![Trifón Abad: «Mi primera novela es un 'Mystic River' a la murciana»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/06/04/191536568--1200x840.jpg)
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El escritor Trifón Abad (Murcia, 1979) fue finalista del premio Setenil, el Oscar del cuento en España, por sus dos volúmenes de relatos: 'Quitamiedos' (Talentura) y 'Que la ciudad se acabe de pronto' (Malbec). Este martes, a las 19 horas, presenta en el centro cultural ... Las Claras de la Fundación Cajamurcia en Murcia, acompañado por Jerónimo Tristante, su primera novela, 'La noche de arena' (Grijalbo), anunciada por el grupo editorial Penguin Random House como «la nueva revelación del thriller nacional». Abad, licenciado en Periodismo y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, actualmente profesor de Lengua y Literatura, se muestra sorprendido con la expectación generada, y, al mismo tiempo, halagado por las primeras reacciones. «Soy muy exigente», reconoce. De momento, la novela ha sido elegida por el festival Cartagena Negra como libro recomendado en su club de lectura en La Montaña Mágica de Cartagena. Los lectores conocerán qué peligros corren los jóvenes mientras sus padres duermen...
Abad es un autor, como decía, «muy exigente», y familiarizado con la construcción de tramas. «Casi todo lo que he aprendido lo he aplicado al cuento. Es más fácil trabajar con piezas, con estructuras y con desenlaces. Las novelas que se te quedan grabadas en la mente para toda la vida son muy redondas. La mayoría, hasta las más grandes, tienen relleno al final. Por eso hasta que no me he visto preparado y con suficientes armas no me había metido en el terreno de la novela». Su debut en estas arenas era algo esperado. Esa concienzuda manía por la perfección está en 'La noche de arena', una obra que toma la Región de Murcia como escenario principal y que cuenta la historia de una joven desaparecida tras una noche de fiesta con sus amigos y un padre que no se resigna al silencio.
–El padre, ex detective privado, malvive en una casa de la huerta murciana con la única compañía de su perro 'Wolfe'. La muerte accidental de un joven en un desguace activa, de nuevo, su olfato investigador. Los desguaces, presentes en nuestros paisajes cotidianos, los vemos por todos sitios, contienen infinidad de historias ocultas.
–Son lugares comunes, sí, como también los son las fábricas abandonadas. Yo hablo de la zona de Archena, Fortuna, Abanilla... pero es un territorio, al fin y cabo, más universal. Yo planteo una serie de personajes muy clichés, los que se quedan en el pueblo, enganchados a la droga, a las raves, a la fiesta... esto sucede también en las ciudades, pero llevarlo a un sitio aislado parece que lo convierte en la única realidad que hay. Y eso no es del todo así, porque en estos lugares también hay gente que se deja los cuernos todo el día. Pero a mí me interesaba más otro pelaje de gente, hablo de los canallas.
–¿Les pone cara a esos canallas?
–Yo bebo de experiencias y de personajes que he conocido. Claro que les pongo cara, algunos pueden sentirse identificados en un momento dado. Sobre todo, mis amigos. Yo tengo un grupo de cinco amigos que son mi pandilla de cuando yo era chaval, los 'Algaidackson Five'. Cada uno de ellos se parece a algún personaje, son gente gamberra y auténtica, aunque no tienen nada que ver con los verdaderos protagonistas de la novela, que son más oscuros.
–¿Qué juventud quería mostrar?
–Aparte de la hija que se mueve entre quinquis, encontramos chavales con relaciones enfermizas y hablo de las dificultades para salir de un grupo social. Ahora, como padre, esto me da que pensar. Cuando tomas el camino de los chulos y los macarras, y te das cuenta en un momento dado de que ya no quieres ser así, pero ya tienes la etiqueta, y no estás en un lado ni en el otro. Hay también dificultades para entenderse entre los padres y los hijos. Yo conozco a los chavales de hoy, y cuando me propusieron desde la editorial trabajar más esta parte de los adolescentes, lo guay es que esos personajes en la trama actual son mayores, y tenía que irme a ver cómo eran de chavales y conectar con cómo son ahora. Esas parejas posesivas de ellos sobre ellas, las que no se dejan llevar tanto... reflejar todo eso en el carácter de hoy fue interesante.
