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Mapas sin mundo (16/09/2018)

PEDRO ALBERTO CRUZ

Murcia

Domingo, 16 de septiembre 2018, 12:51

Tengo la piel olvidada. Necesito sensualidad. Sin piel no hay esencia.

Nadie nos dijo que el pasado sería así.

Sobrecoge comprobar cómo hay mentes enfermas que todavía ven en el desnudo femenino algo pecaminoso, pornográfico y censurable. En rigor, toda la moral que sufrimos ha sido construida sobre el tabú del cuerpo femenino. Que una cantante muestre sus tetas en el transcurso de un concierto sigue siendo, en septiembre de 2018, un motivo de denuncia por parte de los grupúsculos más cavernarios de la sociedad. Menos mal que tales individuos, en su incultura, han desconocido, desconocen y desconocerán tantas y tantas experiencias que, desde los 60 hasta el presente, se han producido dentro del campo de la performance. Porque de haber enviado sus 'batallones de la decencia' hacia cada uno de estos eventos, los artistas contemporáneos vestirían de esmoquin para pintar. Aquellos quienes denuncian tales expresiones de libertad deberían pasearse por las calles y aulas universitarias para comprobar cómo piensan los jóvenes actuales y cuán alejados están de la realidad.

¿Existe el lector ideal de poesía? Probablemente no. Todos nos leemos a nosotros mismos en cualquier texto ajeno. Y aquellos versos, palabras o conceptos sueltos que entren por nuestro minúsculo ojo de aguja constituirán la fragmentaria y precaria base de la relación que establecemos con ese autor. A lo sumo, nos reconocemos en lo otro, pero nunca llegamos a conocer nada que habite extramuros de nuestra pequeña civilización. La poesía necesita de mucho más contacto con la vida alienígena.

Ojo: se ha puesto de moda destapar los fraudes por plagio y másteres cursados mediante la metafísica fórmula de la incomparecencia. Pero lo que todavía no ha comenzado a cuestionarse es la explícita falta de preparación, los currículos que no esconden la ausencia de estudios ni la lamentable carencia de lecturas. Dicho de otro modo: penalizamos la falsa preparación, pero no la ausencia de ella. Se considera un acto de honestidad reconocer lo que uno no ha hecho, cuando, por el contrario, la ineptitud debería ser un motivo excluyente para según qué desempeños.

'Diálogo interior'. Un concepto que, aunque acuñado hace más de un siglo por Meyerhold, define una estrategia de expresión que esta sociedad necesita más que nunca. El conjunto de pausas y silencios que se hacen hueco entre réplicas y gritos serían espacios de conciencia de inestimable valor en los que imaginar alternativas a los discursos impositivos con los que diariamente nos bombardean. El poder tiene un miedo visceral al silencio. Su obsesión diaria es reducir las pausas a su mínima expresión, a fin de que los periodos de inacción no desactiven los diferentes relatos generados por su ruido. Todas las palabras van a su favor, ninguna se salva de contribuir al desconcierto generalizado. Con palabras no se puede luchar contra el inflacionismo de palabras. Solo resta la opción del 'diálogo interior', la pausa estatuaria en medio de la acción.

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