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Dice de él su amigo Pedro Yagüe (Jumilla, 1972), iluminador de artes escénicas con tres premios Max ya en su poder: «Su talante, amabilidad, ... entrega, pasión, y sobre todo su arte me encandilaron desde un principio». Yagüe habla para La VERDAD de Paco Azorín (Yecla, 1974), director, escenógrafo, figurinista, iluminador, pintor... a quien define como «una fuerza de la naturaleza, un artista, un creador que puede abarcar diferentes disciplinas y todas ellas tratarlas con un gusto exquisito». En efecto, «lo que podríamos llamar un artista del Renacimiento». El próximo sábado en Murcia, en el Auditorio Víctor Villegas, Azorín participará de un modo muy especial en la clausura del ciclo de conciertos de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (OSRM): lo hará como escenógrafo y director del 'happening sinfónico' en el que se convertirá la interpretación de 'Los planetas' (1914-1917) de Gustav Holst, a cuya ejecución se sumarán también la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia (OJRM) y un coro femenino de 25 voces, todos bajo la dirección de la titular de la OSRM, Virginia Martínez.
Azorín, que anoche se encontraba en Oviedo para asistir a la representación de 'María Moliner', la ópera de cámara, con letra de Lucía Vilanova y música de Antoni Perera Fons, cuya escenografía y dirección él firma, y que interpreta la mezzosoprano estrechamente vinculada a Abarán María José Montiel, tiene por delante una agenda repleta de compromisos operísticos para los próximos años. 'María Moliner' cosechó un gran éxito durante su estreno en el Teatro de la Zarzuela en 2016, uno más sumado a la trayectoria del artista yeclano, quien en 2021 vio cumplido «con creces» uno de sus sueños: crear su escenografía y dirigir una ópera en el Teatro Real. Su 'Tosca' de Puccini, que contó con las voces de ensueño de Anna Netrebko y Jonas Kaufmann, y la dirección musical de Nicola Luisotti, fue un bombazo: de éxito artístico y mediático, bises ya históricos incluidos.
–Dirige y crea la escenografía de las óperas en las que se embarca; ya solo le falta cantar.
–A un pasito estoy de hacerlo [ríe].
–¿No tiene usted previsto dirigir teatro?
–Tengo proyectos de escenografías para teatro ['El padre', de Florian Zeller, interpretado por José María Pou y dirigido por Josep María Mestres; 'Terra Baixa', dirigido por Carme Portaceli para el Teatro Nacional de Cataluña (TNC)...], pero no tengo previsto dirigir ninguna función, con las ganas que tengo de enfrentarme a una comedia y dejar los dramas [risas]. Estoy tan entregado al mundo de la ópera, con la agenda llena, que no me queda tiempo. En los próximos años tengo una ópera detrás de otra [entre ellas, una 'Medea' de Luigi Cherubini, de la que todavía no puede hablar públicamente pero que será otro gran acontecimiento por lo espectacular de su producción].
–¿En qué consiste su escenografía para el concierto de 'Los planetas' de G. Holst?
–Hace ya cinco años que estamos hablando Virginia [Martínez] y yo sobre nuestra colaboración conjunta, sobre qué hacer que fuera muy especial, y así hemos llegado a 'Los planetas', que la pandemia impidió estrenar cuando estaba previsto. Tengo muchas ganas de hincarle el diente a este proyecto, porque creo que nunca un hijo mío ha esperado tanto tiempo para nacer; este es un hijo muy querido, buscado y esperado.
Paco Azorín está feliz: «Soy muy melómano, así es que poder meter las manos en la música con mayúscula, y además sin cantantes, porque los cantantes son muy pesados [risas], está resultando toda una experiencia. Me he tomado este 'happening sinfónico' con una libertad brutal.
–¿Qué le propone al público?
–Lo que puedo adelantar es que el público asistente recibirá instrucciones en el caso de que quieran hacer determinadas cosas en ciertos pasajes de la obra: una suite orquestal con siete movimientos –dedicados a Marte, Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno–, al que le hemos añadido el dedicado a Plutón, compuesto posteriormente por Collin Mathews. Se trata de vivir una especie de experiencia sensorial, de concierto sensorial, en el que intentaremos que la música no solo se escuche, sino que también se vea, se toque, se huela y casi que se disfrute con el gusto. Y habrá una parte pictórica muy importante.
–¿Se lanzará también a pintar?
–Sí. Como me gusta cada vez más hacerlo, y lo mismo el día que me canse de todo me dedico solo a pintar, voy a crear un gran mural que ocupará todo el suelo del vestíbulo del Auditorio; y la grabación en vídeo de su proceso de creación ilustrará los distintos momentos de la suite. Así es que los espectadores que acudan al concierto empezarán por entrar pisando una gran pintura que representa el Sistema Solar; a partir de ahí, el que quiera seguir las indicaciones que le propondremos y dejarse llevar –los demás podrán escuchar el concierto de forma tradicional–, van a vivir una gran experiencia sensorial en primera persona.
