![Doro Pesch, este sábado, durante su actuación en el Rock Imperium.](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/06/23/1482817888-U200188246111idE-U220518910656lFI-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Dicen que después de la tempestad viene la calma, pero después de la atronadora descarga de Emperor en el Rock Imperium no hubo momentos para el descanso en una cuarta y última jornada del festival que obligó a los asistentes a limpiar rápido los ... platos de michirones para poder presentarse en El Batel a tiempo para el concierto de Cobra Spell. La jovencísima banda femenina de hard rock con herencia glam es una de las revelaciones de la temporada y demostró que las expectativas estaban más que justificadas. Con una actitud explosiva sobre el escenario, transportaron al público al rock ochentero más salvaje, cabalgando a lomos del vozarrón de Kristina Vega y los afiladísimos solos de la guitarrista Sonia Anubis. Diría que tienen un gran futuro por delante, pero lo cierto es que ya son grandes.
Tampoco dejaron títere con cabeza las japonesas de Lovebites. Bajo la engañosa piel de un lindo quinteto de j-pop se esconden unas feroces lobas que arrasaron con un acelerado y virtuoso power metal que, sin embargo, no estuvo falto de efectivas melodías. Al igual que sus predecesoras, después de bajarse del escenario dedicaron un buen rato a hacerse fotos con sus fans en la zona de firmas. No sé cuántos las conocerían de antes pero, a juzgar por la kilométrica cola que se formó, se fueron de Cartagena con muchos seguidores rendidos a sus pies.
Bajaron las revoluciones, aunque no la calidad, Spidergawd y Green Lung, dos nombres no demasiado conocidos a priori, pero que convencieron a golpe de stoner con aires retro. Una buena respuesta a lo que hizo Kadavar el jueves -una gira conjunta de los tres sería una gran idea- y también una ocasión para recargar las pilas después de un arranque de jornada realmente intenso. De igual modo, el exquisito rock progresivo de Riverside invitó a paladear con calma unas canciones complejas, emotivas y de gran riqueza instrumental. Otro grupo a tener muy presente, a pesar de que algunos problemas con las frecuencias bajas -algo que se produjo de forma intermitente durante todo el festival- le restó definición a su sonido.
La relativa calma que parecía haberse instalado en el Rock Imperium saltó por los aires cuando salió a escena Doro Pesch. El huracán de Düsseldorf resucitó el legado de Warlock, la banda que la catapultó a la fama a mediados de los 80, cuya carrera fue truncada prematuramente por culpa de un conflicto legal. Tras recuperar recientemente los derechos sobre el nombre, la 'reina del metal' ofreció en Cartagena un recorrido por lo más granado de su producción.
Aunque los mayores himnos de Warlock, como 'All We Are', la motiva 'Für Immer' o 'East Meets West', han seguido sonando con regularidad en los conciertos de Doro como solista, la retrospectiva permitió disfrutar de otras canciones más oscuras que parecían relegadas al inmerecido olvido. Además, como aliciente, contó con la colaboración de Tommy Bolan, miembro de la formación en su última etapa, un monstruo de las seis cuerdas que completó una vigorosa alineación de tres guitarristas.
Infalible e incombustible, Doro ofreció una actuación explosiva que sorprendió con la inclusión de un guiño a Judas Priest versionando su 'Breaking the Law'. La alemana es un valor seguro en cualquier festival, pero la crudeza del material de Warlock hizo que en esta ocasión el nivel de desenfreno fuera incluso mayor. No hay quien le dispute la corona a la 'reina del metal'.
Yngwie Malmsteen, segundo cabeza de cartel de la noche, fue una exhibición de puro virtuosismo, con todo lo bueno y malo que eso conlleva. Guitarrista de guitarristas, cuenta que comenzó a tocar inspirado por el violinista Niccolò Paganini y lo cierto es que su estilo neoclásico hizo que por momentos pareciera un enloquecido Paganini de las seis cuerdas. Los músicos que había entre el público fueron probablemente los que más disfrutaron de su asombrosa pericia, en una actuación pródiga en larguísimas y complicadas secciones instrumentales que exasperaron al público. También sonaron algunos pelotazos de buen hard rock melódico de corte más tradicional, esos que le hicieron ganar millones en los 80, pero el hecho de que tuviera que tirar de 'Smoke on the Water' para levantar un poco los ánimos dice bastante.
Aunque Yngwie Malmsteen transitó por la fina línea que separa la genialidad de la tomadura de pelo, poder disfrutar de uno de los mejores guitarristas de la historia, en una etapa de su carrera en la que le cuesta abandonar su mansión de Miami y su colección de coches deportivos para dar conciertos en Europa, fue un privilegio. No obstante, su actuación, más cercana a un recital de música clásica que al rock al uso, fue un hueso duro de roer y no faltaron los que se apearon mareados de su montaña rusa de escalas. La fiable brutalidad de Carcass los recibió con los brazos abiertos en el tercer escenario. Para colmo, haciendo honor a su fama de tipo con carácter difícil, se fue de manera abrupta y bastante antes de lo previsto, provocando algunos abucheos entre la audiencia -aunque también hubo quien lo celebró-. Quizá tocó la guitarra tan rápido que le sobró media hora.
El fin de fiesta corrió a cargo de los divertidísimos The Darkness, que con su rock liviano y con un punto autoparódico dibujaron muchas sonrisas entre el público. Centraron su repertorio en celebrar el vigésimo aniversario de su rompedor 'Permission to Land' y se mostraron energéticos y carismáticos, un contrapunto ideal a Malmsteen que volvió a poner de relieve el buen tino de la dirección del festival a la hora de distribuir los horarios para compensar las subidas y bajadas de ritmo.
La del sábado fue una notable y, sobre todo, muy equilibrada jornada para concluir una tercera edición del Rock Imperium de plena consolidación y cuya organización se mantuvo en todo momento al nivel de las mejores citas europeas. Fue un día de dos lecturas también. Se podría criticar que después de la apoteosis de KISS el año anterior habría sido preferible programar la actuación de Judas Priest el último día para cerrar con mejor sabor de boca, pero las agendas de los grandes artistas admiten poco margen de maniobra -puede dar fe la organización del vecino Leyendas del Rock, que en 2017 no tuvo más remedio que ubicar a los enormes Amon Amarth en una jornada de bienvenida que se había anunciado previamente a un precio de 5 míseros euros, con toda probabilidad la mayor ganga de la historia del metal en España-.
Una lectura más positiva es que el festival ha logrado confirmar que no necesita a KISS para arrastrar a un público ya fidelizado. El Rock Imperium no solo ha sabido cubrir la ausencia dejada por el Lorca Rock, cuya desaparición es una de las mayores tragedias culturales de esta, en ocasiones, ingrata Región, sino que se ha logrado posicionar como uno de los grandes festivales de rock y metal de España, algo de lo que muy pocas comunidades pueden presumir -ni siquiera en Madrid hay nada equivalente-. Una bendición para la ciudad de Cartagena y un lujo para el público rockero regional. Larga vida al Rock Imperium.
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