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Durante algunas semanas hubo justificada preocupación, pero este sábado se celebró con total normalidad el concierto de Eclipse en Murcia. Tras lograr encontrarle acomodo en la Mamba, la banda sueca ha sido prácticamente la única que se ha salvado de la oleada de cancelaciones derivadas del cierre de la Sala Gamma, cuyo futuro parece más incierto conforme pasan los meses. Ojalá pueda reabrir pronto ese entrañable templo de la música, donde he vivido algunas de las noches más memorables de mis años mozos. Sirva de recordatorio de que hay que disfrutar al máximo de las cosas que nos gustan porque no sabemos cuándo puede llegar una orden de cierre o cualquier otro problema.
Por razones que no vienen al caso, no andaba yo esa noche con el mejor de los ánimos y para colmo hacía un frío que pelaba, pero no me iba a permitir faltar a uno de los conciertos más destacados de final de año en Murcia. Y menos mal. Ya en la cola el ambiente era algo notable. No porque hubiera demasiada gente –casi se llenó la sala, pero el gentío llegó después de abrir las puertas, que no había necesidad de pillar un catarro tontamente-, sino porque había bastantes grupos de fans de otros países, como Alemania o Finlandia, que viajaron hasta Murcia para acompañar a Eclipse en la que sería la penúltima fecha de su gira europea. Pocas veces se vieron en la capital del Segura tantos cabellos rubios reunidos en el mismo sitio.
Para acompañar a los de Estocolmo se escogió, con muy buen tino, a los también suecos Remedy. Fue una de esas ocasiones en las que los teloneros se encuentran totalmente alineados con el plato principal de la noche, tanto en calidad como en estilo. El grupo convenció con su hard rock con tintes AOR y un punto hortera que los propios músicos se encargaron de enfatizar con sus poses exageradas y unas vestimentas que parecían sacadas de un mercadillo 'vintage'. Impagable el abrigo forrado del guitarrista principal, que recordaba al que podría llevar un proxeneta de alguna película de serie B de los años 70. Tocaron alrededor de una decena de temas y se fueron de Murcia con un buen número de nuevos seguidores en el bolsillo. Un fichaje ideal.
La estética 'retro' siguió presente en el montaje escénico de Eclipse, que incluía una pantalla detrás de la batería y una serie de figuras triangulares compuestas por tubos led programables, evocando las luces de neón de los bajos fondos de una gran ciudad. Como una radio buscando la frecuencia, una nostálgica cuenta atrás permitió rememorar algunas obras maestras de la historia del rock. Una intro curiosa pero con mucho sentido para una banda que se caracteriza por aglutinar un rosario de influencias de lo más variado. Al llegar a cero, los suecos entraron al escenario como un huracán, interpretando la enérgica 'Roses on Your Grave'. Sin dejar un momento de respiro siguieron con 'Got it!' y 'Run for Cover', con los cuatro músicos echándose carreras por el escenario como críos sueltos por un parque de atracciones. Complicado pillarlos quietos para hacerles una buena foto.
Aunque al cantante y guitarrista Erik Martensson se le notó el frío en la voz durante el arranque, cualquier duda sobre su desempeño quedó desterrada en cuanto entró en calor (tardó aproximadamente quince segundos, no se vayan ustedes a pensar que le costó al hombre). 'The Storm' y 'Killing Me' sonaron a gloria, con el líder demostrando que es una fuerza de la naturaleza, tanto en su papel como cantante y guitarrista rítmico como a la hora de conectar con el público. Sin desmerecer a sus compañeros, que también tuvieron sus momentos de gloria, fue claramente el protagonista de la noche.
A pesar de que la motivación de la gira era presentar el reciente segundo volumen de 'Megalomanium', un disco doble editado en dos partes, no sonaron demasiadas canciones nuevas y, de hecho, la primera tardó en llegar. Fue 'Falling to My Knees', el clásico cañón marca de la casa con un estribillo altamente coreable y una energía pegajosa propia del power pop que no me disgustó en absoluto. La otra fue 'Still My Hero', que me dejó sentimientos contradictorios. Su versión de estudio es mi canción favorita del nuevo disco, sin embargo en directo se convirtió en una balada con guitarra acústica que, aunque sirvió de agradecido paréntesis emotivo, le quitó bastante fuerza. Dedicada a su padre fallecido, entiendo que es un tema especial para Martensson, que la interpretó con gran sentimiento. Por un lado eché de menos su concepción original, pero también valoro el intento de darle una vuelta a las canciones en directo. De hecho, durante todo el concierto no faltaron revisiones de todo el repertorio, en forma de partes extendidas y nuevos solos, que permitieron apreciar mejor el talento de los guitarristas y darle un sabor propio, distinto a las grabaciones de estudio.
La pesada 'The Masquerade' se fundió con un sorprendente solo de batería que demostró que no hace falta tener un gran kit de bombos y platos para lucirse cuando hay alguien con talento sentado detrás. La descarga se acompañó de un vistoso espectáculo de luces led y, a continuación, se entremezcló con una reinterpretación de 'Carmina Burana' de fondo, para finalmente dar paso a 'Saturday Night', un himno festivo que llevó al éxtasis a un público que en todo momento se mostró entregadísimo y muy participativo.
El impecable despliegue encaró su recta final con la festivalera 'Battlegrounds' y la preciosa 'The Hardest Part is Losing You', que me tocó la fibra sensible especialmente. La despedida, como no podía ser de otra forma, llegó con el 'hit' más reconocido del cuarteto, 'Viva la victoria', una canción infalible con un estribillo que funciona especialmente bien entre el público español, que lo coreó como si no hubiera un mañana. Abrumado, Erik Martensson lo agradeció con un '¡viva la Murcia!' bastante gracioso. Y hay quien dice que los suecos no tienen sangre en las venas.
Por una serie de catastróficas desdichas en el plano personal, no estaba yo para tirar cohetes ese sábado y aun así Eclipse consiguió que saliera de la sala Mamba con una sonrisa y el pecho aligerado de peso. Deberían recetarlo los médicos. Una noche de buen hard rock es una medicina que rara vez falla.
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