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En su último libro destinado a jóvenes de todas las edades, 'Cuentos de miedo para jóvenes valientes' (Alfaqueque, 2020), el novelista y cuentista molinense Paco López Mengual explota su vena más tétrica. Viejas historias y leyendas urbanas que sonarán al lector por haberse contado en ... los corros de las noches de verano o alrededor de una hoguera. «Historias transmitidas muchas veces por la tradición oral, de generación en generación», resume López Mengual, mientras de fondo se intuye el chirrido de la puerta de la mercería Las Marujas, su consabido espacio de trabajo, en Molina de Segura.
De estas quince historias (sobre tumbas vacías, hombres lobo, casas malditas, trajecitos de marinero, ladrones de cementerio, enterrados vivos... y así hasta El Tío Saín o Sor Luisa y San Pascual Bailón), el escritor exhibe una amplia sonrisa [con chispazo incluido] cuando se le pregunta por la historia que más le aterra. «Pues quizás esas historias que nos han contado de cajas abiertas diez años después de ser enterrado el difunto y comprobar que estaban dañadas por dentro. Yo creo que es un temor que todos tenemos a que nos entierren vivos, a esas crisis de catalepsia, cuando te daban por muerto y, en realidad, estabas vivo. Cuento ahí que en el cementerio de La Recoleta de Buenos Aires conocí el caso de una difunta que enterraron con 18 años y murió con setenta y tantos. Luego, los asesinos en serie me aterran. Por ejemplo, el Petiso Orejudo, encerrado en el penal de Tierra de Fuego, por matar a otros niños».
Aquel temido Petiso tendría una muerte provocada por hemorragia intestinal fruto de una paliza que le propinaron otros presos en el penal del Fin del Mundo; le acusaron de asfixiar con un cordón al gato que convivía con ellos. «Quizás no había cometido asesinato en 30 años encerrado porque no había más niños, otros seres inferiores». Dice riéndose que en Magisterio escuchó que quienes tienen orejas grandes tienden a la maldad. «¡Incluso al Petiso Orejudo llegaron a operarlo de las orejas!».
De casas encantadas cita la de Díaz Cassou, en Santa Teresa (Murcia). Hace unos años los empleados de seguridad «llegaron a abandonar su puesto de trabajo por miedo al fantasma [de la hija menor, fallecida por una dolencia que le hacía dar gritos espeluznantes]. Tengo amigos míos que cuando había exposiciones allí no entraban».
Romasanta, el hombre lobo gallego, también se cuela en este libro, «y pronto verá la luz también su adaptación al teatro».
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