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Espectacular producción escénica de Avantasia.

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Espectacular producción escénica de Avantasia. Pablo Sánchez / AGM

Una máquina del tiempo llamada Rock Imperium

Glenn Hughes y Avantasia encabezan una segunda jornada del festival cartagenero marcada por las grandes voces y la nostalgia por los 70 y 80

Viernes, 21 de junio 2024, 00:03

Uno de los grandes placeres de asistir a un festival de música es la oportunidad de disfrutar de algunos grupos que de otro modo sería imposible ver en directo. El Rock Imperium brindó este jueves en Cartagena una de esas ocasiones doradas, al ofrecer la primera y última actuación en España de Cirith Ungol. Desde su formación en 1972, estos escurridizos californianos han mantenido una carrera intermitente, sin lograr escapar de esas listas de «mejores bandas que nadie conoce». Su carácter de concierto de despedida hizo que la cita estuviera marcada por cierto sabor agridulce, pero Cirith Ungol convenció tanto a sus fieles como a los neófitos con su heavy metal oscuro y pesado que parecía emerger de la mazmorra de algún malvado nigromante salido de las novelas de Michael Moorcock. Llega tarde, pero al fin reconocimiento en nuestro país para una carrera que mereció mejor suerte.

De formación moderna pero también con un pie en los sonidos de los 70, Kadavar mantuvo la fascinación por esta década de bigotazos, barbas como nidos de cigüeña y baretos de suelo pegajoso con un intenso alarde de rock psicodélico deliciosamente retro con tufo a Jack Daniel's. Pesados, en el buen sentido, y con mucha actitud. Excelente aperitivo para Richie Kotzen, que tomó el relevo con su irresistible hard rock bluesero. Dotado con un talento insultante, el norteamericano es un guitarrista virtuoso, un cantante cargado de sensibilidad y un compositor muy creativo -estoy seguro de que hasta cocina bien-, pero también es un culo de mal asiento y su carrera en solitario se ha visto ensombrecida por sus muchas y muy destacadas contribuciones en otras bandas de alto perfil, como Mr. Big, Poison o The Winery Dogs -que ya le trajo a la edición anterior del Rock Imperium-. Algo estático y con un equipamiento técnico mínimo, el músico dejó que las canciones hablaran por sí mismas. Su hora de repertorio se centró en sus dos últimas décadas de producción propia, donde el rock más apasionado transita de la mano de otras influencias como el jazz o el funk. Un grande.

El tremendo derroche de genialidad de Richie Kotzen le hizo flaco favor a TNT, que hizo lo que pudo para ganarse el favor del público, sin que su hard rock ochentero básico y excesivamente edulcorado terminara de enamorar. Algo similar sufrió Extreme el día anterior. Buenos músicos y muchas ganas, pero una actuación que podría haber estado muy bien en un contexto aislado pasó sin pena ni gloria por el festival, donde es más difícil destacar.

TNT. Pablo Sánchez / AGM

Una acertada alternativa a TNT fue Night Demon en el tercer escenario, un trío norteamericano que practica un contundente heavy metal de la vieja escuela sobrado del colmillo que le faltó a los noruegos. Como curiosidad, resulta que dos de sus componentes también tocan en Cirith Ungol, así que se marcaron un doblete. Resultó la opción ganadora, puesto que los 'foodtracks' se encontraban instalados justo al lado y la ruda fórmula de Night Demon supo aún mejor dando buena cuenta de la sorprendentemente variada oferta gastronómica del festival. Cenar hay que cenar.

La cara oculta de Deep Purple

La segunda jornada del Rock Imperium continuó apostándolo todo por el hard rock con el concierto especial de Glenn Hughes dedicado a su etapa en Deep Purple -la última vez que tocará estas canciones, según dice, ya veremos-. Después de disfrutar en la pasada edición de la banda completa, la idea de ver a un 'expurple' rebotado podría parecer cosa menor, pero debe tenerse en cuenta que esa parte de la historia de la formación fue un punto y aparte que rara vez tiene la oportunidad de celebrarse en directo. Tampoco es que Hughes sea un exmiembro cualquiera, sino que se trata de una de las grandes leyendas del rock de los 80, así que la propuesta de verle defendiendo su legado púrpura en primera persona resultó de lo más apetecible.

