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El grupo parlamentario Vox ha impedido que la Asamblea Regional realice una declaración institucional en apoyo al Día del Orgullo LGTBI. Su 'argumento' ha sido que esta celebración excluye a todas las personas heterosexuales. Aunque tan delirante excusa no debería ser objeto de un análisis mínimamente serio, la estrategia que se halla detrás de este movimiento es tan relevante que no puede quedar fuera del foco de la reflexión. La idea según la cual todos aquellos colectivos que han sufrido la violencia histórica e institucional del sistema heteropatriarcal constituyen ahora lobbies sectarios de presión que ejercen una discriminación sobre las estructuras de poder supone un intento flagrante de criminalizar cualquier lucha social. El colectivo LGTBI jamás podrá comportarse de manera excluyente con respecto al heteropatriarcado de la misma manera que la población afroamericana no puede incurrir en actitudes racistas sobre los blancos, ni las víctimas del terrorismo intimidar a los asesinos. El sistema nunca estará en condiciones de inferioridad. Presuponer tal circunstancia implica el más espurio de los objetivos: un demencial intercambio de papeles por el que los opresores se transforman en víctimas y las víctimas en opresores. Vox pretende crear un estado de confusión paranoica, en virtud del cual parezca que la visibilización de una injusticia social persigue segregar la población en círculos de poder. Y evidentemente no es así. Visibilizar un estado de desigualdad supone poner de manifiesto una violencia sistémica que impide a muchas personas vivir en igualdad de derechos. Aquello que el colectivo LGTBI pretende es una integración real en la sociedad, no la creación de un territorio de poder que excluya a los heterosexuales. Quienes luchan por la diversidad buscan ampliar el margen de convivencia de la sociedad, no reducirlo al perímetro de sus intereses. El colectivo LGTBI no quiere imponer un modelo; por el contrario, busca acabar con todos los modelos, erradicar todas aquellas normatividades que estrechan el campo de la moral y de lo correcto. Vox considera que la sociedad ya es de por sí lo suficientemente justa como para que, además, se implementen políticas de igualdad. Su ideal de convivencia es dejar las cosas tal y como están, lo cual implica una connivencia pavorosa con todas las dinámicas violentas imperantes. No hay mayor acto de violencia que el inmovilismo. Además, establecer el estado actual de las cosas como un ideal de convivencia supone olvidar que, para llegar a este presente imperfecto, muchos han tenido que luchar y que reivindicar durante siglos. De repente, una formación política considera que su irrupción social determina un punto de plenitud, de fin de la historia. Con Vox, la evolución llega a su punto final porque no queda nada más por conseguir. Ellos son el 'telos', el fin hacia el que la historia tendía durante siglos, la consumación del proyecto humano. Vox es literalmente el fin de todo, el Apocalipsis.

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La unidad no se consigue a través del miedo. Quien se 'pega' al otro para protegerse de un enemigo exterior nunca estará realmente unido a él. Entre otras cosas porque el miedo anula la subjetividad, y sin este componente subjetivo no existe libertad. El miedo solo genera ejércitos. Y ese es el gran problema: la militarización de la sociedad a la que asistimos y a la que hemos revestido con un barniz de solidaridad que es absolutamente falso. Jamás sabremos lo que podemos dar de sí como colectividad bajo un régimen del miedo.

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Escucho de lejos la última clase 'online' del curso de mi hijo. Su profesora les dice: «Tenéis que tener confianza para equivocaros». Me encanta. Ojalá se enseñara a todos los niños en esa cultura de la falibilidad. Precisamente, el problema de nuestra sociedad –y más concretamente de los que nos dirigen– es la no aceptación del error como un elemento sustancial de nuestras vidas. No hay manera de estar más alejado de la sociedad que encerrarse en una burbuja de perfección. La mayor contribución que la enseñanza puede hacer a la sociedad es inculcar que el conocimiento está vinculado íntimamente al error y, por tanto, vaciar el proceso de aprendizaje de cualquier sentimiento de culpa. Que existan docentes que lo tengan tan claro me hace tener esperanza en el sistema. Bravo.

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Nos quejamos de que el mismo día se repita una y otra vez, y, al mismo tiempo, penamos porque no podemos volver 'a lo de siempre', a nuestro lugar de máximo confort emocional. La repetición nos aleja diariamente de lo que queremos.

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laverdad Mapas sin mundo (28-06-2020)