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En 'Adiós, cielo azul, llegó la tormenta', una de las mejores canciones de su último trabajo, el formidable 'Se nos lleva el aire', Robe Iniesta ... se plantea en voz alta si lo que le pasa es que le cuesta separar el presente del ayer. Y lo cierto es que, tras su visita a Murcia, cualquier tipo de incertidumbre dirigida en esa dirección debería esfumarse como hacen los fugitivos enamorados que no encuentran atajo ni horizonte en su mapa de deseos e ilusiones. Durante la actuación que nos brindó el maestro placentino en el recinto ubicado en Nueva Condomina, el cual silenció momentáneamente las polémicas revelándose como un espacio fabuloso para el desarrollo de grandes eventos, el pasado quedó como poco más que una gota en mitad de una reivindicativa tempestad del aquí y ahora. Quienes acudieran buscando exclusivamente clásicos de los esenciales Extremoduro es posible que salieran ligeramente decepcionados, pero, por el contrario, aquellas personas que llegaran a la cita dispuestas a celebrar la etapa en solitario de Iniesta se llevaron a casa el recuerdo de un espectáculo de más de tres horas de duración al que solamente se le puede echar en cara los excesivos tiempos muertos entre canción y canción y un discutible intermedio de cerca de treinta minutos. Un 'pero' menor en el mismo instante en el que las notas regresaban a las andadas.
Dónde: Espacio Nueva Condomina (Murcia).
Cuándo: Sábado 21 de septiembre
Calificación: Muy bueno
Eso sí, antes de profundizar en el repertorio y la correspondiente defensa de este, conviene elevar al conjunto de músicos que acompañan a Robe en esta nueva travesía. No cabe duda de que las canciones que se fueron sucediendo tienen una enorme valía, pero, del mismo modo, el alcance de su impacto sonoro, emocional y casi podríamos decir poético no sería el mismo sin el papel fundamental de Álvaro Rodríguez (teclados), Alber Fuentes (batería), David Lerman (bajo y clarinete), Woody Amores (guitarra), Lorenzo González (guitarra y coros) y Carlitos Pérez (violín).
Las comparaciones son odiosas por naturaleza y gratuitas por definición, pero, visto lo visto y escuchado lo escuchado, resuena con fuerza la afirmación que realizó el propio Iniesta antes de comenzar esta gira: «Somos más banda de lo que ha sido Extremoduro nunca». Imposible quitarle la razón. La complicidad sobre el escenario entre líder y grupo es absoluta, la destreza que muestran para bordar el virtuosismo sin caer en lo plomizo es ejemplar, su aparente facilidad para entender lo que cada tema necesita en el momento preciso es admirable y el vuelo musical que alcanzan piezas laberínticas e intrincadas como 'Del tiempo perdido', 'Contra todos' o el segundo y cuarto movimiento del monumental 'Mayéutica', protagonistas del tramo más deslumbrante de la velada, les aterriza en el mismo firmamento de lo apabullante.
Por su parte, los temas del citado 'Se nos lleva el aire' confirmaron en el directo ese perfil más melódico y accesible que se intuía en las primeras escuchas, especialmente en interpretaciones tan inspiradas como las de 'Puntos suspensivos', 'Nada que perder', 'El hombre pájaro' o 'El poder del arte', joya que navega entre los mares del rock sinfónico y progresivo. Sacando cuentas, hablamos de una aplastante mayoría de referencias solistas frente a unas paradas en el legado de Extremoduro que se vieron reducidas a 'Standby' y 'Si te vas', preciosas ambas, 'Prometeo', 'Poema sobrecogido', 'La vereda de la puerta de atrás' y una 'Ama, ama, ama y ensancha el alma' que ejerció de coreada despedida.
Un final atronador y nostálgico, sí, pero añoranzas las justas. El hoy quema en los dedos y hay que aprovecharlo antes de que se transforme en una maleta de ceniza que, de pura contradicción, puede resultar tan ligera como pesada. Robe lo tiene claro y actúa en consecuencia, bordando conciertos que, como el del pasado sábado, suponen toda una gloriosa ceremonia del presente por encima de la resaca de lo vivido.
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