Pedro Alberto Cruz (Murcia, 1972) se aferra a la ilusión de poder escapar alguna vez de la Región de Murcia, donde ha desarrollado una vida intensísima, perdurando aún en el imaginario local sus siete años de actividad política, como consejero de Cultura y Turismo (2008- ... 2014) del Gobierno regional de Ramón Luis Valcárcel (PP). Aquello fue una anécdota en un currículo edificado en la docencia. Compagina su labor como profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia con la poesía y la crítica y teoría del arte («Marcel Duchamp es mi Dios»), con la crianza de un hijo que tiene dotes de bailarín, con el 'footing' y con el activismo social, defendiendo con ahínco los derechos de los animales y visibilizando, en su faceta de tertuliano radiofónico en la Ser y columnista dominical en LA VERDAD, las contradicciones de la condición humana. Hoy, a las 19.30 horas, reaparece en un acto público, en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Murcia, para presentar acompañado del escritor Jerónimo Tristante y de Alberto Aguirre de Cárcer, director de LA VERDAD, su último libro, 'Aforismos Ibuprofeno' (Libro Azul, 2019), una selección de los aforismos que publica cada domingo desde el 16 de enero de 2011 -el día siguiente a su agresión en la calle-. Un té en Santo Domingo, y una conversación que es artillería pesada.
-¿Cómo es hoy su vida alejada del frente de batalla de la política?
-Desde la distancia las cosas se ven con mucha libertad. Yo siempre he pensado lo mismo, y la manera de pensar de ahora es muy diferente.
-Han pasado seis años desde que dejó el Gobierno regional, ¿verdad?
-Sí, sí, y es un punto de no retorno. Yo hay veces que me pregunto si aquello fue real. Y, sobre todo, me pregunto cómo pude meterme ahí. Fueron siete años, y no sirvió para nada. Siempre le digo a la gente que es más fácil cambiar las cosas desde la vida civil que desde la política, donde son todo aparatos y estructuras. Y lo que haces, vienen los de después y en un mes lo borran todo. ¡Es trágico! (se arranca a reír gozosamente).
«No hay mejor estado vital que la duda, a este mundo le sobran muchas certezas»
-¿Cómo es usted como ciudadano? A menudo se nos achaca a los murcianos una cierta pasividad. Con el Mar Menor parece que ha sido así. Parece que llegó un día en que nos levantamos y nos dimos cuenta de que eso se había echado a perder.
-El murciano es endemoniadamente conservador, de los ciudadanos más conservadores de toda Europa. Hay una serie de dirigentes a los que les achacamos todos los males del mundo. Y nos tenemos que parar a pensar que esos dirigentes están ahí porque los han votado, porque una gran masa poblacional los apoya y apoya sus políticas. Yo no me creo eso de que la gente no sepa lo que vota. La gente sabe perfectamente lo que vota. Y nos tenemos que plantear si esa revolución que tenemos pendiente se va a llevar a cabo, porque el problema no es tanto los que están arriba sino los que caminan por las calles diariamente. Esa gente que tiene una rutina de protesta muy acendrada, asimilada en el tiempo, a la hora de la verdad no quiere que cambie nada. El miedo al final prima y vence a la necesidad, y el miedo nos va a llevar a la extinción. Así, sin más.
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Presentación y firma
Hoy, a las 19.30 h. Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Murcia. Con Jerónimo Tristante y Alberto Aguirre.
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'Aforismos Ibuprofeno'
Pedro Alberto Cruz. Libro Azul, 2019.
-¿Qué es lo que más le acongoja?
-Pensar que tres de cada diez murcianos que me encuentro por la calle han votado a Vox. Yo creo que el gran problema es que mucha gente que ha votado no identifica a Vox como un partido de extrema derecha. Porque quiere decir que nuestro umbral de tolerancia a la violencia y a los recortes de derechos es muy bajo. Los partidos fascistas han subido al poder sin que la población que los apoyaba tuviera conciencia de que eran fascistas. El problema llega cuando hay una determinada ideología que promueve los recortes de derechos. Y uno no puede discutir eso, es una falla insalvable, tú puedes votar por España pero ese concepto de patriotismo que tienes implica otras cosas.
-¿Cómo era de pequeño? ¿Tenía claro que el mundo se iba a extinguir?
-No, eso fue fruto de un proceso de toma de conciencia. Voy a cumplir [15 de diciembre] 47 años. Vivir significa estar vivo, y estar vivo significa estar vivo y ser poroso, y, por tanto, transformarse. La transformación no implica solo un acto de contradicción, como lo entiende la gente, sino que es una necesidad. La gente tiene que crecer, madurar y expandir su mente, y yo la mía procuro expandirla. Es imposible, hablando del juego político que viví, que ni los tuyos estén acertados el 100% de las veces, ni los otros estén equivocados al 100%. No siempre tenemos la razón, y como creo que tenemos que estar abiertos, asumo las cosas y ya está.
-Quiere decir que usted no es nada hermético en su forma de pensar.
