando».

Pero Bob Dylan siempre ha sido un alma inquieta, un culo de mal asiento, un tipo inconformista y también veleidoso. De modo que, estrellato folk conseguido, se lanzó a por la medalla de oro del rock. Y así en 1965 y en plena inspiración literaria, lanzó 'Bringing it all back home', el primero de sus tres álbumes de textos surrealistas y extremadamente brillantes. Todo el mundo recuerda el enfado de sus fans tras su actuación en el Festival Folk de Newport y en su gira británica, perfectamente documentada por DA Pennebaker en 'Don't look back'. El disco era demasiado bueno, pero no tanto como los dos siguientes, 'Highway 61 Revisited' (1965) y el doble 'Blonde on blonde' (1966). El mejor Dylan, el Dylan irreverente, el Dylan 'rolling stone', el Dylan que pocos meses más tarde sufriría su famoso accidente de moto que le haría perder la alegría y empezar a aumentar la leyenda de su carácter huraño. Desapareció durante una temporada, facilitando los rumores más macabros, y reapareció convertido en un buen chico. Empieza su etapa country.

Durante su reclusión, Bob Dylan reunió a The Band y grabó una importante cantidad de material, en su mayoría no utilizado comercialmente y cuya posterior filtración daría lugar a los primeros discos piratas y finalmente a las famosas 'Basement tapes'. Pero aunque su retorno oficial en aras del country daría lugar a discos irregulares -estupendo 'John Westley Harding' (1967), notable 'Nashville Skyline' (1968), decepcionante 'Self Portrait' (1970)-, el público los acogió como hijos pródigos llevándolos a lo alto de las listas de ventas. No es su mejor etapa, en opinión de quien suscribe y en contra de la de algunos dylanitas, si bien a mediados de los setenta abre su campo de mira y entrega dos trabajos que vuelven a regalarnos al mejor Dylan, 'Blood on the tracks' (1975) y 'Desire' (1976), en una onda más de crooner rock melódico.

«La gente me dice que es pecado / saber y sentir demasiado dentro / yo todavía creo que era mi alma gemela / pero perdí el anillo / ella había nacido en primavera / pero yo nací demasiado tarde / échale la culpa a un simple giro del destino».

Y con tu espíritu

Aventurarse a cualquier nuevo paso de Bob Dylan es como jugar a la lotería: no vas a acertar. Así, a final de los setenta y principios de los ochenta -una década floja en lo artístico y en lo comercial, como también lo serían los noventa- nos encontramos con nuevo Dylan convertido al cristianismo. El grado culminante llegaría ya en 1997 cuando tras mucho insistir llegaría a actuar para el Papa, entonces Juan Pablo II. Pero antes, decía, su conversión a la fe cristiana le llevaría a registrar dos álbumes cercanos al góspel y de claro contenido religioso, 'Slow train coming' (1979) e 'Infidels' (1983). Este giro molestó a buena parte de sus seguidores, aunque continuó siendo rentable. Tan testarudo y convencido de sus pasos como de costumbre, el propio productor del primero, Jerry Wexler, confesó que Bob trató de evangelizarlo durante la grabación. Le dije: «Bob, estás tratando con un judío ateo de 62 años. Vamos a hacer el álbum». Señalaba que esta no había sido su mejor época, aunque quizá sí la última en la que el de Minnesota dio muestras de cierta sociabilidad, llegando a juntarse con sus amigos George Harrison, Jeff Lynne, Roy Orbison y Tom Petty para formar The Traveling Willburys, supergrupo que llegó a grabar dos interesantes y exitosos álbumes, 'Traveling Wilburys, Vol. 1' y 'Traveling Wilburys, Vol. 3'.

Universo Dylan

Fue actor de cine, dirigió y produjo alguna película ('Renaldo & Clara', 1978), compuso bandas sonoras y hasta obtuvo un Oscar por la notable 'Jovenes prodigiosos' (Curtis Hanson, 2000). Nada menor, si no lo comparamos consigo mismo. Recuperada en parte su credibilidad desde la pasada década, sus tres últimos discos de estudio son adaptaciones de poco interés del American Songbook que popularizaran en su día Dean Martin o Frank Sinatra. Por fortuna en directo está ofreciendo un repertorio bien distinto, un especie de muestrario de su extensa discografía en el que caben por igual piezas remotas junto a hitos más reconocibles. Aunque lo de reconocible en su caso hay que ponerlo siempre entre comillas.

No siempre fue así, pero desde hace largo tiempo Bob Dylan se convirtió en un tipo de carácter solitario y huraño. La amabilidad no es algo que contemple en su vida. Su rotundo egocentrismo le impide ver más allá de un universo que empieza en Bob y acaba en Dylan. El resto sencillamente no existe o no le interesa. A punto de cumplir los 78 anda embebido en su 'Neverending Tour' (Gira Interminable), intuyo que con la idea de que parar es invocar a La Llorona. Y cuando no anda en la carretera dedica su tiempo a revisar sus 'bootleg series', sobrantes de viejas grabaciones que se publican puntualmente.

Y es que Dylan es un coleccionista compulsivo de su propia obra -de qué, si no- y al parecer siempre ha exigido que se grabase absolutamente todo lo que hiciera desde su entrada hasta su salida del estudio de grabación. También guarda manuscritos de sus letras, entradas de sus conciertos y todo aquello que haya tenido la fortuna de pasar por sus manos tocadas por la divinidad. Existe una caja ('Bob Dylan-El Álbum 1965-1975), difícil de conseguir por su condición de descatalogada, con diferentes facsímiles de todo esto. Memorabilia total, incluida la letra original de 'Like a rolling stone', entre otras. Un buen regalo para fans fatales del genio, que lo es, que un buen día abandonó un pequeño pueblo de Minnesota para cambiar de manera definitiva y en varias ocasiones el rumbo de la música popular.

«Dios dijo a Abraham: 'mátame un hijo' / Abram dijo: 'tío, debes estar de broma' / Dios dijo: 'no' / Abram dijo: ¿qué? / Y Dios dijo: 'está bien, Abe, haz lo que quieras, pero la próxima vez que me veas más te vale salir por piernas / allá por la Autopista 61».

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