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Figura central de la literatura japonesa, Junichiro Tanizaki (1886-1965) sigue asombrando al lector por su pulcritud estética y la indagación en los anhelos más profundos del ser humano. Fascinado en una primera etapa por la modernidad occidental y la vanguardia, se sintió fuertemente interpelado en su madurez por la tradición japonesa. Tanizaki es el autor del bellísimo ensayo 'Elogio de la sombra' y de novelas como 'La llave' y 'Hay quien prefiere las ortigas', libros que exploran el deseo y la sexualidad y que hablan del enigma de la mujer. Pero más allá del contenido erotismo que permea la obra del japonés, eterno candidato al Nobel de Literatura, Tanizaki cultivó la escritura de historias de misterio y de terror. Muestra de ello es 'Cuatro casos criminales', que la editorial Satori acaba de publicar, con traducción de Rumi Sato.
Marta Marne, prologuista del libro, destaca que los cuatro cuentos revelan el interés del autor por incluir historias dentro de otras, su inquietud por la locura y los problemas que aquejan a la mente humana, así como la inmersión en los juegos de espejos, que sumen al lector en la ambigüedad y la incertidumbre. Es frecuente encontrar en los relatos elegidos una investigación en los rincones oscuros de la mente, así como «una mezcla del análisis racional y subjetividad que resuena tanto en el Japón de la época como en el lector actual».
En el volumen, se cuenta la zozobra de un joven pintor que visita a un abogado para que lo ayude a averiguar si ha cometido un crimen o es todo producto de sus delirios. Se aborda la charla casual de un oficinista con un detective, conversación que conducirá al primero por una senda imprevista. En otra pieza breve, un robo en una residencia de estudiantes demuestra que el dicho de que las apariencias engañan casi siempre es cierto. El libro se cierra con el caso de un escritor que ayuda a su amigo a resolver un supuesto crimen.
Con 'Cuatro casos criminales', el escritor vuelve a demostrar su afán por alejarse del estilo naturalista, aunque al final se aprecia cierta huella de este tipo de literatura en el resultado final. Como se ha dicho antes, Tanizaki prefiere apostar por las atmósferas sensuales y cautivadoras antes que por la reproducción fiel de lo social.
El terremoto y los subsiguientes incendios que asolaron Tokio y Yokohama en 1923 supusieron un antes y un después en la literatura del japonés. Obligado a trasladar su residencia desde la capital a Kansai, el prosista se sintió deslumbrado por la cultura clásica nipona y la belleza del Japón premoderno. Sin embargo, estos cuentos no son tributarios de este periodo, sino del anterior, cuando Tanizaki adoraba los asuntos urbanos y buscaba inspiración en la temática occidental.
Como heredero de Edgar Allan Poe, Tanizaki domina los mecanismos de la ficción para mantener al lector enfrascado en la historia a través del escamoteo de la información, creando huecos invisibles que abocan a la lectura entre líneas. Como todos los escritores de la era Meiji, Tanizaki experimentó la seducción por los hombres de letras europeos y estadounidenses, circunstancia que permitió a los autores japoneses ampliar sus capacidades expresivas. En este sentido, no se sustrajo a la influencia de Baudelaire, Oscar Wilde y Flaubert, cuyos postulados narrativos integró en el imaginario literario japonés.
Pese a esta herencia reconocida, el escritor no sigue a rajatabla los engranajes canónicos para esclarecer el misterio. En varios de los cuentos, Tanizaki se sirve de la técnica de la narración enmarcada, estrategia según la cual un personaje relata a otros la trama principal, lo que acentúa la subjetividad y el enfoque psicológico. Así ocurre en 'El caso del baño Yanagi', cuento en el que una perspectiva poco fiable dota de ambigüedad a la historia.
En 'Por el camino', una de las mejores ficciones de Tanizaki, se vislumbra la sombra de Sherlock Holmes, el detective creado por Arthur Conan Doyle. Si Holmes aclaraba un caso en el salón de su piso, Tanizaki recurre a un detective que recompone las pistas mientras pasea junto a un sospechoso.
El libro se cierra con 'Diablos a la luz del día', una historia en la que Takahashi es citado por Sonomura para presenciar un asesinato. Un cuento espeluznante en el que los personajes se aferran desesperadamente a la creencia de que los trastornos mentales son hereditarios, una idea que impugna el autor con frecuencia. En estas piezas breves, Tanizaki vuelve a apelar a la prosa sutil y la narración con vocación estética para alumbrar un ambiente cargado de tensión, intriga y erotismo. El escritor viene a decirnos que, más allá de la resolución de un crimen, el verdadero enigma se halla en los motivos ocultos que llevan a los seres humanos a enfrentarse a lo prohibido.
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