Borrar

Hace unos días, Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España, afirmó que una sociedad del riesgo cero «ni progresa ni es feliz». Y no le falta razón. La salida de la crisis va a resultar para una gran parte de la población traumática, en la medida en que le resultará difícil establecer cuándo se puede abandonar la vida-búnker que nos ha caracterizado durante estos últimos meses. En realidad, eso que hemos dado en llamar 'vieja normalidad' nunca ha estado exento de peligros. Ulrich Beck ya lo estudió lúcidamente en su ensayo 'La sociedad del riesgo'. El problema es que antes no éramos conscientes de ello, y ahora sí. Desde el inicio de la pandemia, hemos entrenado a nuestro cuerpo a evitar el riesgo que entraña cada uno de nuestros actos. Jamás nos habíamos enfrentado al reto de calcular la totalidad de nuestros gestos y movimientos. Nuestro cuerpo ahora es una maquinaria de precisión. No hay margen para la relajación. Ningún aspecto de la realidad es frívolo o secundario. Hemos perdido la dimensión ociosa y fútil del mundo. Ahora todo importa. Ahora todo es arriesgado. Pero llegará un momento en que el cuerpo y la mente puedan permitirse de nuevo el derecho de errar, de ser imprecisos. Y, entonces, surgirá la demanda de mucha gente de que alguien &ndashuna mente superior, una opinión infalible&ndash les asegure que ya existe riesgo cero y que, pase lo que pase, todo irá bien. Seamos claros: eso es imposible. El riesgo cero no existe; nunca ha existido. Y de la misma manera que las autoridades &ndashpolíticas y sanitarias&ndash han utilizado el mensaje del miedo para disciplinar a la población, su próxima misión será la de machacar el mensaje de que el riesgo controlado es nuestra forma de vida y de que podemos abandonar tranquilamente el búnker. ¿Lo harán? Espero que sí. Si no lo hacen por ética, espero que lo hagan por puro egoísmo. Porque una sociedad asustada de más es una materia delicada y sumamente inflamable que, en cualquier momento, se puede volver contra ellas. Si aspiramos al riesgo cero, vivir se va a convertir en una tarea imposible y sumamente dramática.

***

Hay periodos en los que los poemas nacen ya muertos. Quizás porque no están lo suficientemente inmersos en el caos de la piel. No hay poesía en el orden.

***

Es posible que el Apocalipsis consistiera en esto: que cualquier recuerdo valga más la pena que el más llevadero de los presentes.

***

Es curioso que los que piden fanáticamente una España unida se dediquen diariamente a fracturarla, a diferenciar entre los 'míos' y los 'otros', los que merecen ser fusilados y los que son dignos de vivir. La división que existe hoy en este país es tan profunda, que no hay una España, sino varias. ¿Qué hacemos con ello: una federación del odio?

***

España es ese país en que alguien no comerá salchichón de Campofrío durante estas navidades por motivos ideológicos. Y nos preguntamos el motivo por el que se lea tan poco.

***

Cien años después, sigue vigente una de las máximas del dadaísmo: el racionalismo es nacionalismo; el nacionalismo es guerra.

***

Trump es el primer presidente de los Estados Unidos que no ha ganado unas elecciones y tampoco las ha perdido. El populismo es un limbo. Ahí está su peligro.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Mapas sin mundo