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El escritor y político nicaragüense Sergio Ramírez (Managua, 1942), vicepresidente de la República de Nicaragua (1985-1990) y Premio Cervantes 2017, visitó una vez la ... ciudad de Murcia acompañado de Mario Benedetti. «Fue en un recital en el teatro municipal [el Romea], hará 15 años quizás. Recuerdo la caminata desde el hotel hasta aquella plazoleta llena de jóvenes, y yo pensé que no habían abierto las puertas, y lo que pasaba es que ya no cabía más gente dentro. Mario Benedetti era como los toreros, dio un recital extraordinario y la gente le pedía desde las butacas poemas por su nombre, como quien pide una canción a una estrella del rock. Fue una noche impresionante en Murcia». Hombre afortunado en amistades, alternó literatura y política, y hoy, a sus 81 años, vive exiliado en Madrid después de que el gobierno populista de Daniel Ortega le privara de la nacionalidad nicaragüense. Este viernes vuelve a Murcia para recibir el premio de honor de la VI Semana Internacional de las Letras 'Ex-Libris', en un acto a celebrar a las 18 horas en la Biblioteca Regional. Recién llegado de La Palma atiende por teléfono a LA VERDAD.
–El panteón de la literatura hispanoamericana está repleto de autores de impacto universal...
–Yo vengo de una generación posterior a los que fueron los grandes escritores del 'boom' [hispanoamericano], posterior a la generación de Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti... entonces sí pude conocerlos a todos como discípulo de Benedetti, de Fuentes, de Cortázar, de García Márquez, de Vargas Llosa. Fue una posición muy privilegiada la de mi generación, porque éramos sucesores de aquellos autores del 'boom' y nunca intentamos cortarles la cabeza, como sucede en las luchas generacionales, sino que los colocamos en su nicho, y seguimos el ejemplo de esta generación decisiva en la literatura hispanoamericana.
–Su primer cuento, 'La carreta nagua', aparece publicado en 1956 en el suplemento literario de 'La Prensa' de Nicaragua.
–Un periódico de Managua que dirigía el poeta Juan Antonio Cuadra y tenía un suplemento cultural, el único que creo tiene toda Centroamérica como suplemento de periódico, y él era muy estricto en la selección de los textos. Teniendo yo 14 años publicó este cuento mío de un tinte vernáculo, pero que fue mi primera salida a la letra impresa y me impresionó mucho ver mi nombre escrito en un periódico. Me dio mucho susto.
–¿Cómo imaginaba entonces su futuro cuando era un menino?
–Entre la bruma de la adolescencia yo quería ser escritor, midiendo las dificultades del ambiente que significaba ser escritor en una Nicaragua cuando las advertencias generales de los familiares y amigos eran aquello de que un escritor se muere de hambre. Entonces uno siempre intentaba una profesión de la cual vivir, y además escribir, pero sustentado en una profesión que para mí iba a ser la de abogado. La verdad es que yo nunca ejercí la profesión de abogado como tal, siempre hice trabajos académicos en universidades y buscando cómo preservar mi margen de escritura, que busqué cómo recuperar en 1973 cuando acepté una beca de escritura en Alemania, en Berlín occidental. Y ahí probé a ser primera vez un escritor a tiempo completo, porque con esa beca me pagaban por escribir. Levantarme a escribir fue la ambición de mi vida, y creo que ahora al cabo del tiempo he vuelto a hacerlo: tener mi horario de escritor con dedicación exclusiva.
–¿Ese ejercicio de la escritura lo practica a diario?
–No a diario, siempre que puedo, pero creo la disciplina. Cuando viajo no es posible, porque no tengo el entrenamiento de escribir en aviones, trenes u hoteles. Tengo que estar aquí en mi casa, en mi cuarto, donde yo tengo la disciplina, y si estoy aquí lo procuro.
–Esta semana recién acaba de volver del Festival Hispanoamericano de Escritores (FHE), celebrado en la isla de La Palma.
–Este año, la quinta edición, estaba dedicada a los escritores centroamericanos, y regresé ayer para viajar a Murcia. La Palma me ha resultado una puerta de entrada y de salida del Caribe, uno se siente que esté en Cuba, en el habla, las costumbres, la vegetación, el paisaje volcánico, que me recuerda a Nicaragua, así que se siente uno muy en casa en Canarias.
