Memeces las justas
MESA PARA CINCO ·
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MESA PARA CINCO ·
El MoMA lleva legitimando los videojuegos como forma de arte desde hace más de diez años y los memes están llamando a la puertaHace unos años estudié en la Universidad de Nueva York. Mi rutina consistía en pasar las mañanas en la Biblioteca Pública de la Quinta Avenida, ... donde confirmé algo que ya sabía y que sin embargo no dejaba de sorprenderme: la variedad de tipologías de documentos que allí se guardaban (folletos, estampas, carteles, fotografías, anuncios, entradas, mapas, etc). Aquello recordaba a una almoneda repleta de 'ephemera' de saldo. Además, cada día volvía a la residencia con un par de revistas y un DVD de 'Mad Men'. Obviamente, la cultura no solo tiene forma de libro.
Por tradición, las bibliotecas han sido las encargadas de conservar cartas de navegación, cilindros de fonógrafo o cualquier tipo de documento con valor histórico. Por eso, no es de extrañar que para proteger el patrimonio cultural se hayan tenido que adaptar a las diferentes manifestaciones comunicativas actuales, que suelen habitar la red. Tanto la Biblioteca del Congreso en su Web Cultures Web Archive, como nuestra Biblioteca Nacional, a través del Consorcio Internacional para la Preservación de Internet, llevan años archivando memes. No es ninguna memez –ejem–, los memes son herramientas muy poderosas para que los investigadores del futuro conozcan nuestra sociedad. Y ellos probablemente alucinen con la paradoja de que el 'Left can't meme' conviva con la máquina de provocarlos que es el Ministerio de la Guerra Cultural de Irene Montero –como le leí a Alberto Olmos en una ocasión–.
En su 'Manifiesto en Defensa del Millennial', Ter afirmaba que es nuestro 'zeitgeist', que somos la generación de los memes: «Son cultura popular, pero mejores que los refranes, porque se pueden modificar». Pero los memes existen desde hace siglos. Lo novedoso, quizá, sea su velocidad de creación y su medio de transmisión. Y el nombre. Fue el biólogo Richard Dawkins quien introdujo el término en 1976 en su libro 'El gen egoísta' buscando una analogía con gen, fonema, morfema y mímesis –'gene', 'phoneme', 'morpheme', 'mímēma', 'même'–. El meme es la unidad mínima de información cultural, social o política basada en imagen y/o texto, con intención satírica, que se difunde principalmente a través de internet sufriendo infinitas modificaciones.
La velocidad de propagación del meme es muy superior a la de la noticia. Antes de que hayamos podido ver 'Lightyear' ya conocemos decenas de versiones de «el antes y el después». De hecho, en algunos contextos, es la única forma de que llegue el mensaje, el texto ya no media, o lo hace en ámbitos muy reducidos. Cambridge Analytica lo sabe: quien quiera dominar el mundo, que haga memes. Suelen contener verdades o matices complejos y su economía formal y el tono humorístico auspician su difusión. Claramente también son mentirosos, pueden distraer y manipular con mucha facilidad; sin embargo, su carácter autorreplicativo permite que cualquiera pueda modular o revertir por completo su mensaje al instante. En un momento parecieron el sueño anticapitalista –libre circulación y autoría colectiva– pero muchos de ellos ya han visitado la oficina de propiedad intelectual y se han comercializado como NFT.
Yo me introduje en este lenguaje con aquellas viñetas en blanco y negro de 'Cabronazi' o 'Visto en las redes', tipo 'Forever Alone', 'Bitch Please' o 'True Story', protagonizadas por Fuckencio o Trollface, que estaban muy cerca del cómic. El dinosauro que 'fefeaba' y el 'filosoraptor' cedieron paso a imágenes icónicas como 'Distracted boyfriend', 'Disaster girl' o la clásica 'Swole Doge vs. Cheems' –perro grande y perro chico–. Pero aquí todo es fascinantemente rápido y esto ya es arqueología digital: el meme se está expandiendo al ámbito del vídeo, ahora bajo el acrónimo 'POV' –'Point Of View', o 'ponte en mi lugar'–, y no sabemos cómo serán en el futuro.
Se acaba de celebrar en Madrid el festival 'Soymeme'. Que Eugenio Merino –jurado– no conociera el meme del Bugs Bunny comunista lo desacredita por completo. Lo que sí es cierto es que los memes tienen muchos paralelismos con el arte contemporáneo: necesitan de referencias previas, se remiten a sí mismos y están atravesados por lo absurdo. Como cualquier chiste cuando no se pilla, una obra de arte y un meme son imposibles de explicar. Hoy todo es imagen. Y aunque del muro de Félix Ovejero he aprendido que la ciencia dice que ni las palabras ni el lenguaje son estrictamente necesarias para razonar, y que no hay pruebas que demuestren que las redes sociales han destruido nuestra capacidad de concentración, yo estoy preparando un 'seminario de grandes libros' para el curso próximo, inspirado en 'Una educación liberal' de José María Torralba. Lo único que tengo claro es que lo promocionaré exclusivamente con memes.
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