MAPAS SIN MUNDO (24/11/2019)

Debe ser extenuante estar todo el día viendo ataques a España en cada suceso de la realidad. Hasta UNICEF se ha convertido en un peligro para la seguridad patria. La capacidad conspiranoica de algunas mentes enfermas es inasequible al desaliento.

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Tengo los ideales por el suelo. Me conformo con improvisar diariamente un puente que me permita cruzar las horas de vigilia entre el instante de despertar y el de cerrar los ojos por la noche. La realidad no da para proyectos más ambiciosos. Máxime cuando, a resultas de la demencia generalizada en la que vivimos, defender los derechos elementales de cualquier ser vivo se ha convertido en una actitud radical. La justicia social ha perdido su dimensión más natural y normalizada. Lo que antes era evidente ahora resulta un motivo de alejamiento y de fractura entre las personas. No doy crédito. Para solucionar los problemas del mundo hemos recurrido al odio y al miedo. Defendemos la libertad desde la represión, la inclusión desde la discriminación y el amor desde el rencor. El sentimiento de desconfianza que se palpa en la calle, en las miradas y en los gestos, no tiene parangón en la historia de la democracia. Nos hemos olvidado de lo esencial. Las palabras ya no valen para salvar los abismos que nos separan. Lo dicho: tengo los ideales por el suelo.

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La lágrima como acto político. Es lo único que queda. Un punto de encuentro hecho de agua, lípidos, enzimas, glucosa, sodio, urea y potasio.

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Los que agrandan su leyenda a base de insuflar miedo terminan por pasar a la historia muriendo a manos de sus aterrorizados correligionarios.

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Las palabras -que son más sabias de lo que parecen- se revuelven en las gargantas de los impostores para hacerlos pasar como lo que son: tontos de remate. Un mediocre se puede apropiar del significado de lo que dice, pero jamás podrá hacerlo de su autenticidad.

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Como escuché el otro día en la radio, Vox se va a quedar para defender a los toreros, y a nadie más.

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Hemos invertido la lógica del escarabajo: somos blandos por fuera y duros por dentro. Sin sensibilidad y sin capacidad de supervivencia.