«Yo no tengo sueños. Lo de los sueños me parece una cosa adolescente. Pero el espíritu adolescente se puede tener con 90 años. Yo, más que sueños, reivindico la alegría. La alegría de estar aquí. La alegría profunda que nace de estar vivo y ... de estar en la realidad», dice Antonio Parra (Murcia, 1954), periodista, escritor, profesor [de Ética y Deontología en la Facultad de Comunicación de la UMU], flamencólogo y director de la XXXI Cumbre Flamenca de Murcia, que comenzó el pasado viernes con la actuación de Israel Fernández y que se podrá disfrutar hasta el 24 de febrero en diferentes espacios de la ciudad. Una semana cargada de emociones pues este martes, acompañado del filósofo Francisco Jarauta, presentó el libro 'De Ibn Arabí a Proust. Ensayos sobre mística, arte y literatura' (MurciaLibro).
Defensor del vitalismo trágico, aunque anima a aceptar la realidad. «Eso no quiere decir que uno reivindique ganar más, estar mejor, curar una enfermedad y luchar por mejorar las cosas socialmente». Que nadie se confunda. Sobre flamenco, periodismo, literatura y filosofía charla con LA VERDAD, diario donde ofrece cada lunes la columna 'Tercer milenio'.
-¿Cómo resumiría la XXXI Cumbre Flamenca de Murcia?
-Es una de las mejores de los últimos años, sino la mejor. Es impresionante, comenzamos con Israel Fernández, es lo más de lo más. Pero no solo eso, está Rancapino Chico, Reyes Carrasco, que tiene 17 años, y Remedios Amaya, en sustitución de Lole Montoya, que al final no puede venir, ¡pero en su lugar estará una grande! Hay muchas actividades paralelas. Se han recuperado este año los aperitivos flamencos, que se suspendieron con la pandemia. Son actuaciones gratuitas a mediodía en la calle. Se celebrará también el miniciclo 'Almería con nombre de mujer' en la Fundación Cajamurcia...
-¿De dónde viene su afición por el flamenco?
-De casualidad, cuando tenía 15 años, encontré por mi casa, creo que la llevó un hermano mío, una cinta de Fosforito. Yo hasta entonces relacionaba el flamenco con algo que oía un tío mío, que escuchaba fandangos, y coplas. Lo veía como una cosa como de viejos. Y de pronto veo esa cinta, la pongo en un radiocasete y me quedo alucinado, impresionado, realmente conmovido con aquello. Leí esa carátula que ponía: 'Flamenco. Antonio Fernández Díaz, Fosforito'. Fui siguiéndole y escuchando todas las grabaciones que encontraba de él. A raíz de él me metí en el flamenco, y hasta hoy. Es un veneno que te engancha. A mí hasta entonces lo que me gustaba en ese momento era el pop y lo ye-yé, lo de la época de los sesenta y setenta.
-¿A quién escuchaba?
-Las canciones de moda, lo que se oía. Pero enseguida me aficioné a los Rolling. Yo era de los Rolling, sí. Todavía tengo una camiseta suya.
«Ojalá cantar»
-¿Canta? ¿Baila? ¿Toca algún instrumento?
-Cuando quieren que llueva en Murcia, si hay una sequía muy larga, me llaman a mí y canto [bromea]. En reuniones con amigos canturreo, lo que entre los aficionados se llama 'cantiñear'. Y hasta me doy una 'pataíta' por bulería. Ojalá cantar.
-¿Nunca ha insistido en explorar más a fondo esa vena artística?
-No. Tomé clases de baile siendo joven, pero de canto en la vida.
-¿Qué artista le ha impresionado más sobre un escenario?
-Manolo Caracol. En el escenario, en el piso y en todo. A mí Manolo Caracol me parece el más grande. Pero hay muchos cantaores que me gustan mucho, por ejemplo José Mercé. Por otra parte, yo era director del festival del Cante de las Minas de La Unión el año que ganó Miguel Poveda, que nació allí musicalmente. Soy muy cercano a él personalmente y artísticamente. Hay cantaores que me han gustado mucho, como Camarón, en algunos aspectos. No siempre me gustó todo lo de Camarón, pero fue muy grande. También Mayte Martín me gusta mucho. Y, por supuesto, aquí hay grandes cantaores como Curro Piñana.
«Yo era de los Rolling, sí. Todavía tengo una camiseta suya»
-¿Cómo cree que está ahora mismo la afición por el flamenco en la Región de Murcia?
