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Lo que yo estaba llamando esculturas, para él no eran más que elementos arquitectónicos prescindibles: paredes

Domingo, 26 de marzo 2023, 08:47

Mi sobrino Pedro es miembro del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), así que cada vez que voy a visitarlo emulamos las ... tres horas en el Prado de D'Ors en modo podcast privado. De mis conversaciones con él he llegado a algunas de las conclusiones más profundas y honestas en relación con el arte. Sé que semejante afirmación es sentenciosa e imprecisa, por lo que intentaré explicarme. No crean que me refiero al tópico de que la mirada de un niño con su capacidad de sorpresa intacta puede detectar aquello que al resto nos pasa desapercibido, sino a otro tipo de respuestas más complejas. En uno de nuestros paseos, cuando él tendría unos cuatro años, me tocó medirme con el que resultaría ser el crítico más exigente y reaccionario al que me había enfrentado. Yo me estaba limitando a desplegar una especie de écfrasis de 0,60, explicándole las intenciones de los artistas y demostrándole que podía decirle el nombre del autor antes de mirar la cartela. Pero el vacile de la tita doctora en Arte duró bien poco. Sus impugnaciones se tornaban cada vez más severas, hasta el punto de llevarlo al enfado.

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