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Durante estos últimos días, se ha repetido machaconamente una idea: la de la traición a un millón y medio de murcianos. Y no, no se ha traicionado a un millón y medio de murcianos. No se les traicionó cuando, tras las elecciones, la segunda fuerza ... más votada (PP) y la tercera (Cs) pactaron para formar gobierno con el apoyo de Vox. Y no se les traicionaría si la primera fuerza más votada (PSRM) y la tercera (Cs) se hubieran aliado para cambiar el gobierno. En ambos casos, existe mayoría en la Asamblea. Y esa mayoría representa a una parte importante de la sociedad de la Región de Murcia. Es la democracia. Así que dejemos de monopolizar el sentimiento y la representatividad de los murcianos.
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Vox habla de «fraude electoral» y convoca una manifestación para el martes. Convendría aclararles una cosa: una moción de censura no es fraude electoral; el transfuguismo, sí.
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El éxito de la moción de censura hubiera abierto un panorama de máxima incertidumbre en el que cualquier fuerza política podría haber salido beneficiada o perjudicada. Eran tantas las posibles variables que el futuro electoral de PSOE, PP, Cs o Vox era susceptible de haber mejorado notablemente o, por el contrario, haber resultado catastrófico. Sin embargo, tras el episodio de transfuguismo de los tres diputados de Cs, solo se vislumbra un único partido ganador: Vox. La dependencia de la ultraderecha se ha doblado después de esta primera crisis, y el gobierno ha caído de facto en sus brazos. No nos engañemos: desde ayer sábado, Vox gobierna en la Región de Murcia. El actual gobierno va a constituir el laboratorio de pruebas del que se va a servir el partido de Abascal para preparar el aterrizaje, en 2023, como fuerza más votada. Quien no lo quiera ver es que está ciego. El futuro de esta región es más oscuro que nunca.
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Tras el paso de los tránsfugas al Grupo Mixto, se acabó el gobierno de coalición. Ahora es un gobierno monocolor con el aporte de algunos «independientes».
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Santiago Abascal vino a Murcia el pasado jueves. Ofreció un mitin ante 1.500 personas después de haber demonizado al 8M por constituir una bomba epidemiológica. Los asistentes insultaron a unos jóvenes que portaban una bandera arcoíris &ndashse dirigieron a ellos como «perroflautas», levantando el brazo y gritando «¡viva el Caudillo!», «¡viva España!»&ndash. Las autoridades sanitarias no han abierto la boca, a diferencia de lo que hicieron en los días previos al 8M, cuando el consejero de Salud tardó poco en establecer una equivalencia entre manifestaciones feministas y cuarta ola. Y yo les pregunto a estas autoridades que tanto se jactan de cuidar del bienestar de los ciudadanos: ¿de verdad que ven más peligro en una marcha que reclama la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y que fue llevada a cabo con todas las medidas sanitarias que en una concentración de arrebatados patriotas reclamando la vuelta del franquismo? Las vidas de las que tanto dicen cuidar se salvan con medidas sanitarias y con medidas sociales. Pero, a tenor de los ensordecedores silencios, el franquismo es preferible al feminismo. La desigualdad también mata muchas vidas al cabo del año.
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Con la nueva y mayor influencia conseguida por Vox en el gobierno de la Región de Murcia, el pin parental se va a quedar corto para sus pretensiones. Vienen tiempos de «cinturón de castidad parental».
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Se ha demostrado que, ni siquiera en el dolor y la decepción, se es capaz de hablar desde la reflexión y no desde el manoseado repertorio de frases hechas.
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