![Rodrigo Cuevas durante su actuación en La Mar de Músicas.](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/07/16/rodrigo-cuevas-kNtH-U200781409359XtC-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Cada día en La Mar de Músicas es similar a una travesía en la que casi cualquier cosa puede ocurrir y las canciones sobrevuelan la ciudad impregnando todo de armonías itinerantes. Durante esta semana del año, acostumbrada a pasar con la falta de comprensión y ... piedad de un suspiro, Cartagena se convierte en un paraíso de búsqueda y eclosión, mestizaje y fusión, generosidad y creatividad, tradición y vanguardia, liberación y conquista. Es por eso por lo que, y aquí hablamos de uno de los grandes cimientos sobre los que se erige la misma esencia del festival, la fascinación y el flechazo pueden llegar a través tanto de artistas cuyo repertorio podríamos recitar de memoria como de propuestas a las que nos enfrentamos por vez primera, acercándonos a ellas sin más equipaje que el de la curiosidad. Y así, transitando los apasionantes terrenos de estos dos supuestos, fue como se desarrolló una segunda jornada de festival en la que pasamos de la sorpresa a la calma para, en cuestión de minutos, ser arrollados por toneladas de carisma. Saltamos las aburridas reglas dictadas por el orden cronológico para empezar por el final, que no epílogo, del sábado. Agarraos que vienen curvas.
Ya sabíamos de la consistencia del Auditorio Paco Martín del Parque Torres, el cual no me cansaré de señalar crónica tras crónica como uno de los lugares más especiales de nuestro país para disfrutar de la música en directo, pero cualquier atisbo de desconfianza sobre su resistencia quedó completamente anulado después del paso de dos auténticos huracanes llamados Fatoumata Diawara y Rodrigo Cuevas. Fuerzas de la naturaleza, animales escénicos y gigantes de galaxias ajenas, ambos artistas compartieron una de esas veladas que te dejan con el pulso en ebullición y los músculos gastados de gozar. Mañana, cuando terminen de escribirse los recuerdos de esta madrugada infinita, tocará hacer balance de pérdidas y dolores, pero uno firmaría gustoso la posibilidad de vivir una vez a la semana, como mínimo, una noche que, ya en sus primeros compases, atrapó sin opción a réplica.
Artistas: Minyo Crusaders / Maro / Fatoumata Diawara & Rodrigo Cuevas / GeckoTurner
Lugares: Plaza del Ayuntamiento / Patio del antiguo CIM / Auditorio Paco Martín delParque Torres / Castillo Árabe
Calificación: Muy bueno / Bueno / Notable / Bueno
Desde su aparición sobre las tablas, Diawara despertó los vendavales del rock, el espíritu palpable del afrobeat, la armonía del pop, el pulso góspel y el frenesí funk. Distintos géneros musicales que confluyeron en el alma, nervio y guitarra de una diva de imponente presencia, reivindicativo discurso e incontestable capacidad vocal e instrumental. Si a todo ello le sumamos una potentísima estética y que la maliense interpretó en Cartagena varios temas de su último trabajo, 'London ko', el cual supone el punto creativo más alto de su trayectoria hasta la fecha, el resultado no podía ser otro que el de un concierto magnífico desde todos los puntos de vista. La misma impresión que dejó la exuberante actuación posterior de Rodrigo Cuevas, figura única e inimitable de la actual escena musical española que, como ya hiciera en su memorable visita al festival hace dos años, se metió al público en el bolsillo con una facilidad aplastante.
Bajo el título de 'La Romería', nombre que anticipa su próximo disco, un esperado 'Manual de romería' cuya publicación está prevista para el mes septiembre, este nuevo espectáculo del asturiano mantiene los múltiples ases con los que jugaba (y ganaba) su anterior gira, 'Trópico de Covadonga', es decir, un fantástico ritmo interno, un hilarante sentido del humor, con la 'Cartagenera' de Los 3 Sudamericanos como gag estrella para la ocasión, y la defensa emocionada y emocionante del folclore, pero incorpora elementos como una escenografía tan minimalista como eficaz y temas recientes que engrandecen un repertorio ya de por sí notabilísimo. Así, además de rescatar piezas conocidas de su esencial 'Manual de cortejo' como las geniales 'Xiringüelu' y 'Arboleda bien plantada' o la tremenda 'Rambadín', cumbre de la noche, Cuevas confirmó que la racha de inspiración anda bien lejos de la despedida con las recientes 'Más animal', 'Casares' y 'Cómo Ye?!', irresistibles, y con varios estrenos entre los que merecen ser subrayadas las sentidas 'Dime, ramo verde' y 'Allá arribita'. Si me preguntáis, por una cuestión de personalidad, autenticidad y talento, lo tengo claro: todos somos contingentes, pero Rodrigo Cuevas es necesario.
Antes de que esta pareja de tormentas artísticas nos dejase temblando de felicidad, Mariana Brito da Cruz Forjaz Secca, Maro, ya había logrado en varias ocasiones calarnos hasta los huesos con la sensibilidad de su directo en el patio del antiguo CIM. Apoyada por los brillantes guitarristas Pau Figueres y Darío Barroso, la joven artista portuguesa se desenvolvió sobre el escenario desde la contención, el encanto y la austeridad, centrando todos sus esfuerzos en mimetizarse con los cuerpos íntimos y gestos mínimos que se acomodan en canciones tan interesantes como 'Oxalá', una 'Just wanna forget you' que habría firmado el mismísimo Nick Drake, influencia omnipresente, 'Ouvi dizer' o la exquisita 'Something bout tomorrow'. Un concierto que, pese a coquetear en tramos muy puntuales con la monotonía, dejó momentos realmente hermosos.
Del resto de jornada queda recordar el asombro y la confirmación vividas, respectivamente, con Minyo Crusaders y Gecko Turner. En primer lugar, resultó una experiencia maravillosa observar la manera en la que el numerosísimo público congregado en la plaza del Ayuntamiento se entregó con entusiasmo a una propuesta que, atención, inyecta ritmos caribeños y latinos, entre otras sonoridades, a canciones japonesas tradicionales. Parece extravagante, y por momentos lo es, pero la contagiosa energía de los Minyo Crusaders hizo que la balanza terminara decantándose de manera firme a favor del alegre hallazgo. Y del baile perpetuo. Geniales.
Por su parte, el extremeño Gecko Turner cerró el sábado en el Castillo Árabe con una cálida actuación en la que destacó la química establecida con una banda que arropó y engrandeció unas canciones que mostraron su nivel más alto cuando soñaron con ser un Lou Reed tropical y jazzístico o en aquellos instantes donde se dejaron llevar por el calor de los labios del soul. Estupenda despedida para una segunda jornada en la que este conjunto tan variado de artistas, ya fuera a través de un brutal sentido del espectáculo o mediante la sutileza de una caricia, devoraron escenarios y nos invitaron a un brindis por esa música que no entiende de complejos ni prejuicios. ¡Salud!
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