–Estos últimos años han sido bien ajetreados en su vida por esa mudanza forzosa. Usted prefirió exiliarse de nuevo, como ya hizo durante la dictadura de Anastasio Somoza en los años 70, para evitar vivir bajo las reglas brutales de una represión.
–Cuando uno tiene 20 años espera el futuro con una gran ansiedad, uno no sabe por dónde vendrá el toro, pero son todos días felices cuando espera con ansiedad. Cuando reviso el pasado, si miro hacia atrás, pienso: 'Carajo, todo lo que me ha ocurrido'. Uno siempre dice: esto es la vida. En lugar de haber gastado mi vida entre cuatro paredes, pues cierto es que he corrido y he visto mundo. He tenido una comunicación directa con la escritura. Salí a la calle cuando la juventud me lo demandaba, peleé por un cambio en Nicaragua, estuve metido en una revolución, he andado por muchos lados, he pasado por muchas experiencias, y sé que mi patrimonio personal como escritor ha crecido mucho. Uno si va a hablar sobre el poder en la escritura debe haber conocido el poder, si va a hablar sobre el amor debe haber conocido el amor. Yo siento que me nutrí de muchas experiencias, y aún tengo mucho camino que correr como escritor.
–El activismo y ejercicio político [fue parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional tras el triunfo de la revolución sandinista contra Somoza en 1979, vicepresidente del país en el primer mandato de Daniel Ortega, que ahora lo persigue, y candidato a la presidencia de Nicaragua en 1996 con una escisión del Frente Sandinista], ¿fue tan importante como el descubrimiento de su naturaleza creativa?
–Yo vi siempre la política desde la escritura. Entré en política porque sentí la necesidad de que en mi vida y en la vida de mi país hubiera un cambio profundo, que era salir de una dictadura familiar, y esa fue la motivación en lugar de la política en sí misma; la aspiración a cargos públicos o a tener figuración política nunca estuvo entre esas motivaciones. Y cuando este tiempo se agotó para mí, pues yo regresé a la escritura, no insistí en quedarme. Si hubiera sido un político de raza habría insistido en quedarme, pese a los contratiempos y a las derrotas, que es lo que hace un político, que se levanta de los golpes que recibe y sigue adelante. Yo al contrario, era un escritor que estaba metido en la política circunstancialmente. Cuando las oportunidades se cerraron y no hubo más espacios para mí, pues tranquilamente regresé a la escritura.
–¿Cómo encuentra España, el país que le brinda una acogida permanente en este segundo exilio [el novelista se quedó en Madrid en 2021 tras la orden de detención del régimen de Daniel Ortega que le acusó de «menoscabo a la integridad nacional, y provocación, proposición y conspiración», cargos «risibles», según Ramírez]?
–Para mí la experiencia española ya son los años que he vivido en España, es una experiencia también conocer este país, lo he recorrido por todas partes en estos dos años, entiendo bien la vida social y política española. España es un país con mucho debate, a veces muy polarizado, pero que descansa muy bien en sus instituciones. Hay instituciones muy fuertes, y eso me hace a mí disfrutar, digamos, por usar esas palabras, de la vida democrática. Ahora vivo en un país donde hay debate y donde la democracia está garantizada.
–¿No cree que ese debate es a veces torpedeado interesadamente? Parece que tiene enemigos.
–Bueno, pero la polarización existe en América Latina también y en el mundo. Hoy en día esa polarización es el resultado de una fragmentación ideológica muy grande y de una falta de asideros fuertes como había en el pasado. Y hoy en día los temas de debate son muchos, las contradicciones de la sociedad afloran muy rápidamente, y si uno se guía por los debates en las redes sociales se pierde. El debate sigue estando en los parlamentos, en las instituciones, en la vida de los partidos políticos, y eso creo que en España existe plenamente.
–¿Vislumbra la posibilidad de volver en algún momento a su país?
–¡Claro que sí! Tengo esperanza, pero no depende de mí. Apenas se abran las puertas de regreso a Nicaragua obviamente que regresaría, pero quien regresaría a Nicaragua sería otro distinto al que salió. Yo ahora tengo otra experiencia de vida, entiendo mejor cuáles son los problemas mundiales, cómo está inserta Nicaragua en este gran debate entre autoritarismo y democracia, que es el gran debate de este siglo, entre gobierno autoritario y gobierno democrático, entre monopolio de la palabra y pluralismo de la palabra. Yo creo que regresaría a Nicaragua mucho más fortalecido en cuanto a mis propias creencias en la democracia.
