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«Mi vida -sobre todo para mí- cada día tiene menos interés», dice José María Álvarez, poeta luminoso, un tipo amado u odiado, viajero eterno desde que nació en Cartagena en 1942, y hombre consagrado al placer y a la escritura, que convierte en un regalo: una fuente de vino excelente, una invitación a cabalgar libres sobre los sentidos y la sabiduría. Es oro envuelto en una gota de veneno. En la tarde de ayer, en el Museo Teatro Romano de Cartagena, presentó el libro que le ha publicado la Editorial Balduque: 'La sombra de la memoria. Diarios, 1992-2015'. Estuvo acompañado por José Alcaraz, editor de Balduque y también poeta. El volumen presentado recoge cinco diarios, escritos entre 1992 y 2015. Concretamente, los diarios de 'La serpiente de bronce' (1992-1993) y de 'La lágrima de Ahab' (1996-1997) -que ya habían sido publicados-, y otros tres que ahora ven la luz por vez primera: 'Diario del exilio' (2002-2011), '¡Sin prisioneros!' (2012-2013), y el diario de 'Seek to know no more' (2014-2015), a los que los lectores del creador del imponente 'Museo de cera' podían acceder desde hace tiempo a través de su página web, en la que toda su obra puede ser disfrutada de forma gratuita.
-¿Se gusta usted a sí mismo?
-No, me gustaría ser más alto, mucho más guapo, bronceado como cuando era joven, porque ahora ya no tomo el sol; y más inteligente, generoso y cordial...; pero no puede ser.
-¿Mejor persona no?
-Pues sí, porque creo que tender a ser una buena persona, como lo fue San Francisco de Asís, es una de las cosas principales a las que debemos aspirar. Pero San Francisco solo hubo uno.
-¿Cómo vivir lo mejor posible?
-Para mí, y ya lo habían visto muy claramente Cicerón y los viejos clásicos, carecer de ambiciones sociales y tener una profunda ambición cultural, ambición de saber, es fundamental. La fórmula consiste en darte cuenta cada día de que eres más tonto, de que sabes menos, de que te queda mucho por comprender, por leer, y tender a superarte. Se trata de tender a lo excelente y de ir despreciando lo que no lo es.
A propósito de los diarios que se recogen en 'La sombra de la memoria', Alfredo Rodríguez recuerda en su prólogo para esta obra que «los leí mucho, los gocé mucho durante un tiempo en aquellos primeros años, y los sigo leyendo, y no puedo entenderme sin recordar la emoción y el alborozo de las primeras lecturas de estos diarios». «Me acercaban por completo», indica Rodríguez, «a la persona real, al personaje fascinante, al animal literario en estado puro. Es José María Álvarez un autor hacia el que uno siempre ha sentido especial admiración intelectual y afecto personal».
En su conjunto, «estas páginas configuran un mapa, una constelación del mundo literario de Álvarez y un impagable ejercicio de memoria. Libro misceláneo, a la manera del repaso cronológico -en los primeros libros, pues abandona esa cronología hacia el final de este volumen- de una colección de instantáneas o de momentos, de hallazgos, de rescates literarios -hoy algunos casi arqueológicos-, de ciudades hermosas, de viajes inolvidables, de interesantes personajes (reales y literarios), de miradas lúcidas, penetrantes, recuerdos de recuerdos, fragmentos acumulados de un rompecabezas donde se dan cita lo real-real y hasta algunas veces lo imaginario».
Retrocedamos en el tiempo: estamos en 1992 y corre el día 13 de junio. Al caer la noche, José María Álvarez escribió en Villa Gracia, su casa de Cartagena, las primeras líneas del primero de los diarios recogidos en 'La sombra de la memoria', el de 'La serpiente de bronce?: «He pasado la tarde en la playa. El crepúsculo ha sido deslumbrante. El sol, al otro lado del Mar Menor, dejaba sobre las aguas quietas un río de oro centelleante. He entrado en el mar como el que se sumerge en un baño de oro. Durante la siesta, saboreando un café helado en el bar junto a la pescadería, estuve acabando de leer 'El imperio británico', de Lord Elton». Y también lo siguiente: «El poema debe ser como el altar del sacrificio, donde se le ofrece a la Luna la vida a cambio de que permita sentir 'eso', eso más allá de la inteligencia». Y esto otro: «Qué curioso: Hoy es 13. Cuántas cosas me suceden en 13; muertes en mi familia, viajes, lugar de mis libros en colecciones; muchas cosas, demasiadas para ser casual. Y hoy es 13, y he visto este camino. No tengo sueño. Llevo media botella de vodka y carne y alma están ya finísimas, escuchando a Ben Webster. La poesía debe hacer sentir lo que Graves explicaba con el 'grue' escocés: ese escalofrío».
Un día después, anotó a propósito de la fotógrafa Carmen Marí, su compañera de vida: «Carmen estaba hoy especialmente hermosa. Siempre he amado esa belleza suya que cambia extraordinariamente con las horas, como Venezia. Esos ojos verdes que en un instante miran con la más cálida de las miradas y de pronto parecen idos en una niebla de desasimiento». Y más: «He escrito de un tirón, como una revelación, 'Joven amado por Kavafis'. Sé que no lo retocaré. Es así. Me siento exultante, como en el instante cimero de un orgasmo, cuando encuentro ese verso que 'es así'. Después me he tumbado, casi levitando, a escuchar a Vivaldi. Tres horas de Vivaldi y buenos cigarros. Me apetece releer a De Quincey».
Diarios de José María Álvarez que se leen como un tiro en el alma y en el intelecto: con veloz curiosidad. Diarios de viaje, de amor, de literatura, música, amistad, carne palpitante, perezas, desprecios, pasiones... En el último de ellos, en 'Seek to know no more', escribe: «No deseo ya más que me dejen solo. Como pedía Espriu. El tiempo que pueda, seguir alimentando mi mundo. Por supuesto, no callarme nunca; decir siempre lo que pienso si me lo preguntan. Seguir con mi forma de vida. Disfrutar siempre que pueda de los placeres que hacen más llevadera la vida. Y si alguna vez vienen por mí, intentar llevarme alguno por delante».
-¿Y la política?
-Con respecto a la política, mire hacia donde mire no siento más que desprecio.
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