![Antonio Serrano: «La gente te llama para que cumplas sus sueños»](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/07/19/192963503--1200x840.jpg)
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Con su armónica, es capaz de provocar conmociones en auditorios repletos. Antonio Serrano es, sin embargo, mucho más que emoción fortuita. Con una amplia formación académica, domina el piano, el violín y la percusión, pero ese pequeño instrumento de bolsillo le ha elevado a la ... cima de los más demandados. «Los músicos somos ilusionistas. Usamos el sonido para crear ilusiones», dice antes de recoger este sábado el premio del Festival de Jazz de San Javier, donde más veces ha tocado con los músicos más diversos. Se reconoce como «un camaleón». Ha grabado discos de música clásica, de jazz, blues, tangos, música latina y flamenco. Junto a Niño Josele, mañana rendirá homenaje en Jazz San Javier a Paco de Lucía, a los diez años de su muerte.
–Muchos conciertos desde que escuchamos a aquel joven armonicista por primera vez en San Javier.
–Sí, es el festival que más veces ha contado conmigo y le tengo especial cariño. A mí me ha costado que me contrataran de una forma regular, bueno a mí y a casi todos los músicos españoles. Se nutrían principalmente de músicos americanos hasta que nosotros empezamos a mostrar un sello más personal. También, muchas estrellas de Estados Unidos envejecieron y eso hizo que los festivales empezaran a mirar a lo que tenían en casa. Esto se consolidó aún más con el confinamiento, ya que los músicos no podían venir de otros países. Y vieron que éramos igual de buenos que los de fuera, pero más baratos. Y ya cuentan con nosotros bastante. El Festival de San Javier, cuando empecé a moverme en solitario, después de varios años con Paco de Lucía, fue de los primeros que confiaron en mí. La primera vez fui acompañado por Luis Salinas. Yo tenía veintipocos años y para mí era un imposible trabajar en un festival español. Estoy muy agradecido.
–¿Cómo lleva los cincuenta?
–Los llevo bastante bien. Tengo mis momentos, pero es una buena edad hoy en día, si te cuidas. Me siento bien de salud y tengo energía. Tengo la misma fuerza que cuando era joven, pero quizás algo más de madurez y criterio. Me siento en un buen momento de mi vida.
–¿Qué le aporta la madurez al músico?
–Se refleja en tu forma de vida. Si mejoras tu forma de enfocar la vida, también mejora tu música. Yo con 13 años ya tocaba en grandes salas de conciertos y eso demuestra una gran madurez, pero no significa que la tuviera como persona. He madurado más como persona que como músico y eso me ha ayudado a tocar música que tenga que ver conmigo, seleccionar lo que toco, dar un discurso coherente con mi momento vital.
–Gillespie seguía soplando a los setenta y tantos. Miles Davis, hasta el final.
–En eso creo que tengo ventaja y es que la armónica no requiere tanto esfuerzo como la trompeta o el saxofón. Es un instrumento de lengüeta libre, que no requiere tanto aire. Haces pasar el aire casi como si estuvieras respirando. Sí requiere cierta agilidad de cambiar la dirección del aire rápidamente. Los mejores armonicistas de la historia han sido superlongevos. Thielemans murió con casi cien años y tocó casi hasta el final. Larry Adler tocó hasta el último día, cerca de los noventa.
–Eso le dará mucha esperanza.
–(Ríe) Me anima mucho, sí. Es bonito poder hacer música cuando te haces muy mayor. La música es algo que llena mucho.
–Desde pequeño ha estudiado todos los instrumentos, ¿cómo se dio cuenta de que el suyo era ese artefacto tan diminuto?
–Pues si estudié tanto es porque no tenía tan claro qué era lo mío. Fue una especie de herencia familiar. Mi padre era un enamorado de la armónica y por eso lo he vivido de forma tan temprana y tan intensa. Y aprender a tocarla con tanta claridad y precisión no ha supuesto esfuerzo. Y todo lo demás me ha costado mucho esfuerzo. La gente quiere verte hacer algo muy bien. No te llaman para que cumplas tus sueños, sino los suyos. Quiere verte hacer maravillas. Siempre destaqué con la armónica y me di cuenta de que si quería hacer carrera en la música, tenía que ser con la armónica.
–¿Cuántas veces se ha sentido ninguneado por no tener un instrumento más noble?
–Muchísimas veces en mi vida. Me crie con la convicción de que la armónica era un instrumento capaz. Me lo transmitió mi padre. Fue bastante valiente y visionario, tal vez incluso algo irresponsable por orientarme a tocar un instrumento no valorado, pero no se equivocó. Lo que he hecho es no luchar contra el mundo por convencer a nadie. Siempre me acerqué a quien me quería. Quería ser concertista de clásica y en esa época estaba muy cerrada a lo nuevo. Me sentí rechazado y me acerqué al blues y al jazz, donde me sentí apreciado. Al llegar a Madrid, vi que a los músicos de flamenco les gustaba y me dejé querer. Me llamó Paco de Lucía y estuve 12 años con él. El flamenco, al no estar tan codificado, hay mucha sabiduría. Son los que mejor escuchan. Escuchan con el corazón. Puede que no sepan lo que es un do mayor, pero sí lo que es la música de verdad. Los que hemos estudiado académicamente a veces nos enredamos y nos alejamos de la música. De la clásica he aprendido la disciplina, a tener un método, a estudiar. Del jazz, a improvisar y a expresarme de forma más libre. Del flamenco, a tocar de verdad. A echar todo el corazón. Ahora que la música clásica está más abierta, he podido volver y tocar con orquestas en grandes auditorios, sin rencores. Las cosas no aparecen siempre en el momento adecuado. Hay que intentar fluir. Soy de los que me doy al vuelta y voy con los que me dicen que sí.
–Ha tocado con los grandes, ¿qué es lo más asombroso que le ha pasado?
–Cuando te encuentras con grandes músicos, a veces pasan cosas. A veces, cosas muy sutiles, por eso hay que ser muy observador. Las enseñanzas más grandes, si no estás alerta, pasan desapercibidas. Siempre observo cómo se enfrentan a situaciones musicales y de la vida. Cuando tenía 15 años, fui a dar un concierto con Larry Adler en París, a las Naciones Unidas, ante miles de personas. Teníamos que tocar el concierto para dos violines de Bach. Al salir al escenario vimos que solo había un atril para los dos. Entré en pánico, y Larry me dijo «no te preocupes». Puso la partitura para que se viera mi parte y solo una hoja de la suya. Cuando tuvimos que avanzar, empezó a improvisar sobre Bach de una forma muy coherente. Le vi como un genio. Es lo más grande que he visto sobre un escenario.
–¿Cómo es el ego de los músicos?
–A medida que un músico es mejor, es menos egocéntrico. Para ser un buen músico, tienes que desprenderte del ego, porque es incompatible. Casi siempre he trabajado con buenos músicos y no he tenido que batallar con eso.
–Son 10 años ya sin Paco, ¿qué le dejó su cercanía?
–Me enseñó que en la vida hay que ser normal, que no somos nada. Era una persona consciente, con los pies en la tierra, que tuvo ese don y unas circunstancias vitales que le llevaron a ser un virtuoso de la guitarra. Disfrutaba con las cosas sencillas. Es quizás el músico más famoso y rico con el que he tocado y supo mantenerse como una persona normal. Me enseñó que la vida es igual con dinero o sin él, porque el dinero a veces te perjudica.
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