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Mapas sin mundo (21-06-2020)

Mapas sin mundo (21-06-2020)

Domingo, 21 de junio 2020, 10:22

La crisis del Covid-19 ha desembocado en dos maneras de entender el mundo: la inmunidad, por un lado; y la paranoia, por otro. El pensamiento inmunitario implica dos actos de confianza en el otro: en primer lugar, el de aceptar la violencia de una aguja que penetra tu cuerpo; y, en segundo, el que se opera a través de la comunidad. Inmunidad y comunidad son términos que comparten una misma raíz etimológica y que, por ende, resultan complementarios. La inmunidad, de hecho, no se concibe a escala individual, sino colectiva &ndashla célebre 'inmunidad de rebaño'&ndash. Lo que supone que, en rigor, debamos hablar de una 'co-inmunidad' &ndasho lo que es igual, de una comunidad en el pleno sentido del término&ndash. La 'co-inmunidad' constituye el nivel máximo de confianza entre los individuos, ya que se halla compuesta por miembros de una comunidad que se protegen entre sí. Quiere esto decir que, en la experiencia 'co-inmunitaria', el 'yo' solo se concibe en términos de una absoluta dependencia del 'otro': mi salud depende de la de quien me rodea, me confío a él/ella, deposito literalmente mi vida en el resto de conciudadanos. ¿Qué sucede, por el contrario, con el comportamiento paranoico?

La paranoia es una alteración mental basada en la desconfianza y el recelo hacia los demás de manera prolongada. Desde este punto de vista, el individuo paranoico reniega de la comunidad, a la que considera una continua fuente de amenazas. Donde no existe la posibilidad de lo comunitario, jamás tendrá lugar el efecto de lo inmunitario. El pensamiento paranoico es una de las apoteosis de lo individualista: su desconfianza en los otros le lleva a considerarlos como expresiones del mal. Este tipo de personalidad solo confía en sí misma, en sus propias y exclusivas capacidades. De la paranoia jamás saldrá un proyecto común y solidario, un modelo de civilización y de tolerancia. La mentalidad paranoica contempla lo diverso como una alteración del orden y de la ley; por cuanto su objetivo será siempre destruir cualquier conato de pluralidad. Frente al carácter social y compasivo de lo inmunitario, lo paranoico es intolerante y penalizador. La figura del prójimo es un exceso intolerable que su relato de la realidad no puede permitir. De ahí que solo podamos concluir: más 'co-inmunidad' y menos paranoia.

El comportamiento paranoico es totalitario e inquisidor, una de las expresiones más inequívocas de la sociopatía. La pandemia se marchará, pero nos dejará una multitud de paranoicos dispuestos a destruir la confianza de los unos en los otros &ndashes decir, lo mejor del ser humano&ndash.

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No es extraño que la ultraderecha esté concentrando sus esfuerzos en desacreditar las protestas del movimiento 'Black LivesMatter', calificándolas como 'falsamente racistas'. Cuando BLM surgió a medidos de 2013, lo hizo como una red descentralizada de activismo que afrontaba el problema del racismo sistémico en EE.UU desde un supuesto claro: no se puede luchar contra las actitudes racistas sin atacar otros frentes relacionados como el sexismo, el clasismo y la homofobia. Es más, uno de los principales objetivos de BLM es la transfobia, la cual resume muchos de los problemas de discriminación y violencia que sufre la población afroamericana. Como es dable observar, las acciones que, bajo el paraguas de BLM, se han diseminado durante estos días por todo el planeta asumen como nucleares todas aquellas cuestiones que la ultraderecha tiene señaladas como propias de un régimen socialcomunista: la liberación e igualdad efectiva de la mujer, la diversidad sexual en todas y cada una de sus expresiones y el clasismo darwinista. Para los extremistas, todo cuanto suponga luchar por avanzar en derechos sociales constituye una manifestación del diablo. Porque, desde su delirante óptica, el ser humano fue creado según un plan y modelo perfectos, y en su aparición en el mundo ya mostraba una plenitud que no puede ser alterada. Los blancos son blancos; los negros, negros; los hombres, hombres; las mujeres, mujeres; y los homosexuales, pobres desviados con los que hay que ser indulgentes. Así fue todo en su origen, y así deben quedarse las cosas.

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¿Hay virólogos optimistas o la fórmula en sí misma constituye un oxímoron?

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Vivimos tiempos de 'despotismo iletrado': todo para el pueblo, sin el pueblo y desde una mediocridad sonrojante.

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Yo quiero a los de siempre, pero no a los de nunca y menos a los de a veces.

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