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Hay quien prefiere el ocioso azul del estío, los hay que se decantan por el blanco frescor de la nieve y tantos otros optan por el irisado cromatismo de la primavera. Pero es en otoño cuando el melancólico guiño del romanticismo tiende a anegar los ... sentidos. Perezosas gotas de lluvia y cristales empañados sobre los que escribir un recuerdo. Afuera la neblina lucha con el viento y, dentro, una rara lucidez que se transmuta en calma. Los coches se deslizan sobre el húmedo asfalto de la ciudad y los semáforos invitan a evocar sensaciones acaso solo intuidas. A lo lejos suena una canción. Aún faltan unos días para su llegada oficial, pero Murcia dará la bienvenida al otoño este próximo jueves 15 con el concierto de Jay-Jay Johanson (Teatro Circo Murcia, 21 horas, 18-15-12 euros según localidad), el moderno trovador sueco que convirtió la melancolía en seducción.
Más apreciado en Europa que en los Estados Unidos, Johanson irrumpió en la escena musical a mediados de los noventa, en pleno auge del trip-hop, un género en el que cabría encuadrar su propuesta, si bien partiendo de una sensibilidad y unos presupuestos muy personales, en los que tanto el jazz como esa mezcla de suavidad y profundidad vocal propia del 'crooner' se advierten como señas de identidad. Llamó mucho la atención con sus dos primeros álbumes –'Whiskey' (1996) y 'Tattoo (1998)– y aunque alternó algún trabajo más cercano a la pista de baile, pronto regresó al que es su mejor registro, como prueban sus últimas entregas, 'Opium' (2015) y 'King Cross' (2019), álbumes plagados de afligidas caricias sonoras.
El rubio sueco de Trollhättan, un lugar donde, según la mitología, los gigantes troll del río Göta se deslizaban por sus cataratas y cuya electricidad fundía los barcos, es, esto sí, mucho más locuaz componiendo e interpretando sus piezas que hablando sobre ellas. «Bueno, qué puedo decir, no sé. Yo solo he seguido escribiendo y trabajando constantemente durante estos últimos 26 años: componiendo letras, melodías, tocando el piano o creando ritmos, haciendo giras...». «En mi opinión –continúa Johanson en su lacónica conversación con LA VERDAD–, la combinación de mi manera de siempre de escribir canciones de amor junto con los ritmos ralentizados del hip hop, es un terreno sobre el que todavía se puede desarrollar un sonido. La búsqueda de la belleza es lo único que tiene sentido, me encantaría dejar algo de ella tras de mí cuando me vaya».
Entre las texturas y atmósferas del trip-hop, la calidez vocal del 'crooner' y la elegancia del jazz («sin olvidar las bandas sonoras, que también han sido una importante influencia para mí») hay un halo de melancolía que invade cada una de sus composiciones, una suerte de tristeza que acaba convirtiéndose en redención. «La melancolía nos alivia quizá porque consigue que otras personas que sienten tristeza, puedan sentir que realmente no están solas», explica el compositor y cantante sueco.
Sentimientos «La melancolía nos alivia porque hace que otras personas que sufren tristeza no se sientan solas»
Futuro «La gente quiere volver a su vida de antes, pero lo de antes tampoco era perfecto»
Jay-Jay Johanson regresa a la Región de Murcia, donde dejó grata huella tras su sobresaliente concierto en La Mar de Músicas 2016, con un (casi) nuevo álbum, el muy notable 'King Cross'. Un disco publicado en el pasado 2019 pero que la crisis provocada por la maldita Covid-19 le impidió presentar en la pertinente gira europea. Nunca es tarde si la música es buena, como lo son sus expectativas de cara a ese nuevo futuro en ciernes. «Realmente espero que hayamos aprendido algo. La gente dice que quiere volver a su vida de antes, pero lo de antes tampoco era perfecto. Espero que podamos volver a empezar de nuevo y hacer del mundo un lugar mejor».
Jay-Jay se limita a contestar con un «vaya, qué curioso» cuando le comento que sus conciertos resultan óptimos para enamorar(se) y con un «oh, no sé» a mi pregunta sobre la liberación a través del arte. Algo menos escueto se muestra cuando le inquiero acerca de la necesidad de tomar distancia, o sumergirse en ellas, con sus propias canciones a la hora de interpretarlas. «Bueno, ya el hecho de que cante en una lengua que no es mi lengua materna pone algo de distancia», señala, «pero sí que intento ser lo más íntimo y personal posible».
'I don't know much about loving', reza el título de una de sus canciones. Y quién sabe si nos engaña o solo es un alarde de sinceridad sobre ese viejo asunto que, dicen, mueve el mundo. Sea como fuere, sus sutiles piezas de material electrónico y calidez analógica –más lo segundo que lo primero, sobre todo en vivo–, rebosan de un sentimiento que bien pudiera catalogarse como tal.
Decía Paul Verlaine que «los sollozos del violín del otoño son una herida en el alma de raras congojas sin fin». No sé si lo entiendo, pero me gusta.
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