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Su baile es único. Granadino nacido en 1980, Manuel Liñán es hoy unos de los bailaores y coreógrafos flamencos más singulares. Premio Nacional de ... Danza en 2017, responsable de aclamados espectáculos como 'Nómada' y 'Reversible', llega este viernes a Murcia, acompañado de su bata de cola y su deseo de libertad, para participar con 'Baile de autor' en el VII Festival Flamenco Mediterráneo de Murcia, que organiza la Fundación Mediterráneo. La cita, a la 20.30 horas, en el Aula de la Fundación. Ni se le ocurre ser padre. Tras verle bailar, Estela Zatania escribió: «Los genios no tienen que dar explicaciones: nos entregan su producto, dan media vuelta, y ahí te quedas, irremediablemente alterada y agradecida por la riqueza de sensaciones recibidas y los momentos inexplicables». Él escucha estas palabras y se pone rojo cadmio como un cuadro de Matisse. Ya en 2012, el Festival de Jerez le concedió el galardón de bailarín revelación. No se acomoda.
–Qué día fue especial.
–Yo tenía doce años, y con la academia participé en una actuación que se hacía en homenaje a un artista granadino fallecido. No sé por qué, pero bailé de una forma muy especial, me sentí como nunca antes me había sentido, y mis padres también se dieron cuenta de que estaba haciendo algo muy especial. Experimenté que me podía conectar con emociones muy profundas y compartirlas con el público. Sentí que mi cuerpo era capaz de expresar cosas, con una gran intensidad, que iban más allá de la propia experiencia de vida que yo podía tener; tenía un medio con el que podía comunicarme con todo tipo de gente y emocionarles. Ese día cambió mi vida.
–Dice usted que era un niño tremendamente tímido.
–Y lo era; recuerdo que cuando salí a bailar por vez primera en una función de colegio mi familia se sorprendió mucho. Mis padres no tenían nada claro que al final no me fuese a quedar sentado y sin salir a bailar. Pero salí y me cambió la expresión de la cara, la forma de moverme, la mirada, todo. Y se me pasó toda la vergüenza [ríe]. Los profesores se quedaron asombrados de lo que hacía en el escenario ese niño tan tímido.
–¿Por qué se dedicó usted al flamenco?
–Porque me atrajo la imagen de una mujer bailando con su falda; sentí atracción por esa forma de expresión femenina, me quedé enganchado a esa forma de bailar y eso me llevó ya a no dejar de querer bailar flamenco. Además, tengo tíos que son cantaores flamencos, el flamenco ha estado siempre presente en mi casa.
–¿Y su padre?
–¡Mi padre, torero! Y estaba empeñado en que yo también fuese torero como él. Lo intentó todo lo que pudo, con cero éxito [risas]. Le cogí manía al toreo.
–¿Cómo es su baile?
–Honesto, yo bailo lo que me pide el cuerpo, sin complejos, sin límites, sin atender a lo que se dirá de mí, sin buscar el aplauso fácil, sin hacer las cosas para intentar llamar la atención. Yo bailo como soy, como me nace y como quiero. Y en ese bailar como soy muestro, también, mi desacuerdo con algunos patrones tradicionales del flamenco.
–¿Cómo se siente bailando con una bata de cola?
–Libre. Para mí la bata de cola es un símbolo de libertad, porque me prohibieron bailar con ella. Era para mí un complemento deseado y un complemento prohibido. Me encanta bailar con ella, me obliga a hacerlo de una manera muy especial, es una puerta que se abre y me lleva a otros lugares. No es que quiera reivindicar nada utilizándola, lo que quiero es ser libre en todos los aspectos de mi vida. Ahora estoy encantado porque su uso se está naturalizando, ya hay escuelas y conservatorios donde los niños utilizan la bata de cola.
–¿Cómo no se imagina usted?
–No me imagino sin que me quieran, no tener afecto creo que es lo peor que te puede pasar.
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