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MAPAS SIN MUNDO (25/08/2019)

Pedro Alberto Cruz

Murcia

Domingo, 25 de agosto 2019, 11:16

El empeño puesto por Vox en erradicar el concepto de 'violencia de género' o 'machista' constituye una estrategia encaminada a consolidar una situación de 'posviolencia'. ¿Qué es la posviolencia? No la ausencia de ella, sino la disolución de todas las causas específicas de violencia cultural en un gran genérico que solo se comprende por causas naturales -algo así como el 'pecado original'-. Tras los discursos que pretenden deslegitimar una clase específica de violencia para reconocer todas las demás, se esconde una actitud regresiva cuyo único objetivo es definir un 'universalismo neutro', en el que cabe todo y a la vez nada. Al superarse las violencias específicas, culturales, se niega los derechos de las víctimas y se impide la implementación de medidas legales para atajar tales estructuras de agresión. La neutralidad es la mayor forma de jerarquía social que existe: lo inespecífico siempre favorece a los mismos privilegiados de siempre -entendiendo por 'siempre' ese 'derecho natural' que Vox esgrime continuamente contra el 'sectarismo' de las políticas de diversificación. La 'posviolencia' no es el final de la violencia, sino la neutralización de todas aquellas medidas legales que han permitido reconocer que una mujer, un inmigrante, un negro o un gay son agredidos, vejados y asesinados por el hecho de ser mujer, inmigrante, negro o gay. No reconocer la especificidad de las diferentes formas de violencia es no reconocer la estructura de poder que las garantiza. Y todo lo que no se condena es fomentado. La 'posviolencia' es la nueva forma del humanismo torticero y supremacista que viene con los neofascismos.

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El mismo continente que, desde hace veinticinco siglos, ha parido moles y miles de obras maestras artísticas, que ha sido capaz de fundar la democracia y promover tantas revoluciones justas, que se ha sobrepuesto al efecto devastador de la pura maldad... ese mismo continente se encuentra hoy desbordado por un barco con ciento cincuenta migrantes. Europea es un recuerdo.

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Los detalles son microdramas. Detrás de lo general, solo hay sufrimiento.

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La radiografía que deja el verano es demoledora. Un torero -El Fandi- afirma que, al igual que al hombre más macho le puede salir un hijo gay, a él le puede salir uno animalista. Poco después, los taurinos de Mallorca cantan el 'Cara al sol' para sacar músculo ante los antitaurinos. Y, por si faltara una guinda, un pelotari vasco arranca la cabeza de un gallo de un mordisco. Otros suben puestas de sol y fotografías de sus pies a las redes sociales. Mi verano, en cambio, se encuentra marcado por estos signos de violento exhibicionismo. Quienes lo protagonizan se sienten orgullosos de expresar y cometer tales barbaridades. Lo consideran legítimo. Gritan «¡libertad!» en una plaza de toros como si alguna formulación de la libertad contuviera el derecho de matar. Esto se cae a pedazos por todos lados y solo nos queda el derecho -inocuo- a la indignación.

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Que una consejería de un gobierno sostenido por Vox lleve en su nomenclatura las siglas 'LGTBI' es tan creíble como los 'auténticos' Rolex que se compran en Chinatown por 50 $.

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Es una pena que la única forma de reducir la estulticia en las ciudades es que la gente se vaya a las playas.

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La única esperanza que queda es la incertidumbre. Lo previsible solo nos conduce a la catástrofe.

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Dice C's que, en unas hipotéticas elecciones, no concurrirá junto con el PP bajo la marca 'España Suma' porque es un partido diferente, liberal y no conservador. Estaba corriendo cuando he escuchado esto, y me he tenido que parar por la dimensión de la carcajada proferida.

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