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MAPAS SIN MUNDO (01/07/2018)

pedro alberto cruz

Murcia

Domingo, 1 de julio 2018, 13:19

Hay poemas que se quedan colgando entre poemario y poemario, entre un estilo y otro, huérfanos de contexto. Éste que viene a continuación es uno de ellos. El único hasta el momento en el que expresamente hablo de mi niñez.

En estricto orden de sucesión estoy cansado

  • Ropa recién lavada

me apoyo sobre una barandilla

escucho en Spotify una canción de Aute

el sol me produce arcadas.

Mientras espero a que abran la puerta del colegio vivo la

soledad de que una tarde de enero de cielo azul desteñido

atraviese sórdidamente mi piel y tinte mi saliva con luz invernal.

La piel ya no es abrigo contra la memoria Y mi cuerpo

desnudo de cualquier olvido se inunda de la claridad

tristísima de un patio de luces con olor a ropa recién lavada

comidas de urgencia

y una niñez que se quedó atrapada en el miedo en blancuras

viscerales que sobrecogieron la inocencia.

Hay pasados que yacen vivos bajo tierra enterrados con

respiración en un ataúd de niño como ese alguien que

no eres tú un cuerpo que no prosperó que cayó al abismo

de lo indeseable

la otra vida bastarda.

Solo el sol de una tarde de enero la incisiva aguja que desciende blandamente hasta la profundidad de la tierra ilumina los ojos abiertos de una infancia

paralizada por eternas paredes enlucidas

tendederos que airean el olor a limpio de la rutina y la decepción.

Bajo mi piel hay un niño que enterré para que nunca

se hiciera adulto Está debajo no porque habite mi

esencia sino porque escondí su cuerpo más allá

de mis ojos concretamente en los de él llenos de

pánico unos ojos débiles que debían desaparecer

para yo sobrevivir y que el olor rancio a suavizante

no interiorizase el vómito como mi intimidad más secreta.

Aquellos ojos que creía muertos todavía viven Y tienen su propio yo mi propio yo que aguardaba

a la luz de una tarde de enero para apartar la tierra

de sus pupilas y volverme a encerrar en aquel

patio de luces en el que su infancia vuelve a ser la mía.

Mi cuerpo es un ataúd abierto un cielo azul de invierno

que seca la ropa de hace millones de miradas

Los ojos que tengo dentro amortajados donde el aire

nunca alcanza y lo vivido está tan quieto que no es

memoria

Los ojos que estaban antes que yo son ahora los míos y observan desde lo más extraño la misma

puerta de todos los días.

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