
El cuerpo tiene memoria
Mesa para cinco ·
Todos en mayor o menor medida somatizamos: nuestras emociones afectan al cuerpoMaría Herrera Giménez
Psiquiatra
Domingo, 30 de marzo 2025, 08:20
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Todos en mayor o menor medida somatizamos: nuestras emociones afectan al cuerpoMaría Herrera Giménez
Psiquiatra
Domingo, 30 de marzo 2025, 08:20
Cuando LA VERDAD me invitó a formar parte de esta sección dominical planteándome un espacio para aunar la salud mental con otras disciplinas artísticas no ... dudé en elegir para mi primer artículo a Natalia Seijo, psicóloga ferrolana, cuyo primer libro, 'El cuerpo tiene memoria', publicado en octubre del 2024 por la editorial Penguin Random House, presentará este próximo miércoles 2 de abril en Murcia.
En dicho texto Natalia combina su amplía experiencia clínica con explicaciones teóricas muy claras y rigurosas sobre el trauma, apego y disociación de manera muy didáctica, divulgando temas muy complejos de forma amena y comprensiva.
Compañeros y amigos muy estimados que acuden a conferencias de Natalia coinciden en el impacto que les causan sus explicaciones y cómo suponen un punto de inflexión en la forma de orientar los casos clínicos, así como la escucha a las personas que atendemos.
En estos tiempos que tan en boga se encuentra la salud mental necesaria y merecidamente, ¡al fin!, encontramos el abordaje de la relación entre ésta y la salud física, los síntomas somáticos y el impacto del trauma en el cuerpo. Así se desentraña cómo el cuerpo nos comunica de forma continua información relevante que no siempre sabemos interpretar de forma correcta.
El cuerpo es un testigo silencioso de todo lo vivido. Sin embargo, mientras estamos distraídos viviendo con frecuencia perdemos la noción de su importancia y podemos llegar a desconectarnos de él.
Es durante la infancia cuando empezamos a identificar el significado de cómo nos sentimos a través de nuestros padres o cuidadores. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, solemos perder la noción de cómo se siente y qué necesita en favor de las necesidades de nuestro entorno.
Todos en mayor o menor medida somatizamos: nuestras emociones afectan al cuerpo.
La somatización es normal y natural. Sin embargo, cuando el dolor de origen desconocido interfiere en nuestro día a día podemos sentirnos indefensos y desesperados.
Los traumas no procesados quedan almacenados de manera disfuncional en el cerebro y pueden causar síntomas persistentes. Cuando el cuerpo no está habitado se corre el riesgo de que no esté siendo cuidado y la persona no sea consciente porque no sepa leer las señales.
Es necesario tomar conciencia de la falta de conexión con el cuerpo para que podamos pensar y percibirlo de manera distinta.
Desde la neurociencia se evidencia que las distintas áreas cerebrales que regulan nuestras emociones también estabilizan nuestras respuestas inflamatorias. Por ello es tan importante la regulación emocional: la capacidad de manejar y gestionar nuestras emociones, de reconocer y entender lo que sentimos, así como responder adecuadamente a nuestras propias emociones y a las de los demás.
Cuando no nos permitimos la expresión emocional, el cuerpo se expresa con síntomas desagradables. Cuando somos validados en la emoción es un estupendo favor que nos hacen para nuestra salud mental, nos regalan libertad para ser y sentirnos, para aprender a regularnos, entendernos y comprender el mundo que nos rodea. El infante que crece con figuras de apego que lo validan en sus emociones se convertirá en un adulto emocionalmente saludable. Reconocerá sus emociones y sabrá reconocer las de los demás, entenderá las funciones mentales de los otros, al igual que él ha entendido las suyas.
John Bowlby desarrolló la teoría del apego que supuso un hito en la forma de entender las relaciones. Nos propone que desde niños necesitamos formar un vínculo fuerte y seguro con un cuidador principal al menos para un desarrollo emocional y social saludable. Esta figura de apego es un modelo fundamental para el niño, su impacto en el desarrollo de la personalidad es crucial. De las relaciones de apego surgen las percepciones de cómo somos, cómo nos comportamos, qué podemos esperar de los demás...
Si las figuras de apego dan protección, seguridad, fomentarán una buena autoestima y una representación realista de lo que podemos esperar en nuestras relaciones. En cambio, cuando las figuras de apego no cumplen con sus funciones, podemos tener una autopercepción negativa de nosotros mismos, miedos y bloqueos para establecer relaciones con los otros.
Todo esto podrá dejar un impacto significativo en cómo nuestro cuerpo maneja el estrés emocional y a su vez puede causar daños en nuestra salud física. Hay una estrecha relación entre los estilos de apego y la somatización de las emociones.
Los síntomas hablan de nosotros: de cómo vivimos, de cómo nos cuidamos física y emocionalmente.
Si logramos promover actitudes saludables, reduciremos las posibilidades de somatizar.
Para lograr una mayor resiliencia necesitamos mantener un optimismo sano, rodearnos de personas que nos aporten en nuestra vida, desarrollar la paciencia y «aprender a pasar» en lugar de estar buscando en todo momento lo que debería estar bien. Es nuestra responsabilidad aprender a cuidarnos y escucharnos.
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