![¡Cómo nos gusta el jazz!](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202011/07/media/cortadas/jazz-combo-U70877222192h6H-U12069818519408G-1248x770@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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Cuando, apenas iniciado el concierto, un espectador le pidió 'Demasiado corazón', Willy DeVille acercó sus kilométricas botas de tacón cubano al borde del escenario, esbozó media sonrisa, y le espetó en español con tono entre la seducción y la intimidación: «Drangüilo (tranquilo), hay toda la noche, no tenemos nada que perder». Si alguien tenía alguna duda, quedó difuminada de inmediato: ese tipo estrafalario, con quien jamás harías negocios y que apenas tres años más tarde diría adiós a este mundo, era toda una estrella y el escenario su merienda. Cada gesto suyo dejaba de ser sugerencia para convertirse en ley. El tipo que mejor supo plasmar el espíritu de los barrios menos aseados de Nueva Orleáns, dejó su huella indeleble en el festival Cartagena Jazz.
Cual digital túnel proustiano, la hemeroteca de LA VERDAD le permite rememorar –o conocer– aquellas sensaciones de clase y elegancia supremas, como la que también transmitió, si bien desde unas avenidas mucho mejor iluminadas, el sensacional Branford Marsalis en su visita al festival en 2014. Cordialmente distante, el mayor de los Marsalis ejerció como líder absoluto de un cuarteto tan virtuoso como comedido cuando el foco apuntaba a otro lado. Protagonismo compartido, líderazgo indiscutido. Incluso para frenar a su joven baterista, a quien tras la primera pieza tuvo que recordarle que aquello era jazz, un género donde el matiz puntúa por encima. Cuatro excelentes músicos centrados en el diálogo colectivo, la interacción y la improvisación, dentro de un discurso siempre melódico, en el que predominan la precisión y la sutileza. Hay otro jazz más vanguardista, pero no se puede tocar mejor.
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