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Dos jóvenes cantan apasionadamente durante uno de los conciertos.

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Dos jóvenes cantan apasionadamente durante uno de los conciertos. Pablo Sánchez / AGM

Una primera jornada del Rock Imperium de contagiosa energía y facilidades organizativas

El viernes reúne a miles de personas en un admirable ambiente de disfrute colectivo

Viernes, 23 de junio 2023

Desde la apertura de puertas con la que dio comienzo la esperadísima segunda edición del Rock Imperium Festival, el parque de la Cuesta del Batel de Cartagena empezó a recibir a grupos de amigos y amigas de todas las edades, familias y llaneros solitarios hambrientos de rock y heavy metal. Miles de personas que, ya sea de manera individual o colectiva, irradiaron un brío especial, demostrando en todo momento las enormes ganas con las que llegaba a este auténtico maratón de grupos y artistas unidos en la misión de electrificar cada pilar de la ciudad portuaria. Capaz de desafiar al implacable sol sin perdonar el (casi obligado) estilismo de negro impoluto y camisetas con el logo de múltiples bandas, aunque, eso sí, las zonas de sombra fueron un tesoro casi más codiciado que conseguir acceder a la abarrotada tienda de merchandising, el público saltó, vibró y sudó sin descanso de la primera nota al último golpe de batería.

Sin embargo, más allá de hablar de la meteorología, conviene resaltar la ejemplar organización que presentó esta cita cultural y musical de enormes dimensiones. Desde la magnífica distribución de los tres escenarios presentes hasta el impecable sonido en la práctica totalidad de los numerosos conciertos, sin olvidar la facilidad para acceder a las distintas áreas del recinto, incluyendo aseos y esa estupenda idea que supone un stand para lograr firmas de algunos de los artistas presentes, esta cita inicial con el Rock Imperium Festival supuso, gracias al esfuerzo, entrega y profesionalidad de sus responsables, un auténtico ejemplo de civismo, respeto, comodidad y fluidez al que, además, hay que sumar un extraordinario ambiente donde el agobio brilló por su ausencia y el entusiasmo compartido resplandeció por su protagonismo.

En ese sentido, merece la pena subrayar, por lo que tiene de tierno y, en cierto modo, emocionante, la presencia más que notoria de un público infantil y adolescente rendido a las canciones que se iban sucediendo a lo largo y ancho del viernes, alzando al aire sus instrumentos invisibles, cantando a pleno pulmón cada estribillo y certificando, por enésima vez, el espectacular presente y futuro que tienen estos géneros musicales a los que tantas veces se empeñan en enterrar sin más argumento que las modas transitorias. Y es que, por más que las tendencias vivan acostumbradas a dictar sentencia y los titulares sobre muerte y resurrección de estilos siempre garanticen una mayor repercusión, eventos como el Rock Imperium reflejan un mañana repleto de entregados fieles a la liturgia del mejor rock y heavy metal. Generaciones unidas en un festival que, ya en su primera jornada, dejó un buen puñado de imágenes y escenas memorables tanto encima del escenario como debajo de él.

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