

Secciones
Servicios
Destacamos
«La historia es preciosa», cuenta, con entusiasmo, el fotógrafo Juan Ballester, amigo de artistas y enemigo de la impostura, crítico y coleccionista de arte. La sangre de policía retirado sigue fluyendo por sus venas. Con veintipocos años ya era aficionado a las antigüedades a través de su tío, el pintor Mariano Ballester. Especial predilección mostraba por la cerámica de Manises. «Entró al estanco de Vistabella (Murcia) un señor bastante mayor, bajito y con el pelo muy blanco, y preguntó si sabíamos de alguien que comprara fuentes. Y, claro, yo compraba fuentes. '¡Yo mismo!', le dije. Le acompañé a su casa, en un segundo piso en un bloque de Vistabella, y entre las cosas que había me fijé en una media cabeza salzillesca. Me dijo que era el viudo de una hija de Araciel, Carmen Sánchez Giner, y que lo que iba a mostrarme era un vaciado que hizo su mujer de una Virgen que había en Santa Catalina. También tenía, del tamaño de una palma de mano, una cabeza de un Cristo, un boceto que yo creía que era de los Araciel [una familia de escultores]. Las dos cosas me las vendió en cien pesetas, o sea, sesenta céntimos de ahora. Prácticamente me las regaló. Las fuentes valían mil pesetas, y a lo otro no le daba él ningún valor».
Así cuenta Ballester a LA VERDAD cómo Alonso Rubio, marido de la escultora y restauradora Carmen Sánchez, hijo del escultor Francisco Sánchez Araciel (1851-1918) y nieta del también escultor Francisco Sánchez Tapia (1831-1902), le vendió dos piezas que, pasados más de 40 años, este miércoles (19 horas) se presentan en sociedad, en el Museo Salzillo, como la Inmaculada de Salzillo y un boceto reconstruido de Cristo que nos lleva al paso del Prendimiento de Salzillo. Un acontecimiento para la directora de la institución, María Teresa Marín, que confirma que el vaciado en yeso de la cabeza de la que se creyó que podía ser la Dolorosa de Santa Catalina es, en realidad, «un vaciado de la reputada y llorada Inmaculada del convento franciscano del Plano de San Francisco. Este descubrimiento es de gran interés. Ello supondría que, de momento, es el testigo más fiel que nos queda de aquella obra de Salzillo perdida para siempre».
mARÍA TERESA MARÍN
Directora del Museo Salzillo
La imagen, como recuerda la historiadora del arte y académica de Alfonso X, de dos metros de altura, «pereció en la quema del convento de San Francisco el 12 de mayo de 1931, día del nacimiento de Salzillo, en las revueltas anticlericales acontecidas al mes de la proclamación de la II República española». «Sus rasgos formales parecen retrotraernos a la Antigüedad, lo que denota el gran clasicismo de la escultura de Salzillo, que ya resaltaron sus primeros biógrafos, como Luis Santiago Bado, que habló de su 'acalorada imaginación' que 'lo transportaba a la antigua Grecia, a la enriquecida Roma y a la magnífica Florencia'».
Ballester recuerda que, cuando sus hijos eran chiquillos y él estaba poco relacionado en Murcia, «un día vi que estaban pintando en el Cristo de barro, convivían ellos por allí con las obras». En los años 90, cuando Cristóbal Belda le encarga a Ballester las fotografías de la restauración de los Salzillos, que hizo la restauradora Mari Paz Barbero, «yo estaba allí y pude ver el Cristo del Prendimiento cara a cara y sentí una cercanía. Porque se parecía a mi Cristo pequeño. Fui en la moto a por la pieza, me la traje y enfrente del museo vivía, ya muy mayor, el escultor Sánchez Lozano, que tenía noventa y tantos años, y lo cogió en sus manos y decía, sin parar: '¡El Maestro, el Maestro'. Otro día lo estuvo viendo Gaya y me dijo: 'Si no es de Salzillo, de quién coño es...'».
Juan ballester
Por las razones que fueran, Cristóbal Belda no lo autentificó, y Ballester se olvidó de aquello, volviendo a meter las piezas en sus vitrinas. Pero, para su serie de retratos a modo de mosaico social de la Murcia que ha sobrevivido a la pandemia, hace unos días pasó por su estudio de La Alberca la directora del Museo Salzillo. «Le enseñé las dos cosas, y me dijo que el boceto podía ser de Salzillo, porque tiene la misma factura, y cuando vio la Virgen se quedó así como seria, mirándola, sin hablar, y dice: 'Juan, es la Purísima'. ¿Cómo que la Purísima? Si a mí me dijo este hombre [Alonso Rubio, el vendedor] que era una Dolorosa que había en Santa Catalina. Al decir que era la Purísima de Salzillo destruida en 1931 tanto ella como yo hemos empezado a investigar y a comparar fotografías antiguas y he podido hacer un estudio identificativo, tipo policial, y no hay duda», confirma Juan Ballester.
«Solo quedan tres o cuatro fotografías de la pieza original, y estaba considerada por Salzillo como una obra cumbre. Tiene un aire muy clásico. La cara es de tamaño natural, y tiene mérito porque no es una interpretación que Carmen Sánchez hizo, sino un vaciado, y en escultura cuando se hace un vaciado es un original. Tenemos, por tanto, un original».
Lo que hizo la hija de Francisco Sánchez Araciel con la Inmaculada de Salzillo es un vaciado: «Lo sacó en escayola, y le dio después como una pátina de cera», explica Juan Ballester. «La historia bonita aquí es que una serie de avatares y de circunstancias y cosas extrañas hacen que casi cien años después esta imagen destruida de Salzillo en 1931 aparezca. El arte tiene sus tiempos, sus caminos, no tiene prisa, busca su recorrido», afirma el coleccionista. Por si fuera poco, estando Ballester en el salón de su casa con la directora del Museo Salzillo, María Teresa Marín, le muestra una Inmaculada en bronce, «y me dice que esta también es». Según el fotógrafo, esa otra Inmaculada de bronce es «una interpretación de la Inmaculada de Salzillo hecha por Clemente Cantos (1893-1955) en los años 30. He conseguido el original en barro y el bronce mío, que lo hicimos del original en barro». La pieza original en barro, que pertenece a un tío de Ballester, Francisco Pérez Beltrán, «me contó mi tío que se la regaló Juan González Moreno». Todavía más extraño, pues resulta que no hay tanta obra en Murcia de Clemente Cantos. La exposición que inaugura hoy (19 horas) el Museo Salzillo consta de cuatro piezas, además de una serie de estampas, postales y fotografías que han podido conseguir de lo que queda de la Inmaculada desaparecida de Salzillo.
No tiene Ballester duda de que el vaciado de Carmen Sánchez Giner, hija del escultor Araciel, es una copia de la imagen original de Salzillo. «¿Cuál es la diferencia con las fotografías antiguas? Que la imagen de Salzillo estaba policromada. Y el vaciado de Carmen es monocromo».
La familia Araciel es clave en esta historia, pues recuerda la directora del Museo Salzillo que esta saga de escultores también poseyó otros modelos del genial artista del Barroco, vendidos en 1927 al Museo Provincial, hoy en el Museo Salzillo. El pequeño boceto del Cristo pudo no haber formado parte de ese lote vendido al museo, indica Ballester, porque estaba roto, muy destruido. Fue restaurado, bajo su encargo, por la restauradora Mari Paz Barbero.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Las olimpiadas de la FP cántabra
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.