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«El machismo y los machistas son lamentables e insoportables», afirma, rotundo, el pintor Antonio Ballester Les Ventes (París, 1952), afincado en Murcia desde su infancia y feliz por cómo se ha desarrollado su exposición 'Fabriquer l'image' que, recientemente, ha clausurado, con música experimental en directo en diálogo con sus obras, a cargo de Loredana Lanciano, el trío Ôon y Michel Bréchet, en la galería La corbata rosa, en Rochefort-sur-Loire, que dirige el galerista François-Victor Brunet.
«Acabo de regresar de Francia y la verdad es que me ha venido muy bien el viaje, el reencuentro con un país tan importante para mí y la reacción de un nuevo público ante mi obra, que ha sido muy grata y por la que estoy muy agradecido», cuenta Ballester en su casa-estudio, en Vistabella, ya por fin renovada y adaptada, tras años de obras y retrasos, a sus necesidades de espacios amplios, luminosidad natural y silencio. Fue en este mismo lugar en el que, en una primera ocasión, soñó que un tornado feroz amenazaba con llevarse por los aires el caserón familiar del barrio del Carmen donde vivió muchos años con sus padres, el también pintor Mariano Ballester y Monique Les Ventes, ambos ya fallecidos. Primero lo amenazaba, el caserón familiar, pero seguidamente lo arrasaba hasta dejarlo sin entrañas. El sueño se repetía de vez en cuando. Lo cuenta el artista entre las paredes blanco inmaculado que son testigos de la conversación, en este lugar al que durante mucho tiempo llamó «mi cueva». Eso sí, ya ha desistido de intentar hacer realidad uno de sus proyectos de los que se prendó: que esta casa-estudio se hubiese convertido «en un pequeño centro cultural en el barrio, con dos salas de exposiciones y un estudio de fotografía». Una pequeña y atractiva 'locura' para la que contaba en su momento con las ideas del arquitecto Miguel Mesa, pero que quedó tan solo en feliz idea porque la falta rabiosa de dinero se impuso. Es aquí, donde estamos, en este espacio austero y hoy ordenado, donde crea sus obras reconocibles y valiosas, humildes en sus formatos y sus necesidades de materiales y dotadas de verdadera alma.
-¿Qué obras ha mostrado usted en Francia?
-Sobre todo, pinturas y dibujos realizados desde 2015 hasta este mismo año; obras que, en su mayoría, giran alrededor de la mujer, o bien tocando temas sociales de los que son protagonistas, como la lucha por la igualdad, en la que todavía queda tanto por hacer, o bien a través de una temática que me apasiona desde siempre: el desnudo femenino. La mujer me interesa, por su enorme importancia, por su trascendente importancia, en todos los aspectos. Y, por supuesto, yo apoyo la lucha de las mujeres.
-¿Cómo califica a los machistas?
-El machismo y los machistas son lamentables e insoportables. A partir de ahí, podríamos seguir diciendo muchas cosas sobre ellos, todas muy lamentables.
-¿Qué cree que les pasa?
-Creo que, en buena parte, el machismo responde a cuestiones de inseguridad, además de a elementos culturales, que deben ser combatidos, más o menos enraizados según de qué países hablemos. Pero, sobre todo, yo hablaría de la inseguridad de los hombres y, también, del miedo que tienen a perder protagonismo, terreno y poder frente a las mujeres. Para mí, esta situación es incomprensible porque, en realidad, precisamente lo que yo echo en falta es muchísima más participación de la mujer en la toma de decisiones importantes para toda la sociedad.
-¿Su relación con ellas cómo es?
-Parto de mi infancia, porque claro está que, siendo hijo único, mi relación con mi madre fue, hasta el día de su muerte, muy especial; algo que, por supuesto, no veo como un problema, sino como algo que, sin duda, ha contribuido a la buena educación que yo he recibido [sonríe], y no solo de niño o de adolescente, sino también siendo ya adulto. Tengo que decirle que mi madre ha contribuido mucho a la admiración que me despiertan las mujeres; ese es uno de los calificativos que creo que se merecen, el de admirables, algo que mi madre era doblemente porque tuvo que vérselas no solo con un marido artista, sino también con un hijo artista. No tuvo que ser fácil para ella, más bien pienso que a veces le resultaría insoportable, pero está claro que si la familia iba hacia adelante era gracias a ella.
Tengo la seguridad de que la mujer es mucho más digna de estudio que el hombre, y por supuesto de que es muchísimo más inteligente que nosotros. Yo creo que mis desnudos femeninos son como un homenaje continuo a la inteligencia de la mujer. Mi interés por la figura desnuda, fundamentalmente de mujer, no decae. Sin pretender hacer un estudio exhaustivo de anatomía, analizo las posturas, las actitudes de los cuerpos, lo que nos transmiten...
-¿Cómo cambió la relación con su madre una vez que empezaron a convivir juntos en esta casa en la que estamos, tras instalarse aquí al fallecer su padre?
-Desde que falleció mi padre hasta que ella murió, transcurrieron más de veinte años; fue una relación preciosa, porque llegamos a conocernos de un modo que normalmente no tiene lugar entre padres e hijos; vivíamos juntos de adultos, desarrollamos una relación maravillosa de verdadera amistad, de cómplices frente a la vida y el arte. No fue fácil para nosotros tener que mudarnos del caserón familiar del barrio del Carmen; un caserón de techos altísimos y habitaciones enormes en el que hacíamos lo que queríamos y teníamos los tres nuestro mundo particular. Y en el que convivíamos con once gatos.
-Y de once gatos ha pasado usted a ninguno.
-Así es, a veces son muy convenientes los cambios drásticos [risas]. Además, los haría mucho sufrir si los tuviera, porque quien se ocupaba de ellos era mi madre.
Antonio Ballester lleva años ordenando y clasificando los innumerables objetos de todo tipo, relacionados con su pasado familiar, que conviven con él. Objetos insospechados... «Ayer», explica mientras me lo muestra, «encontré una especie de amuleto que hizo mi padre para mí, cuando nací en París, para ponerlo encima de mi cuna. Es una bruja, cuya cabeza está hecha con un garbanzo, a la que no le falta detalle, incluida la escoba en la que va montada como si se tratase de un caballo».
-¿La podrá ahora junto su cama?
-¡No, no, no, tampoco hay que exagerar! [Risas]
Antonio Ballester es observado, mientras habla, por los ojos de un boceto de rostro robótico que realizó durante la preparación de su última exposición en Murcia hasta la fecha, 'Robot', que mostró en enero pasado en la galería Art Nueve. Es un tema en el que va a seguir trabajando, convencido como está de que «la parte negativa de la inteligencia artificial es que va a acabar monitorizando nuestra existencia».
-¿Qué procurará no dejar de hacer?
-Utilizar modelos que posen para mis retratos y tener siempre proyectos que me hagan soñar.
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