-Ha cambiado mucho. Antes, no sólo en la Región de Murcia, sino en toda España, era cosa muy de minorías, y de gente relacionada con las peñas. Gente a veces muy intransigente, muy ortodoxa. De los que decían que el 'ay' había que decirlo así y que si te separabas un ápice de eso parecía que estabas traicionando al flamenco. Pero todo eso ha cambiado. Ese tipo de público está un poco en vías de extinción. En cambio, se ha aproximado mucho al flamenco gente de la intelectualidad y los jóvenes. Ya no es un público entendido como el de las peñas que se sentaban, más que a disfrutar, a sufrir, porque estaban pendientes de si el cantaor o la bailadora había hecho aquello como había que hacerlo. El público de ahora igual no diferencia los distintos tipos de soleá, pero es un público muy interesado que se acerca al flamenco sinceramente.
-¿Es positivo este cambio de público?
-Tiene sus aspectos buenos y sus aspectos malos. Lo bueno es que ha venido un público nuevo y joven al flamenco; lo malo, que quizás a veces lo aplauden todo. Pero el flamenco sigue siendo algo minoritario.
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Un viaje pendiente
Ninguno
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Un lugar al que volver
Lisboa
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Un libro de cabecera
Cualquiera de Clément Rosset
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Un pintor
Velázquez
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Un músico
Manolo Caracol
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Un personaje histórico
San Juan de la Cruz
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Un postre
Mango maduro y natillas
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Una manía
Acudo a Platón: la manía poética
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Una prenda de vestir
La trenca
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Un sueño cumplido
No tengo sueños
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Un consejo
Acepte el principio de la realidad y confórmese con ella
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¿Qué último regalo ha recibido?
Unas orquídeas preciosas
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Un político
Manuel Azaña
-¿Qué piensa de Rosalía?
-A la gente más ortodoxa del flamenco solo le ha faltado crucificar a Rosalía al amanecer, y, después de crucificarla, fusilarla. Yo, en cambio, no tengo esa opinión. En primer lugar, creo que es una cantante y no hay que juzgarla desde el flamenco. Ella ha hecho su carrera y no pretende ser una cantaora. Lo ha hecho muy bien y ha triunfado. Y eso es respetable. Es verdad que lo que ella hace ahora no es flamenco, pero también es verdad que ella viene del flamenco y que en algunos de estos últimos discos, con los que ya ha triunfado mayoritariamente, sus melodías parten de los palos flamencos que ella ha adaptado a su manera. Luego ella ha ido evolucionando y ha triunfado en la música en general y ya está. Hay que juzgarla como a cualquier músico o cantante. No obstante, yo no escucho su música y sigo prefiriendo escuchar a Caracol que a ella, por supuesto.
«Antes el flamenco en España era cosa muy de minorías, y de gente relacionada con las peñas; a veces, muy intransigente y muy ortodoxa»
-El martes, celebró con flamenco el lanzamiento de su nuevo libro, 'De Ibn Arabí a Proust'.
-Sí. Presentamos el libro en el Museo Gaya en compañía de Francisco Jarauta y al finalizar hubo unos cantes de poemas de Ibn Arabí con Curro Piñana. Fue un gran éxito de público y en todos los aspectos. Me sorprendí.
Inédito
-¿Qué encontrará el lector en este nuevo lanzamiento?
-Son escritos míos, ensayos, más o menos filosóficos o literarios, reunidos de 30 años de escritura. Algunos son textos muy antiguos que han ido apareciendo en revistas de filosofía, literarias y académicas de la universidad. Unos cuantos han sido publicados en revistas muy minoritarias, de escasa divulgación. Otros eran conferencias. Por ejemplo, hay un texto sobre Ramón Gaya y otro sobre Proust que fueron conferencias mías y una antigua alumna, Miriam Salinas Guirao, los transcribió. Quería que estuvieran todos en un volumen, sin pretensiones de que esto vaya a ser un 'best seller'. He añadido también un texto inédito que cierra el libro que es, quizá, el más personal. Es sobre Horacio, Nietzsche y Clément Rosset, mi gran maestro. Es un testamento de vida sobre el espíritu trágico y lo que yo llamo vitalismo trágico. Yo me considero un vitalista trágico y de ahí viene el espíritu trágico. Pese a que la vida es terrible siempre, si uno acepta la realidad como es, de ahí nacerá la alegría profunda. La vida es trágica y al final llega la última tragedia, la muerte, pero, mientras tanto, la realidad en sí misma vale la pena.