–¿Es morboso con la actualidad?
–No me interesa mucho, en realidad. Me importa más la parte literaria. No soy un grandísimo lector de novela negra, he leído más otro tipo de literatura. Y cuento, sobre todo. Me interesaban mucho esas historias sobre comunidades aisladas de Estados Unidos, que parecen vivir perdidos en las colinas, sin servicios públicos... yo quería llevarme eso a Murcia, exagerándolo, porque hay zonas donde no pasa el autobús ni hay recogida de basuras, gente que vive enganchada, y donde es jodido vivir, pero viven... Eso, llevado a Archena o al Valle de Ricote, es lo que buscaba hacer en esta novela. Me fijo más en la parte desértica para ambientar esa parte de asfixia y calor, de finales de verano.
–Su infancia transcurrió en la pedanía de La Algaida (Archena), de donde era su padre.
–Sí, toda mi infancia y los veranos, hasta que fui universitario, transcurrió en La Algaida y Archena. Me siento más de allí que un urbanita. Los veranos de la década de los 80 eran jugar al fútbol y bañarte en el río, y nada más. Nosotros no íbamos a los cines de verano, sino más bien a lanzar piedras o hacer cabañas. Era un rollo castores de periferia...
–Con la novela, usted viene a reivindicar su lado más macarra.
–En cierto modo, sí. Me interesaba fotografiar la juventud quinqui que hay ahora. Yo no soy 'bacala' ni de raves, sino más bien roquero. Las raves no son mi ambiente, pero he estado cerca de mucha gente que sí que le va ese ambiente. Y buscaba ese perfil.
–La muerte de su padre le hizo volcarse más en la escritura.
–Sí, la escritura de este libro, de hecho, fue como una terapia. Porque le he echado horas y horas. Tengo otra novela terminada, que era mi aspiración de hacer una especie de 'Llano en llamas' de Rulfo, con muchas historias que crean como una realidad, y está basada en tres generaciones de familias. Al final, es como un puzle, y todos los episodios acaban guardando una relación.
–¿Cómo mira como ciudadano? ¿Es más salvaje como escritor?
–Como escritor soy más libre, aunque en este libro hay mucha denuncia. Del abandono de la sociedad de ciertos lugares en los que se montan sus propias reglas. De hecho, la policía no aparece en esta trama en ningún momento. Hay un ex guardia civil, del que se tira para conseguir pistas, pero es un territorio libre de mafia y de trapicheos. Se da por hecho que esta gente vive de esto.
–¿Cómo le gustaría que los lectores leyesen 'La noche de arena'?
–Me gustaría que fuera acogido y leído como un libro que, además de ser de género, contiene literatura seria, porque habla del duelo, de la pérdida, de la necesidad de acudir a la psicología cuando eres un perro viejo... esa parte creo que está lograda y le da consistencia al personaje. No es un detective que arrambla con todo, sino que tiene que dejarse llevar por las circunstancias y meterse en los bajos fondos y reflexionar.
–En muy pocas palabras...
–Mi primera novela es un 'Mystic River' (Clint Eastwood, 2003) a la murciana. Porque va en esa línea. [En la película, tenemos a tres amigos que crecieron en un barrio de Boston, a uno de ellos le pasa algo que marcará el resto de su vida]. Para 'La noche de arena' yo quería hacer una novela negra ambientada en Murcia, una suerte de 'True Detective', como una serie canónica de un lugar árido, jodido, donde hay una doble trama que me ha llevado curro entremezclar.
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