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«Solo el amor nos salvará», dice Nacho Ruiz (Murcia, 1972), codirector, junto a su también compañera de vida y madre de Hugo y Martina, ... Carolina Parra, de la galería T20 y de Proyectos T20. También articulista de LA VERDAD, sus escritos desde 2018, junto a otros en The Huffington Post, han sido recogidos en el libro 'Exilio en la calle mayor' (Tres Fronteras/Editora Regional), que cuenta con ilustraciones de Manu Villena. Culto. Polémico. Incansable.
–¿Se siente profeta en su tierra?
–Sí, sí; yo quiero a Murcia y Murcia me ha querido a mí, he tenido una buena relación con la ciudad y con la Región. Me siento reconocido y he tenido suerte: Murcia ha sido generosa conmigo. Cuando Carolina y yo decidimos quedarnos en Murcia y no irnos a Madrid, lo hicimos porque queríamos desarrollar aquí nuestro proyecto profesional y porque nos encanta vivir en esta tierra.
–¿Qué habilidad utiliza usted para manejarse tan bien en las altas esferas?
–[Ríe] Soy un galerista y un gestor cultural muy profesional; tengo mis opiniones y mis ideas, que muchas veces desarrollo en los artículos que ahora aparecen en el libro. Pero cuando hago mi trabajo estoy representando a un grupo de artistas y a la marca [T20], y ahí lo importante son tres cosas: mi interés, el de mi empresa, y desarrollar un buen proyecto de principio a fin. Y si es un proyecto que va a beneficiar a Murcia, pues infinitamente mejor. La mayoría de proyectos que más me han emocionado se han desarrollado aquí. Y para sacar adelante estos proyectos hay que trabajar con las instituciones. He trabajado con todos los partidos, menos con Bildu, y siempre ha habido un entendimiento porque hablamos en términos técnicos y de interés público, y no ideológicos.
–¿Por qué le gusta tanto polemizar? Se nota que disfruta.
–[Sonríe] No es me guste, es que no rehúyo la polémica. Quizá se pueda ser más diplomático en determinados momentos, pero creo que se tiene la obligación, cuando las cosas no te parecen bien, de denunciarlas. Y creo que con los discursos que yo lanzo, con respecto a determinadas cuestiones, a través de los artículos del periódico, estoy enriqueciendo un debate que se debe producir. Precisamente, muchas veces el problema es que no hablamos las cosas, que se tienen que hablar con claridad aunque hacerlo así pueda generar fricciones. Me gustan los debates públicos, abiertos, limpios, cara a cara; así deben ser.
–Una de sus polémicas más sonadas surge a raíz de que denunciara que el concurso público para elegir director del Museo Ramón Gaya, que ganó el artista plástico Rafael Fuster, estaba amañado. En vez de impugnar las bases de la convocatoria, usted concursó también para esa plaza, ¿por qué?
–En un principio no tenía intención de presentarme a ese concurso; de hecho, lo que yo he defendido públicamente es que ese museo no debe existir como tal [solo dedicado a Gaya], sino como un museo de arte contemporáneo de Murcia o como un museo de toda su generación. En cuanto al concurso, era evidente que las bases concedían una mayor puntuación a la entrevista personal que, por ejemplo, al currículum o al proyecto de cada candidato. Y esto había que denunciarlo públicamente y yo lo hice, además, después de vivirlo desde dentro para poder contarlo. Uno de los jurados me llamó para decirme que por qué no me presentaba mejor al concurso para dirigir el MUSAC en León. Aquí ha pasado una cosa muy clara y muy sencilla: la plaza de director de un museo suele ser para alguien con un bagaje profesional, y no para alguien cuyo primer trabajo va a ser ese. Y no es lógico, en absoluto, que una entrevista de media hora equivalga al currículum de toda una vida.
–¿Le ve futuro al Museo Gaya?
–Lleva ya un tiempo en una parálisis que lo único que hace es ir a más y aumentar su irrelevancia. Si no me equivoco, hay solo una obra de Gaya colgada en un museo fuera de Murcia. Pero insisto, ese museo debería serlo de toda la generación de Gaya –Pedro Flores, Joaquín, José Planes, González Moreno...– o el museo de arte contemporáneo que Murcia no tiene. Y lo digo con todo el respeto que merece la figura de Gaya, que para mí es uno de los grandes escritores de arte en España.
–Otro charco considerable en el que se metió: su crítica feroz a que el artista muleño Cristóbal Gabarrón, cuya Fundación tiene una dimensión internacional, expusiese su obra en una gran muestra celebrada en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. ¿Se arrepiente de esas críticas?
–Escribí un artículo en The Huffington Post, que también está en el libro, que tuvo un gran eco en la comunidad artística española. Criticaba que esa exposición se hiciera en un museo de arte contemporáneo a cuyo director se le impuso que se hiciera; un director que, ¡él sí!, salió elegido de un concurso al que se aplicó el código de buenas prácticas. Yo no tengo nada contra Gabarrón; de hecho, le tengo bastante simpatía personal, pero creo que una cosa es el posicionamiento que uno logra en el arte, y otro bien distinto el que logra en el sistema.
–¿Qué valoración hace de su Museo en la Casa Pintada de Mula?
–No es público, es privado. No me interesa ese museo, francamente, con todo el respeto a Cristóbal Gabarrón. En general, como deberíamos tener todos los murcianos, tengo una opinión crítica sobre cómo se gasta el dinero público, algo de lo que habría que hablar con más claridad y franqueza. Hacerlo así podría influir en que el día de mañana las cosas sean un poco mejor. Carolina y yo somos independientes, nos cueste lo que nos cueste: decimos y hacemos lo que queremos. Sobre las inversiones públicas en cultura se debería debatir más, entre otras cosas porque debemos optimizar de cara al futuro. Vivimos aquí, aquí están nuestros hijos, y para ellos Murcia tiene que molar. Se debe poner la lupa encima de cada euro público invertido en cultura.
–En uno de sus últimos artículos vuelve a darle caña [al exconsejero de Cultura] Pedro Alberto Cruz. Le dura años la fijación...
–...[Ríe] No hay ninguna fijación con él, que ha sido una persona muy relevante en la historia de la cultura en Murcia y sobre cuya gestión hay todo un libro por escribir, pero habitamos el mismo espacio.
–¿A qué se refiere?
–Esto que le voy a decir es muy feo, pero Pedro Alberto, Carolina, Miguel Ángel [Hernández] y yo formamos parte de la que puede ser la generación murciana más interesante desde los años 20. Es decir, como colectivo, como grupo, hay un potencial cultural muy grande. Hubo un momento que pudo ser maravilloso, porque además se dio la afortunada circunstancia de que había una voluntad de invertir en cultura, y se invirtió muchísimo. Pero, salvo algunas cosas, todo salió muy mal durante su etapa política.
–¿Qué no le gusta de usted?
–Que no tengo talento [risas], y los que no tenemos talento tenemos que estudiar y trabajar muchísimo. Carolina y yo somos muy trabajadores.
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