-¿Y qué otros pensadores aparecen en su libro?
-El primer bloque está dedicado a Ibn Arabí y a las místicas comparadas. No solo me centro en Ibn Arabí, sino que a veces comparo místicas musulmanas y cristianas. Hay un ensayo dedicado a Ramón Gaya. Otro sobre [el fallecido autor de Caravaca de la Cruz] Miguel Espinosa, que fue ensayista y novelista, de minorías. Murió en el 82, hace mucho. Yo llegué a conocerlo y a tener cierta amistad con él. Hay también ensayos dedicados a Giuseppe Tomasi di Lampedusa y a su novela 'El Gatopardo'. Sobre todo a la versión cinematográfica que hizo Visconti de 'El Gatopardo', con Burt Lancaster. Una película muy célebre. Está, asimismo, el ensayo 'Rito y tragedia', una filosofía del teatro. Y también una teoría de la verdad aplicada al periodismo, una filosofía del periodismo. De ahí viene mi tesis doctoral: 'El estatuto epistemológico de la información periodística'. Es una filosofía de la información. Mi formación bebe de la filosofía y de la teoría de la información. El periodismo siempre ha estado muy mal visto desde la filosofía.
-¿Siempre?
-Siempre. Desde el propio Nietzsche, pasando por los modernos, pasando por la Escuela de Frankfurt. Adorno, Horkheimer... todos ellos hablaban muy mal del periodismo y de la televisión. Tienen un ensayo sobre la televisión incipiente de entonces, cuando ellos, con el nazismo, como eran alemanes judíos, tuvieron que exiliarse a Estados Unidos y allí conocieron la incipiente televisión, en los años 40. Hay un ensayo que dedico a Miguel Espinosa que se llama 'El ser y la prensa'. Es decir, que la prensa es como un ser menor comparado con el ser absoluto que reivindica tradicionalmente la filosofía. Y yo digo que no, que el periodismo bajo determinado anclaje moral puede decir epistemológicamente, es decir, científicamente, verdad a la misma altura que la filosofía o que cualquier otro conocimiento científico. Yo hago una defensa en ese sentido del periodismo. Es una filosofía de la información o una teoría de la verdad aplicada al periodismo. Y en uno de los ensayos hago un resumen de todo esto. Hay cosas muy variadas en el volumen que he presentado.
«Les digo a mis alumnos: 'Intentad hacer vuestra profesión con honradez, claridad, con verdad, formándoos bien, pero también agarrándoos a vuestro trabajo»
-¿Cómo ve el presente y el futuro de la profesión?
-Fatal, fatal. La ética ha sido siempre mi asignatura central. Yo siempre le decía a los alumnos dos cosas. Lo primero, 'os va a dar clases de ética alguien que no cree en la ética'. Yo solo creo en la ética por interés. Si no hay un principio de aprovechamiento común de la sociedad o si no hay buenas leyes no puede haber ética. Además, les decía a mis alumnos: 'No intentéis ser héroes'. No intentéis derribar al gobierno con un artículo. Eso solo pasaba unos años en la época de Ortega y Gasset. Tienen un famoso artículo, con el que se supone que cayó la monarquía de Afonso XIII y comenzó la República, en el 31. Eso ya no ocurre. La prensa no tiene tanta influencia como para derribar a un gobierno con un artículo. Por eso les digo: 'Intentad hacer vuestra profesión con honradez, claridad, con verdad, formándoos bien, pero también agarrándoos a vuestro trabajo. Si no, os van a echar a los dos meses'. El periodismo, no es que haya perdido lectores, porque en las ediciones digitales se tienen tantos lectores o más que antes, pero en fin... Y luego están las redes sociales.
Ir a mejor
-¿Qué le parecen?
-Como sistema de comunicación son importantes y tienen sus aspectos buenos, pero como información son muy negativas. Las redes son comunicación, pero no información. Hay que diferenciar entre comunicación e información. Internet y las redes han provocado una crisis en el periodismo que todavía no se ha resuelto. El periodismo tiene que encontrar un sistema de negocio en lo digital, en las redes. Hasta que uno encuentre un buen sistema de negocio ahí, no va a salir de la crisis. Ahora mismo está mal, pero confío en que va a ir a mejor.
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