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Francisco Florit
Lunes, 14 de abril 2025, 12:28
El 20 de octubre de 1995 la Universidad de Murcia en un solemne acto académico invistió Doctor Honoris Causa al escritor Mario Vargas Llosa. Con ... tal motivo, la propia universidad decidió instaurar un premio de novela con el nombre del escritor peruano, y así durante veintiséis ediciones consecutivas nuestra primera institución docente organizó el Premio de Novela «Vargas Llosa», contando desde sus inicios con la estrecha colaboración de la Fundación Caja Mediterráneo y desde la edición decimoséptima, es decir, desde 2012 con la Cátedra Vargas Llosa (integrada en aquel momento en la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra). Quiero destacar, en consecuencia, que el éxito de ese Premio radicó fundamentalmente en la sostenida, amable y eficaz colaboración de las tres instituciones que lo patrocinaron. Es de justicia, ahora que escribo estas líneas con ocasión del fallecimiento del escritor que dio nombre al premio, agradecer muy sinceramente a los responsables de las tres entidades su firme y constante entrega a la causa de este premio.
Pero no es menos cierto que hubo un amplio y competente equipo que trabajaba con rigor, diligencia y esmero a lo largo de todo el año para que cada convocatoria del premio llegara a buen puerto: desde el personal de administración y servicios de las tres entidades, pasando por el comité de lectura que hacía la criba hasta llegar al jurado. Un jurado que a lo largo de los años estuvo compuesto por personas como Soledad Puértolas, miembro de la Real Academia Española, Presidenta del Real Patronato de la BNE y una de las escritoras más importantes del panorama literario actual; el escritor Juancho Armas Marcelo (Director de la Cátedra Vargas Llosa); el profesor de la Universidad de Murcia, José María Pozuelo, uno de los críticos literarios más prestigiosos y reconocidos en nuestros días; el catedrático de la Universidad de Valladolid, el profesor Germán Vega, estrecho colaborador de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y quien esto firma, que tuvo el honor de presidir un jurado de tanta relevancia desde 2009, sustituyendo al profesor Victorino Polo García.
Durante sus 26 años de existencia el premio literario fue consolidando su prestigio hasta el punto de que llegó a ser algo así como una preciosa iniciativa pensada para fomentar la creación literaria en el ámbito español e iberoamericano, y para ofrecer oportunidades a los nuevos escritores, que enviaban sus originales desde muchos lugares del mundo, sobre todo, desde los países de habla hispana.
En mi opinión, la importancia de este premio tuvo que ver sobre todo con el hecho de que fue un valioso impulso para los jóvenes valores, o los no tan jóvenes; un premio que cada año contó con una creciente participación porque, a mi modo de ver, se ganó un merecido crédito y un importante eco entre la comunidad literaria en lengua española. Y se lo ganó por una razón fácil de entender: por el firme empeño de quien esto escribe, con el apoyo de los patrocinadores y de los demás miembros del jurado, de hacer que el Premio de Novela «Vargas Llosa» fuera un premio limpio, sin hipotecas, sin presiones internas o externas, un premio, como dijo uno de los ganadores, del que se sabía que su fallo no estaba «apalabrado». Me consta que el autor cuya muerte lloramos se sentía orgulloso de que un premio que llevaba su nombre tuviera ese carácter abierto, libre, sin ataduras ni compromisos espurios.
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