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Resuena el riff de una guitarra tímida que poco a poco va abriéndose paso hasta desembocar en 'Interludio', la introducción de 'Mayéutica' (El Dromedario Récords, 2021), el nuevo disco de Robe Iniesta (Plasencia, 1962). Su nombre es sinónimo de rock, de poesía, de talento. Es ... la voz de varias generaciones que se han emocionado con sus sentimientos viscerales y catárticos. A pesar de los falsos mitos, el extremeño –hoy, a las 21.30 horas, en la Plaza de Toros de Murcia– presenta el tercer disco de su carrera en solitario. Responde al teléfono con un simpático «por favor, no me trates de usted». Ni una palabra más, maestro.
Sus canciones se han convertido en himnos consagrados y sus letras, en pasajes considerados para muchos como 'palabra de Dios'. Por eso, encontrarse con la sencillez, humildad y honestidad franca de Robe Iniesta es impactante. No hay artificios, ni florituras, solo el creador de 'Mayéutica', al que considera la continuación del mítico álbum de Extremoduro, 'La ley innata'. «Conforme iba componiendo –en 2018–, veía que tenía relación con 'La Ley Innata' y, de hecho, es la segunda parte», desvela a LA VERDAD. Una vez compuesto, lo grabó en 2019 y ha estado esperando a que pasara la gira de Extremoduro y la pandemia de Covid-19 para lanzarlo al mercado. A pesar de la espera, el trabajo ha sido bien recibido por sus seguidores, que lo tildan de vitalista. Para él, es un álbum muy alegre que tiene buenas vibraciones y muy buen rollito. «Quizá, en estos tiempos, sea también lo que hace falta», sentencia reflexivo. Y, sinceramente, está encantado con el resultado porque es una canción de 47 minutos que «se toca muy fácil, que no te da pereza, ni cuesta trabajo». En definitiva, «que camina muy bien».
Cuarenta y siete minutos donde hay hueco para los matices y los límites se derriban para que los sonidos eclosiosen en cuatro movimientos, un interludio y una coda final. Pero, ¿cuáles son los ingredientes que alimentan su imaginación? ¿Qué le inspira?
No los hay. Ni ingredientes, ni organigramas. «No me puedo plantear nada», reconoce. Nunca sabe si la canción será larga, corta, triste o alegre; simplemente surge de su mente y desemboca en sus dedos. Se considera un poco espectador de lo que va emergiendo ante sus ojos como, si en vez de creador, fuese una especie de canalizador de la música. Ni siquiera sabe qué le inspira, «ni dónde está el botón para que esto funcione». Un pensamiento que le lleva a rememorar que estuvo cinco años sin escribir ni una sola canción, «buscando dónde estaba el interruptor». Tras muchas vueltas, lo encontró de la única manera posible: cogiendo la guitarra. Además, responde convencido que se siente realizado musicalmente. «Con esta banda tenemos una forma de trabajar muy buena y mucha compenetración».
Álvaro Rodríguez, David Lerman, Carlitos Pérez, Lorenzo González, Alber Fuentes y Woody Amores son sus compañeros de viaje en una etapa musical que nunca hubiese esperado transitar. «Ni de joven, ni de mayor esperaba hacer un disco así porque este tipo de obra es muy difícil», declara. Hace años –rememora– modeló 'Pedrá' (Dro East West, 1995), un solo tema que duraba casi media hora y que, en cierta manera, hizo a propósito porque tenía la certeza de que iba a ser una canción muy larga.
No es de extrañar que, como él mismo suscribe, no entienda las letras. «A veces lo intento pero no me preocupa porque para que una canción sea válida tiene que emocionar y si ya te hace pensar, objetivo cumplido». Escarbar, de eso se trata, de escarbar en busca de la música sin importar los filtros o el lenguaje. Un proceso creativo sin puertas. Si una frase le motiva, la añade aunque tenga un vocabulario grosero porque –recuerda– el lenguaje hay que usarlo y cada palabra tiene un significado y una finalidad.
La vuelta a los escenarios ha sido mejor de lo que esperaba, teniendo en cuenta las distintas restricciones que se encuentran en cada ciudad. «La gente se está adaptando y amoldando a lo que se puede hacer ahora». Aunque, cabe recordar, que cuando presentó 'Destrozares. Canciones para el final de los tiempos' lo hizo en una gira enfocada a teatros y auditorios. Hoy día, piensa de otra forma. «Al final me arrepentí porque lo que hay en la parte de delante, esas vibraciones y ese rollito se pierden». No obstante, aunque es un «rollo» hacerlo sentado, lo están disfrutando.
Ahora, regresan a la carretera después de cuatro años y admite que hay muchos nervios. «Teníamos la necesidad de salir a la carretera porque hay que trabajar ya que por hacer canciones en tu casa no ganas dinero». Sobre Extremoduro y la cancelada gira de despedida, reitera que ha sido la promotora Live Nation la que no ha querido esperarse a que evolucionase la pandemia. De momento, no hay más planes a la vista. «Hay que hacer lo que se puede hacer y ahora es el momento de vivir adaptándonos a lo que hay y disfrutar», concluye. Por lo que está centrando en dos cosas: tocar en esta gira y grabar las canciones nuevas.
Entre pregunta y pregunta, se ríe porque a una servidora se le olvida tutearlo y también reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro. Cree que estos tiempos –que han sido malos para muchas cosas– han tenido cosas buenas y, por este motivo, va a haber «una explosión de creatividad» por parte de los artistas. También que las compañías discográficas han perdido fuerza en unos tiempos donde hay poco relevo para el rock en español. «Antes cuando cogías una discográfica tenías la mitad del camino hecho, ahora no». Remarca que la gente tiene que saber tus canciones y bien lo sabe él que ha perdurado a todas las modas, al igual que el rock. Aun así, duda sobre si es el más indicado para responder cómo ve su carrera. «Voy avanzando intentando no mirar al pasado, salvo para darme cuenta de algunas cosas, y compongo a mi aire».
¿Y qué sueñan las grandes estrellas del rock como Robe? A él le gustaría tocar hasta el fin de sus días porque –cuando tienes un trabajo que te gusta– no piensas en jubilaciones. Al igual que –entre risas– espera ser más sabio con los años. «Todo el mundo cambia porque todo lo que hay a tu alrededor cambia y si lo hace, también cambia tu relación con el mundo. Todo es puro cambio».
Amigable y, sobre todo, humano, el eterno poeta del rock se despide al otro lado teléfono como lo que es ,«un adicto feliz».
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