Secciones
Servicios
Destacamos
Parece que el único modo de proceder es la imitación, el seguidismo de la última moda lanzada por algún país o comunidad autónoma. La moda que nos toca ahora padecer es la del toque de queda. Tras ser impuesto por Francia en sus diez principales núcleos urbanos, varios países de Europa se han lanzado a importar la fórmula. ¿Qué avala la adopción de esta medida? Por ahora, nada. No hay resultados, no se ha dado tiempo a comprobar si las cifras de contagios descienden y, por lo tanto, esta implementación resulta eficaz. No son argumentos los que avalan tales decisiones; antes bien, impera la desesperación, la necesidad de disparar a diestro y siniestro para aumentar las posibilidades de acertar alguna vez. Reclamar una estrategia por parte de los gobiernos es, a estas alturas, un acto de ingenuidad. Hay tantos grupos de expertos como gestiones calamitosas. Somos capaces de descubrir un gas fétido en la atmósfera de Venus indicador de la existencia de vida, y, sin embargo, no encontramos modo alguno de contener una pandemia. La inteligencia humana está desenfocada -o, quizás, sobrevalorada-. Vacíos de ideas, solo nos queda el comportamiento de especular: imitarnos unos a otros. Da igual la eficacia real de la medida, los daños sociales, emocionales y económicos que entrañe. Eso no importa. Lo crucial es hacer algo, lo que sea, a la desesperada, para hacer ver que se hace algo -por ejemplo, gestionar-.
***
Esta semana, el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha anunciado la compra de 32 millones de dosis de vacunas contra la Covid-19. Las primeras unidades llegarán a finales de este año y la vacunación masiva comenzará en la primavera del que viene. La noticia, en sí misma, es lo más positivo que ha generado la actualidad en los últimos meses. Pero, sin embargo, el hecho que más me ha llamado la atención es la incredulidad con la que ha sido recibida. Básicamente, casi nadie se la cree. La primera explicación para esta actitud de la sociedad es el desprestigio de la clase política, cuyos anuncios son considerados como inequívocamente falsos. La tentación de agarrarse a esta hipótesis es grande. Aunque, segundos después, cuando la relación política/sociedad se pone en la perspectiva de lo acontecido durante los últimos meses, la interpretación de este hecho varía. De hecho, en una sociedad caracterizada por no creerse nada de lo que proviene de sus representantes públicos, sorprende el que, desde el inicio de la pandemia, se haya creído más que nunca en los políticos. Se los ha creído a ciegas cuando, un día sí y otro también, han responsabilizado a la sociedad de la propagación de la pandemia, generando así la cortina de humo para tapar su incapacidad gestora. Se los ha creído cuando ha habido que aceptar medidas drásticas que han sacrificado una parte mollar del tejido productivo. Se los ha creído cuando han pronosticado el peor de los futuros inmediatos. Y, sin embargo, las escasas veces que salen a anunciar algo positivo, entonces todo el escepticismo que mediatiza la relación de la sociedad con ellos adquiere una especial espesura. La única credibilidad que tienen los políticos es de cara a lo peor. Porque en lo mejor nadie se los cree. Y eso resulta muy preocupante, ya que es una evidencia basada fundamentalmente en el miedo.
***
El miércoles envié la primera versión de esta sección, y en ella escribía: «Abascal es mucho mejor ajedrecista que Casado. Tiene la partida cerca del jaque mate». Un día después, rectifico y aplaudo el jaque mate de Casado a Abascal al distanciarse del franquismo y el europeísmo de Vox. Su discurso del jueves, durante la moción de censura, ha sido la decisión más coherente y sensata tomada desde que es presidente del PP. Ojalá no haya sido un espejismo y el aislamiento de la ultraderecha sea una realidad verificada diariamente.
***
El Papa Francisco ha reconocido las uniones civiles entre homosexuales. A unos -los ultras- les parecerá demasiado, un exceso producto de la enajenación; a otros les parecerá una declaración tardía y mejorable. Pero lo que es innegable es que se trata de un avance histórico para la Iglesia. No hay formas de amar mejores o peores. El amor es amor y no conoce pecadores.
***
Si la crisis de la Covid-19 se alarga demasiado en el tiempo, doy por seguro de que llegaremos a sentir culpa de sentir placer. El 'tsunami puritano' está arrasando hasta la última de nuestras reservas de 'alegría de vivir'. Los amish nos van a parecer una comunidad libertina comparada con nuestro nuevo y riguroso comportamiento.
***
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Especiales
Así se desbocó el urbanismo en La Manga
Fernando López Hernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.