–Sigue cultivando con intacto ímpetu el cuento, su género fetiche. Su último libro es 'Ese día cayó en domingo' (Alfaguara, 2022).
–Siempre regreso al cuento, porque es un género que está dentro de mi propia experiencia como escritor. Tengo gran afición por el cuento, por las dificultades que entraña la escritura del cuento, que son distintas a las de la novela, y empecé como cuentista y sigo siendo cuentista. Espero que sea un género que recupere la dimensión que tuvo en el pasado en las letras hispanoamericanas. La novela ha cubierto todo el protagonismo editorial. Si un joven se presenta a una editorial con un libro de cuentos no va a tener una fortuna, y eso me parece una desgracia porque el cuento debería estar entre los géneros preferidos de las editoriales, y enseñarles al público que el cuento es una estupenda manera de leer y de entrar en la literatura. Ojalá ese terreno se recupere como yo quisiera.
–Está acostumbrado a que se le reconozca su trayectoria, siendo el Premio Cervantes el mayor logro para todo escritor en lengua española. Recibir este premio de 'Ex-Libris', ¿cómo lo encara?
–Para mí no es un premio más, es un premio que me llena muchísimo, porque significa que se acuerdan de mí en Murcia. Yo digo, ¡caramba, el festival 'Ex-Libris' de Murcia se acuerda de mí! Lo agradezco y me siento honrado. Cuando uno no escribe para recibir premios, se siente más feliz cuando uno los recibe. Cuando uno es un cazador de premios es otra cosa, se convierte en una rutina. Por eso yo no me puedo hacer el sorprendido cuando me los dan, como el cazador de premios. Me sorprende y con gran agrado.
–Entre España y América, es indiscutible, existe una relación de fondo basada en la lengua y el mestizaje, aspectos esenciales en la identidad hispanohablante, pero podría profundizarse más.
–Yo siento que América Latina está cada vez más cerca de España. Viviendo ahora en España yo detecto un fenómeno nuevo, cómo decenas de escritores latinoamericanos de todas las edades y países nos encontramos en Madrid, antes la diáspora literaria se concentraba en Barcelona, pero hoy es en Madrid, y nos encontramos por docenas. Pienso que esa fusión es una riqueza para ambas literaturas. No es un fenómeno nuevo, porque ya se dio en el modernismo con Rubén Darío, pero veo que hay una situación de repunte. La literatura hispanoamericana se multiplica en los jóvenes, yo detecto también la insurgencia de las mujeres en la literatura, que me parece un fenómeno importante. La literatura se fortalece cuando aparecen voces de mujeres hablando de las perspectivas de las mujeres en la creación.
–¿Qué lecciones nos deja este mundo de velocidades inasibles?
–Todas las épocas han sido complejas. Si uno vira hacia atrás lo que ocurrió en el mundo, la desesperanza tras la primera guerra mundial, y la destrucción y el genocidio, todos los horrores que la humanidad vio en la segunda guerra mundial, uno piensa que hoy también se vive una cierta desesperanza. Pero yo pienso que vamos a recuperar espacios que parecen perdidos para la democracia y para la convivencia, yo no desespero en este sentido.
–¿Qué futuro ve en la prensa?
–Hemos vivido momentos de crisis por la insurgencia de la comunicación digital, donde parece que el papel de los medios de comunicación parece haber sido arrebatado por los chats, por medio de los diálogos entre individuos, y uno entra en la red y se encuentra una olla de odio y contradicción. Yo creo que los medios organizados, como tales, donde se da información y donde se puede opinar con seriedad, en contradicción pero con seriedad, creo que van a recuperar su camino. Así como se trató la muerte de los libros impresos y no ocurrió, al contrario, se volverá al papel fundamental que tienen los medios de comunicación.
–¿Usted nació ya revolucionario?
–No, uno se hace, el hecho que a mí me hizo revolucionario en la adolescencia fue una tarde de 1959, del mes de julio; empezaron a disparar en una manifestación en la que yo participaba y mataron a cuatro de mis compañeros de aula. Hay momentos así que te cambian definitivamente.
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