–Le noto un entusiasmo especial.
–He decidido más que nunca hacer solo lo que me gusta, lo que me resulte apasionante. Es un lujo que quiero permitirme.
–¿Tomó esta decisión a raíz de la pandemia?
–Sí. Para mí la pandemia, si quitamos, por supuesto, tantísimas muertes y tantísimo dolor, así como la crisis sanitaria y económica que hemos sufrido...; si quito todo eso y me centro en mi terreno estrictamente personal, para mí ha sido un descubrimiento absoluto. Pasé el confinamiento en mi casa de Sevilla, que tiene patio. Y la verdad es que fueron unas semanas estupendas en las que el mundo se paró para bien, y la velocidad de crucero que llevaba se redujo a cero; eso me sirvió para ver mucho cine y leer bastante, y lo más importante de todo: me sirvió para pensar en lo que quiero y no quiero hacer. Paré en seco, siempre voy corre que te pillo con los proyectos. Y tomé una determinación: con lo frágil que es todo y con lo rápido que pasa el tiempo, ahora más que nunca yo intentaré hacer solo lo que me gusta, y fuera compromisos y obligaciones que nadie te impone. Ha sido un aprendizaje.
–¿A qué otra conclusión llegó?
–Son unos tiempos inciertos, pero también hay que aprender a vivir sobre el filo de una navaja; creo que, como artistas, eso nos hace bien, aunque otra cosa es la inseguridad económica. Yo siempre he tenido muchísimo trabajo, pero hay compañeros que lo están pasando muy, muy mal. No todo fue negativo: de golpe, todo lo que era importante dejó de serlo y lo que verdaderamente nos importaba era estar bien de salud, nosotros y nuestros seres queridos. En general, yo me llevo un buen sabor de boca del ser humano que ha salido de la pandemia. Creo que, insisto en que en general, hemos salido mejores personas. He visto a mucha gente aprendiendo a valorar, como le decía, las cosas de verdad importantes.
–¿Y ahora qué ve?
–La guerra de Ucrania, que es algo terrible; la especulación con los carburantes, la subida de precios de una manera inasumible para un montón de familias en España que viven en el umbral de la pobreza... Creo que vuelve lo peor del siglo XX, sin lugar a dudas. Y, en nuestro país, es lamentable que todavía no hayamos solucionado el tema de las dos Españas. Tengo la sensación de que, ideológicamente, estamos regresando también a lo peor del siglo XX: al guerracivilismo, a esas dos Españas enfrentadas, a la lucha entre hermanos. Lo de la extrema derecha es tremendo, pero también está fagocitando la política ese constante apelar a 'los unos y los otros' que yo pensaba, ingenuo de mí, que ya estaba superado. Observo una España muy rancia y muy tendente al conservadurismo, y no hablo ya de política, sino de una nula capacidad de riesgos y poca capacidad de inventiva.
–¿Qué montaje suyo le gustaría reponer en los escenarios?
–'Poder i Santedat (els Àngels de Sodoma)'.
Paco Azorín se refiere a la obra del autor Manuel Molins que se estrenó en Valencia a finales de 2020, que él ideó escenográficamente y dirigió, y que criticaba «la pederastia, la corrupción económica y la homofobia de la Iglesia Católica». La propuesta desató un fuerte rechazo, con denuncias judiciales mediante, en un sector de la sociedad valenciana.
–¿Por qué esa función?
–Sentí que el teatro está vivo. Teatro que toca, que molesta, que mueve conciencias, que hace pensar. El éxito fue enorme, el teatro lleno, con muchísima gente joven todos los días. Las críticas anacrónicas y desaforadas que desató hablan de esa ideología antigua que añora una España en blanco y negro. Era una obra que no solo reflejaba cómo la Iglesia ha escondido permanentemente los casos de pederastia sin ningún tipo de escrúpulos, sino que planteaba una teoría muy interesante sobre cómo tendría que ser el amor en el siglo XXI: amor libre, poliamor, amor entendido como se quiera por cada uno de nosotros.
Reconoce Paco Azorín, que tiene mucho talento y un punto a lo Jo March de entregado a la vida, que «una persona inquieta como yo nunca está tranquila, siempre está pensando en qué hacer, preocupado por el devenir del mundo y por mi futuro; me refiero a que me gustaría estar haciendo cosas emocionantes dentro de diez años, cosas emocionantes que a lo mejor no tienen que ver ni con el teatro ni con la ópera, sino con montar alguna ONG para, por ejemplo, llevar la ópera al Tercer Mundo, algo en lo que ya estoy... Sigo tan inquieto como siempre, y me parece un buen estado porque creo que un artista no se debe apalancar nunca. Veo diez mil cosas al día que me indignan, y me sale de modo innato luchar contra todas ellas.
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