![Rafa Val, cantante y guitarrista de Viva Suecia, este sábado, en el festival Warm Up Days.](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202110/10/media/cortadas/rafa-val-kBCD-U1507936200759LI-1248x770@La%20Verdad.jpg)
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Viva Suecia ofrece el concierto más impresionante del sábado en un Warm Up Days cuya segunda jornada dejó un buen puñado de grandes momentosLa frente marchita por la espera. El corazón de escalofrío en escalofrío. La brisa otoñal como aceite para los músculos oxidados. El éxtasis como inesperado tren de mercancías hasta la paz de lo reconocible. La sensación de acudir a la llamada del ruido para abrir la puerta de una casa que temimos perder para siempre en el silencio de cuatro paredes cerradas a cal y desencanto. El alzamiento del verbo regresar frente a la utopía que se creía ganadora. La Fica como edén improvisado para retomar el camino en el punto donde lo habíamos dejado. El pecho abierto para recuperar el oxígeno que habíamos gastado en la supervivencia de la incertidumbre. Los abrazos como legítima recompensa. Silencios solamente para prepararse antes del próximo tema cantado a pleno pulmón. Descubrir que el alba puede surgir en ese punto del anochecer donde los destinos quedan marcados. Y la música en directo como salvación y reincidencia, resiliencia y conmoción, terremoto y escondite. En todo esto reside gran parte del valor de estos Warm Up Days en los que uno querría quedarse a vivir para limpiar las hojas caducas que dejaron aquellos meses en los que siempre era invierno.
Artistas y calificaciones: Kuve (Bueno); Carlos Sadness (Decepcionante); Varry Brava (Notable); Mando Diao (Notable); Viva Suecia (Excelente).
Dónde y cuándo: La Fica, sábado 9 de octubre.
No es igual que antes del temporal pandémico, todavía hay que leer entre mascarillas, pero la sensación de libertad vivida en compañía de una multitud que canta al unísono, salta hasta jugarse el físico y comparte la experiencia de un concierto generando un hilo tan invisible como indestructible tiene mucho de eco renovado. Con semejante toneladas de emoción a flor de piel entre el público solamente faltaba que la propuesta musical funcionara sobre el escenario y, afortunadamente, la decepción no hizo acto de presencia en esta segunda jornada. Eso sí, si se trata de subrayar lo más memorable que dejó este sábado, conviene empezar por el final.
O por el principio, porque lo de Viva Suecia es una especie de estado flotante en el firmamento de la inspiración, de alcanzar las alturas desde antes del primer disparo y no descender ni un milímetro hasta que quede derramada la última gota de sangre, sudor y lágrimas. Más que un concierto, el suyo fue un clímax constante dirigido por una banda en la que confluyen varios valores (y otros principios) fundamentales como la elegancia, el impulso inteligentemente medido, el músculo rock, la sensibilidad pop, la épica de ojos cerrados al cielo, la generosidad o la pasión. Sobre estos pilares básicos que fundamentan también la valía de sus sobresalientes trabajos discográficos, con el impresionante 'El Milagro' a la cabeza, Viva Suecia entregó lo mejor de su repertorio en un directo que funcionó como perfecta apisonadora emocional y alcanzó cotas de intensidad abrumadoras gracias a soberbias interpretaciones de temas como 'Días amables'; 'Los años'; 'A dónde ir'; 'Qué querías ser de mayor' o unas 'Parar la tierra' y 'La voz del presidente' que se han adaptado con aplastante facilidad a su ya considerable colección de himnos. Canciones para deshojar los mandamientos de la nostalgia y reventar los cimientos de la ciudad que conforman el formidable presente de un grupo que firmó el concierto más redondo de la jornada. Inolvidable.
Y eso que llegamos a él con la garganta más que tocada y las piernas pidiendo algo de tregua. Todo por culpa de Mando Diao, banda que suple la irregularidad de sus últimos trabajos de estudio, obras que funcionan exclusivamente en forma de destellos, con un directo que no ofrece opción al respiro. Desde 'Black Saturday' hasta el brutal cierre con la incombustible 'Dance with somebody', los suecos ofrecieron un recorrido por la práctica totalidad de su trayectoria, mostrándose en todo momento entregados a la causa de hacernos danzar hasta perder el control. Por eso, aunque se echó en falta alguna parada más en sus tres primeros discos, lo mejor es quedarse con la energía contagiosa e indomable que transmitieron con 'Society', 'Hippie son', 'Down in the past', 'Dancing all the way to hell' o la sublime 'Gloria', momentos especialmente destacados de su notable actuación.
Espera, ¿quién ha dicho que dejemos de bailar? Volvemos a ponernos de pie para escribir sobre unos Varry Brava que mantienen con firmeza su filosofía de poner toda la carne en el asador hasta quemarnos las plantas de los pies. La suela de los zapatos ni la contamos. Qué absurdo sería intentar resistirse a los magníficos estribillos de 'Fantasmas', 'Playa' o 'No gires', aciertos asegurados de un repertorio al que hay que ir sumando hallazgos recientes como 'Hortera', 'Ritos exóticos' o la fantástica 'Mi mejor momento'. Si hemos celebrado con tanto entusiasmo la posibilidad de levantarnos en los conciertos es para disfrutar a lo grande de bandas como Varry Brava.
También para aplaudir a artistas como Kuve, alter ego de Maryan Frutos, que hacen de la inquietud y la evolución una forma de vida. Apoyada en su admirable talento vocal y presencia escénica, la cantante y compositora murciana ofreció un estupendo concierto de esbelto synth pop con claros ecos ochenteros y una fuerte personalidad melódica que reflejó su mejor versión en temas como 'Bailar en la tormenta', 'Castillos de fuego' o una 'La noche en la que no vamos a desaparecer' celebrada con justicia por todo lo alto. Siempre es un placer disfrutar de Kuve en directo.
Menos entusiasmo generó un desangelado Carlos Sadness que, sin embargo, volvió a demostrar que su pop colorido y tropical sigue funcionando a las mil maravillas entre gran parte del público. Imposible negar la evidencia, a pesar de los bostezos, cuando se observa a número de personas tan alto dándolo todo en una hora tan poco festiva como las cinco de la tarde. No hay sobremesa que pueda con las ganas de bailar, cantar, vibrar, disfrutar y compartir de nuevo. Eso es todo lo que importa. Y, al fin, está en el aire.
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