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MAPAS SIN MUNDO (17/10/2019)

PEDRO ALBERTO CRUZ

Murcia

Domingo, 17 de noviembre 2019, 11:34

Durante estos días, son varias las ocasiones en las que, como si de un mantra se tratara, he escuchado un mismo argumento: «No hay tres millones y medio de votantes de extrema derecha en España». El problema de esta afirmación es que confunde forma con fondo. Y tal confusión radica en un elemento fácilmente comprobable: la mayoría de los votantes de Vox no consideran a este partido como una formación de extrema derecha. Esta circunstancia equivale a decir que ninguna de las políticas defendidas por los de Abascal -medidas contra la inmigración, derogación de derechos del colectivo LGTBI, desprotección de la mujer, centralismo administrativo, etc.- son reconocidas como expresiones de la ultraderecha. En realidad, este modus operandi no es nada nuevo. ¿Acaso hay una sola persona en el planeta que se reconozca machista, xenófoba, homófoba, violenta? Absolutamente nadie. El fascismo no surge como consecuencia de que una mayoría social abrace conscientemente postulados radicales, sino porque una gran parte de la población apoya medidas extremas por considerarlas sensatas. El apoyo mayoritario a Vox se podría considerar como 'coyuntural' en el caso de que la elección de este partido se realizara desde el convencimiento por parte del votante de que se tratan de unas siglas radicales, pero que, en tiempos de urgencia, tocan estos 'excesos', estos caprichos incendiarios. Pero no nos engañemos: la mayoría de los votantes de Vox no tienen conciencia alguna de haber cometido una 'travesura antidemocrática', de estar jugando con su papeleta como antaño se experimentaba con el Quimicefa. En su práctica totalidad, consideran que han obrado con sentido común y que han elegido lo mejor para España. Además, su comportamiento desde el pasado domingo no trasluce la prudencia y contención de quien ha echado un polvo puntual y no quiere compromisos de futuro: existe un auténtico 'Orgullo Vox' -sin plataformas y sin carrozas, claro, porque eso es de maricones- que no consiente el más mínimo cuestionamiento de su voto. Hay una defensa generalizada de los compromisos adquiridos desde posiciones hormonadas hasta las trancas de sobreactuación identitaria. O lo que es lo mismo: mal haremos en minusvalorar a Vox porque, desgraciadamente, hay en él más voto macizo y estructural del que -por razones profilácticas- nos empeñamos en pensar.

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Hay lágrimas que no te pertenecen pero que son inequívocamente tuyas.

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Vox es ese partido cuyos dirigentes se reconocen, de un lado, 'amantes de la libertad', mientras que, de otro, vetan a medios como la SER o eldiario.es por no pensar como ellos. Y, claro, esta manifiesta contradicción conduce a recordar que nunca, en la historia de la humanidad, ha habido una estructura política totalitaria que no sazone su ideario con continuas referencias a la libertad. Por cierto, ¿qué significa que, seis días después de la activación de este veto, cuando la campaña electoral ya había finalizado, el Colegio de Periodistas de la Región de Murcia se haya dignado a emitir un comunicado lacónico, frío, cogido con pinzas, denunciando este flagrante atentado contra la libertad de expresión? Significa que es una institución que no cuida de los suyos y que, en consecuencia, no sirve para nada.

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Soy 'retroutópico': no creo en un futuro en el que el ideal se cumpla, pero sí que tengo esperanza en un pasado utópicamente mejor, en el que lo anhelado nunca tuvo ni tendrá lugar. Nos condenan a crecer hacia atrás, a desear lo que jamás aconteció, a enfermar todavía más.

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Cs es, sin duda alguna, el partido que mejor ha sabido vender sus ideas-fuerza durante los últimos meses. Desde abril, ha puesto todo su talento en comunicar a su electorado que es un partido prescindible, desleal con sus votantes, continuista y copartícipe de la entrada de la extrema derecha en las instituciones. Y a la vista está que los votantes ha comprado su mensaje y lo han enviado a la insignificancia. Pero lo más increíble de todo es que, a tenor de sus últimas declaraciones, no parecen haberse enterado de nada. Después de muertos, se muestran afanados en incinerar el cadáver, esparcir las cenizas y no dejar rastro alguno de su existencia.

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