Doce poemas de amor y una canción...
CRÍTICA DE MÚSICA ·
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CRÍTICA DE MÚSICA ·
El repertorio de Vicente Navarro bebe de músicas de raíz, pero suena nuevoImaginen a un joven maestro de un pueblo republicano en la guerra civil española. Un tipo formado en letras que disfruta enseñando a sus púberes alumnos las virtudes de la literatura y el teatro. Con una sensibilidad alta en emotividad y baja en testosterona. Alguien ... a quien se aprecia porque hace el bien. Pues Vicente Navarro viene a ser algo así pero en formato musicado y en estos tiempos actuales no menos necesitados de amor por la cultura. En su primera visita a Murcia, el madrileño dejó impregnado ese sabor del agua fresca de manantial, en un concierto breve –poco más de una hora– y exquisito.
Lo mejor es que ese aroma adorablemente ingenuo de pueblo español, de donde asoma la raíz de sus canciones, se presenta debidamente actualizado –pueblo con wifi y 5G– en una propuesta que suena tan reconocible de fondo como novedosa en las formas y, miren por donde, definitivamente personal y moderna. A ello ayudan las ambientaciones y percusiones electrónicas de la japonesa Brenda Sayuri y las comedidas guitarras de Rubens Allan, pero por encima de todo las cualidades vocales y compositivas de un autor que reconoce sus raíces pero vive con intensidad el presente. Ante tanto cantautor plasta que canta con amor y duerme a las ovejas, la mirada de Vicente Navarro, sin dejar de apuntar al gran sentimiento, se advierte aun más enriquecedora.
Caricias sonoras y textos emocionados, entre el amor de 'En el río' («Qué bonito que vinieras / qué bonito que ya estés aquí / qué bonito que cuando hablas de amor te refieras a mí») y 'Las montañas («Cuando caiga el sol / iré hacia el oeste / olvida lo peor de mí / y apriétame fuerte») y la denuncia de 'Esternón', dedicada al colectivo LGTBI, o 'Los dientes' («Y entre los árboles, los compañeros / sacaron sus armas y abrieron fuego / y entre los árboles, los compañeros / sacaron las armas pero perdieron»), en una escena que inevitablemente recuerda a García Lorca.
La delicadeza siempre presente, en todo caso, en un repertorio dramatizado, en el que hubo espacio para su revisión personal de 'Al alba', que bebe sin atragantarse de músicas populares como el flamenco, el folclore nacional, algún que otro giro arábigo o el guiño a la verbena popular, pero que en su voz se transforma en algo nuevo y esperanzador. Sin duda, una buena inversión en estos tiempos tirando a grises.
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