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Tamara Rojo, directora del San Francisco Ballet. Emilio Naranjo
«La danza no es elitista, muchos artistas venimos de familias trabajadoras»

Tamara Rojo

Directora del San Franscico Ballet
«La danza no es elitista, muchos artistas venimos de familias trabajadoras»

La coreógrafa, que participa en el congreso Santander WomenNOW, cree que la mente es el arma más poderosa de un bailarín

Domingo, 13 de abril 2025, 00:08

Tamara Rojo, gran estrella española de la danza, dirige una de las instituciones culturales más prestigiosas del mundo, el San Francisco Ballet. Protagonista de una fulgurante carrera internacional como bailarina, Rojo tiene una sed insaciable de conocimiento. No hay asunto que no le interese. La historia, la política, el arte... le apasionan, disciplinas que trata de incorporar a su labor de coreógrafa y directora del ballet más antiguo de EE UU.

Sucede en el cargo a toda una leyenda, Helgi Tomasson, que dirigió la organización durante 37 años. Lo ha sido todo en el English National Ballet de Londres (ENB), donde fue primera bailarina y directora artística. Tamara Rojo participará en el Santander WomenNow, encuentro organizado por Vocento y que celebrará su séptima edición los días 18 y 19 de junio en Madrid. La directora del San Francisco Ballet está empeñada en renovar la danza sin traicionar sus fundamentos. «Soy partidaria de una tradición británica que permite tomarse libertades en el montaje de ballet para que el público de hoy entienda el mensaje», dice.

–¿Existe mucha diferencia entre las compañías europeas y las estadounidenses?

–En la Europa continental, en Francia, Alemania o Italia, las compañías suelen ser nacionales y están subvencionadas por el Estado o los gobiernos locales. En el Reino Unido, hay una mezcla: existe financiación pública, pero también se exige que las compañías tengan cierto éxito de taquilla. En Estados Unidos, en cambio, no hay subvención pública, y eso influye mucho en el tipo de riesgo artístico que se puede asumir.

–¿Y cuál es el sistema más ventajoso?

–Para mí, el sistema británico es el más equilibrado. Tiene suficientes recursos públicos para sostener a las compañías y pagar a todo el mundo a fin de mes, pero también exige conectar con el público. Eso da margen para invertir en creadores, en voces, compositores y diseñadores nuevos, sin que ocurra lo que a veces pasa en la Europa continental, donde se olvida al público porque la taquilla no es esencial.

–¿Empieza a tener ya el Ballet de San Francisco su personalidad?

–El director anterior, Helgi Tomasson, estuvo 37 años al frente. Esta es solo mi segunda temporada. Los cambios llevan tiempo, pero sí creo que en el presente curso ya se empiezan a notar cosas: hemos trabajado en la naturalidad escénica, en cómo modernizar el repertorio clásico y en individualizar cada representación.

–¿Pesa mucho el legado de Tomasson?

–Más que pesar, es un legado que respeto profundamente. Él transformó la compañía y la situó entre las diez mejores del mundo. Mi forma de trabajar no es borrar lo anterior, sino construir sobre ello.

–¿Cómo se puede adaptar el ballet clásico al siglo XXI sin que quede congelado en el tiempo?

–Es una de las grandes preguntas de nuestro campo. Los clásicos son clásicos porque en su centro hay una historia universal, como en 'La Odisea' o en las obras de Shakespeare, Cervantes o Lope de Vega. 'El Lago de los Cisnes' ha perdurado porque habla de la condición humana. La clave está en cómo lo presentas. Yo sigo una tradición más británica, que permite tomarse libertades para que el público de hoy entienda el mensaje. En mi versión de 'Raymonda', por ejemplo, trasplanté el contexto a la Guerra de Crimea.

–¿La danza sigue siendo elitista?

–Esa percepción no es cierta. La danza es una de las mejores herramientas para la movilidad social. Muchos artistas venimos de familias trabajadoras. Sí es cierto que asistir a un espectáculo en España no es fácil ni barato, pero ese es otro problema.

–¿La técnica y el entrenamiento pueden suplir algunas carencias físicas de un bailarín?

–Después de más de 40 años en esta profesión, estoy convencida de que lo más importante en la danza es la mente. Las condiciones físicas son importantes hasta cierto punto, pero la inteligencia puede superar lo que se consideran limitaciones.

Lenguaje universal

–¿La danza puede conectar con cualquier cultura y país?

–Absolutamente. Como la música, la danza es una expresión primitiva de la emoción humana.

–¿Qué otros intereses tiene aparte del ballet?

–Me interesa todo. No me da la vida para explorar todo lo que quisiera. Me apasiona la cultura, el teatro, el cine, los museos, los libros, la política, la historia… Siempre quiero aprender más.

–¿Y puede trasladar esas inquietudes a la danza?

–Intento hacerlo. Por ejemplo, con el ballet 'Raymonda', me pasé cinco años investigando la Guerra de Crimea. También tuve la suerte de estudiar las anotaciones originales de la coreografía de Stepanov en la Universidad de Harvard.

–¿Cuál es el nivel del público español en cuanto a la danza?

–Tenemos que cambiar la narrativa de que España no tiene tradición en danza. En tiempos de Isabel II fuimos pioneros. Petipa vivió tres años en España, de ahí que todos sus ballets tuvieran una danza española. Somos uno de los pocos países donde las danzas folclóricas todavía se bailan en la calle. Me encantaría que algún día se entendiera que esa riqueza cultural puede ser una herramienta poderosa para atraer turismo de calidad.

–¿Le tienta la idea de trabajar en España?

–Para aceptar una buena oferta tendría que darse la oportunidad de crear infraestructuras que convirtieran a España en un país pionero en cultura musical y danza popular. Tenemos un nivel artístico excepcional.

–¿Se inmiscuyen mucho los políticos en el diseño de creaciones culturales?

–Cuando las subvenciones se dan directamente, es casi imposible evitarlo. Es complicado si dependes de ir a ver al ministro y de su estado de ánimo y humor para conseguir una subvención. Por eso es tan importante separar las subvenciones de la política para que existan una cultura y un arte verdaderamente libres.

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