Glenn Hughes. Pablo Sánchez / AGM

La razón de ser de su actuación, evidentemente nostálgica, fue rendir homenaje a la etapa que cubrió junto a David Coverdale tras la marcha de Ian Gillan, a mitad de los 70. El cantante y bajista participó en tres discos incomprendidos en su momento por incorporar elementos de boogie, funk y soul, y posteriormente relegados a un inmerecido segundo plano tras la reunión de la formación clásica de Deep Purple una década más tarde. Fue un placer escucharle hacer justicia a unas canciones adelantadas a su tiempo, en un fenomenal estado de forma -de hecho, se conserva mejor que el propio Gillan-, aunque en algunos momentos el sonido de la banda se antojó algo seco. Sirva de ejemplo 'Burn', que no es lo mismo sin las coristas de la versión de estudio, aunque por otro lado se agradeció que se lograra replicar el encanto analógico propio de la época. Casi se podían escuchar los cálidos crujidos del vinilo. ¿Y qué decir de las patillas y los pantalones de campana que lució Hughes? Solo con esas pintas ya me ganó.

El cabaret de Tobias Sammet

Tras su paso por la primera edición del festival, Avantasia regresó este año con una producción escénica aún más cuidada y dos horas de repertorio que dieron para repasar su ya muy respetable discografía. Su propuesta no es la de una banda al uso, sino que se trata de un proyecto de óperas rock en las que colaboran algunas de las estrellas de la escena, lo que supone un problema a la hora de salir de gira. En esta ocasión los compromisos profesionales de Jorn Lande y Eric Martin (cantante de Mr. Big), dos de las voces más destacadas de este proyecto coral de Tobias Sammet, no pudieron estar en Cartagena y eso le restó impacto a la actuación. Sí estuvieron Bob Catley, a pesar de las dudas despertadas tras anunciar su retiro de Magnum, Ralf Scheepers (de Primal Fear) y Tommy Karevik (de Kamelot).

Consciente de lo complicado que resulta cuadrar las agendas de sus numerosos colaboradores, el líder de este cabaret del metal ha reforzado el papel de Herbie Langhans, Chiara Tricarico y Adrienne Cowan, que ya no son meros coristas sino que también se encargan de interpretar algunos duetos y darle la réplica al propio Tobias Sammet. El alemán nuevamente volvió a destacar como un excelente vocalista y un carismático 'frontman' que no dejó de bromear con el público, como cuando preguntó si Cartagena era la «capital de Murcia».

El público disfrutando del concierto de Avantasia. Pablo Sánchez / AGM

Por importantes que fueran las ausencias, no se le puede restar mérito a un gran 'show' que fue más allá de lo meramente musical, con una puesta en escena muy teatral y un derroche de pirotecnia que sumó espectacularidad y también sirvió para elevar la temperatura en una noche que resultó bastante fresca.

El épico power metal de Kamelot, con Tommy Karevik empalmando tras su participación en el concierto de Avantasia, y la furia de Marduk -que tocaron a la vez en escenarios separados, obligando al público a tomar una difícil decisión- fueron una buena manera de finalizar una notable jornada de rock que, sin embargo, no consiguió hacer olvidar la formidable actuación de Judas Priest el primer día de festival.

Si me preguntan a mí, no me parece mala cosa haber podido disfrutar de un jueves más tranquilo, si tenemos en cuenta lo que está por venir en la segunda mitad del festival. Este viernes Saxon destapará el tarro de las esencias del heavy metal más puro y Emperor desatará sobre Cartagena todos los demonios del infierno. Recen lo que sepan.

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