![Carlos Tarque: «Es muy fácil cansarse de uno mismo porque uno mismo es un coñazo»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/09/12/194409186--1200x840.jpg)
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En 'Oración del desarraigado' habitan unos marineros a los que ya no se oye cantar. No se sabe si los habrá devorado un remolino de aguas negras, si una tormenta lejana y nocturna los habrá convertido en comida para peces, o si los faros de ... la madre fortuna les mostraron el camino de la salvación y están a salvo en los brazos vírgenes de maldad de algún grupo de nativas de carne y agua. El caso es que en 'Oración del desarraigado', que es un poema de alto rango escrito por el músico y compositor Carlos Tarque (Santiago de Chile, 1969), estrechamente vinculado a Murcia desde su infancia y voz poderosa cuando está con M Clan y cuando se lo monta por libre, ya no se oye cantar a los marineros. Charles Bukowski relató en una ocasión que un buen día el capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, pero no es el caso de los instalados por Tarque en su poema. A él, a Tarque, sí se le oye cantar, y maldita sea la hora en que no sea así. Tarque sigue estando que arde, sobre todo encima de un escenario y debajo de un cielo de expectativas puestas en él siempre muy altas. Él se lo ha buscado, y encima va Miguel Ríos y se enciende también de admiración cuando lo señala con el dedo de la historia: Tarque es único. Punto.
Bien. Pongamos fecha: sábado 14 de septiembre. Y lugar: Cehegín, otro pueblo envuelto en fiestas. Será un buen momento para escucharle, en cartel con Los Zigarros, los de 'Aullando en el desierto'. Tarque sin M Clan, haciendo buenas migas con el guitarrista y productor Carlos Raya, pronto volverá con nuevos bríos. El Tarque con dos discos ya en solitario a sus espaldas, en las que le dio el sol este verano en la casa de la costa murciana de sus amigos Sonia Navarro y FOD, ambos artistas plásticos en muy buen momento creativo, pero mejor que ellos no canten. Que bailen, si acaso.
A Tarque lo puedes escuchar al calor del fuego o haciéndole frente a la lluvia o tumbados al sol que más calienta. Tarque: letras terrenales, montañas rusas emocionales, vaivén, vértigos cotidianos...; ve algunas imágenes y quiere convertirlas en palabras.
Sabe esconder en sus letras mucha belleza entre sombras y también mucho desgarro.
–¿Qué le pasa cuando escribe?
–Me resulta bastante más fácil escribir sobre la tristeza y lo gris que sobre lo que tiene demasiados colores. Con las cosas que tienen demasiados colores lo que haces, más que escribir sobre ellas, es disfrutarlas directamente.
Lo afirma Tarque: «Yo no soy para nada un tipo tristón».
El músico ha pasado un buen verano. ¿La clave? Una de ellas: se ha sentido bien en directo. Otra: se siente querido. Necesita Tarque ambas cosas, pero la segunda la valora al máximo porque, como dice, «todos, alguna vez, nos sentimos unos desarraigados». Él abandonó con cinco años Chile con su familia, tras el golpe de Pinochet, y antes de instalarse en Murcia vivió en Galicia –hijo de gallegos– y Madrid. Ahora su rincón está en la costa alicantina.
–¿Qué sabe sobre la felicidad?
–Que pasa por perdonarse uno a sí mismo, por no tener nada que recriminarte, algo que es bastante difícil. Vale, hay que estar en paz con uno mismo, aunque todos tenemos nuestros pequeños infiernos y es cierto que siempre aparecen nuevos guerreros que hay que derribar. Es muy fácil cansarse de uno mismo porque uno mismo es un coñazo. Lo interesante es que están los demás, ¡menos mal!
–¿Qué defiende usted?
–El derecho a ser felices, a divertirnos y a no sentirnos culpables por gozar. La 'no culpa' es un tema que me interesa mucho. Hay que pensar que la vida está ahí para disfrutarla. Combato contra el tedio y el aburrimiento, pero no soy una persona que lleve siempre una bandera por delante. A lo mejor tendría que ser mucho más valiente de lo que soy, pero hago lo que puedo con mis cositas e intento hacer felices a los que tengo más cerca.
Esto es lo que Tarque hace a veces: «Arrojo mis pesadillas / a la máquina / de la lavandería, / donde otros / transeúntes / del bosque de cemento / se purgan, / como en un Ganges / urbano y europeo».
–La nostalgia, salúdela.
–Caigo en ella con frecuencia y no me disgusta, no me parece un mal sentimiento, sino un sentimiento bonito; recuerdo los momentos alegres, todo aquello que en su día fue un privilegio, fue irrepetible...; sabes que no volverás a sentir algo así, o a vivir algo igual, que aquella persona de la que te acuerdas era única..., y que es cierto que cuanto estabas viviendo todo aquello no eras consciente del todo de lo que significaba... No creo que sea bueno quedarte instalado en ella, cambiar vivir por recordar, claro que no, pero a mí me parece que recordar tu vida, incluso aunque a veces hacerlo te ponga triste, resulta estimulante y te hace entender muchas cosas de tu propio día a día. Eso, siempre que no caigas en la amargura.
–La edad.
–No me llevo mal con mi edad, la vivo con naturalidad, no la convierto en un problema. Esto es lo que hay, y gracias. Además, es que yo sigo haciendo lo mismo que cuando tenía 23 años, tocar en un grupo y cantar; con más experiencia, eso sí, pero sin perder para nada las ganas.
–¿Qué llegaron?
–[Risas] Los dolores de espalda. Me preocupo de estar físicamente bien para tenerlos controlados. Me cuido, no soy un loco del deporte para nada [risas], pero no quiero torcerme nada en el escenario, que yo en los conciertos me entrego sin red. Ahora ando metido en una especie de reivindicación del rock puro, casi de rock setentero en el sentido de austeridad escénica, apostando por un escenario a lo Jimi Hendrix, sin demasiada tontería ni pantallas. Un escenario que lo que propicia es que la gente esté muy atenta a los músicos, sin distracciones.
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