-Para nada, he ido cambiando mucho, hay disposiciones, sensibilidades, que están ahí desde siempre, y vas viendo las cosas diferentes. Una persona que tiene su filosofía de vida cerrada a los 25 años está muerta. Solo le faltaría colgarse un epitafio. Sí, soy felizmente contradictorio.
-¿Qué hace cuando se topa con la duda? A qué recurre, ¿a la lectura?
-Cuando me encuentro con la duda, me digo: ¡Bendita duda, joder! Es que no hay mejor estado vital que la duda, a este mundo le sobran certezas.
-¿De qué habló en su última clase?
-Este cuatrimestre estoy dando clases de 'performance', y dimos algunos casos de 'performance' sadomasoquista. Por ejemplo, hay un artista que hizo una 'performance' en la cual compró en Tijuana (México) el cadáver de una mujer, realizó el acto sexual sobre el cadáver para derramar el último semen fértil sobre él, y una vez que hizo ese coito se hizo la vasectomía. Con esa obra acabamos la clase.
Miedo al cuerpo
-¿Qué ha aprendido de la historia de la 'performance', uno de sus campos de investigación favoritos?
-La 'performance' empezó en 1910 con el futurismo, y ya llevamos más de un siglo de 'performance'. Yo hay muchas con las que no estoy de acuerdo. Por ejemplo, aquellas en las que utilizan animales y se les maltrata. La 'performance' es un estado de libertad. Y otra es el cuerpo. Somos carne y la carne nos sigue asustando. Cuando alguien nos toca sin querer, enseguida decimos ¡perdón!, como si hubiéramos cometido un delito. Me gusta que la gente se toque, a través del cuerpo se superan muchos miedos, y yo soy muy miedoso.
«La manera en la que se encarnizaron conmigo [cuando era consejero] da para un estudio»
-¿Se considera un incomprendido?
-Cada individuo es incomprendido. Cuando te las tienes que ver muy jodidas, esas experiencias las tienes que gestionar tú mismo. Como me gusta ir contracorriente, he escrito la primera historia de la 'performance', en términos rigurosos, que se ha realizado a nivel mundial, y la publicará Akal en junio, ¡más de 1.000 páginas!
«En enero dejaré de comer carne»
«Necesito cuidarme más»
-¿Siempre intentó que la Región fuera un lugar de vanguardia?
-Sí, pero no fue posible, porque la Región es muy paradójica, hay artistas individuales muy transgresores, pero el tejido, la colectividad, es tremendamente conservadora. Al final, la generalidad siempre se impone en esta región a la especificidad, y eso hace que los casos concretos desistan o se marchen, y que el 'status quo' de siempre, lo que un amigo llama la Murcia eterna, se acabe imponiendo. Dejé de intentar luchar por lo colectivo, porque me abandoné mucho y necesito cuidarme un poquito más.
-¿Qué ha aprendido de su sección dominical, 'Mapas sin mundo'?
-Haciendo la selección de aforismos me he dado cuenta de mi propia transformación. Hasta ahora he publicado 457 'Mapas', y, a una media de entre ocho y diez aforismos en cada uno, me salen 4.500, y he seleccionado 400. Mi madre siempre me ha recriminado que me abra tanto, porque dice que me hace más vulnerable, pero soy así. Tengo cierto carácter exhibicionista. Ayer me monté en un taxi, y me cobró la mitad porque era lector mío; me dijo que tenía que pagarme él por la conversación.
-¿Aún se siente observado cuando camina por la calle?
-Todavía sí, y eso es algo tremendamente violento. Cuando notas las miradas clavadas en la espalda hay algo muy desagradable. Se me revuelven las tripas, de hecho. Es que se inventaron tantas barbaridades... Hubiera necesitado cinco o seis vidas para vivir todo lo que me achacaban... Yo quiero anonimato, y en cuanto pueda, me marcharé de Murcia, en cuanto mi hijo esté más crecido. Murcia te ahoga, tiene muchas cosas buenas, buena calidad de vida, mucho sol, ya no tanto mar, y se come bien, pero... este ambiente de esta sociedad tan claustral, tan sectaria, tan cotilla, tan juzgadora, tan de meterse en la vida de los otros, con tanto maruja amargado cuya única forma de vivir es hacer picadillo a los demás... La manera en la que se encarnizaron conmigo da para un estudio antropológico. A veces me digo a mí mismo: ¡Qué bien estás para todo lo que te pasó! Podía haberme vuelto loco perfectamente. Mentalmente ya no le dedico tiempo.
-¿Qué le lleva a identificarse con el movimiento animalista?
-Este humanismo absolutamente rancio. Al final, se tiene empatía a todo lo que esté vivo. Los sentimientos que discriminan no son buenos. Hay que respetar a los otros. Estamos comiendo atrocidades que se producen, y yo no soy vegano, quiero serlo alguna vez, pero en enero dejaré de comer carne.
-¿Ni siquiera lomo de cerdo?
-No, ¡qué va!, el cerdo tiene capacidad de sentir y la conciencia de un niño de tres años. Yo le digo a mis alumnos: ¿Os imagináis uno de esos camiones que veis por la carretera lleno de cerditos camino del matadero que estuviera lleno de niños de tres años?
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