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PILAR MARTÍNEZ MAÑOGIL
MURCIA.
Lunes, 20 de junio 2022, 01:18
Si se le pregunta a una persona qué es el TEA o en qué consiste, lo más seguro es que no lo sepa. Sin embargo, ... si se emplea el término autismo, posiblemente sea capaz hasta de hacer una pequeña descripción. Aun así, ¿cuánto hay de verídico en la imagen que tiene la sociedad de las personas que sufren el trastorno del espectro autista? 'Palabras de piedra', la novela del profesor de música Ginés Cruz (Torre Pacheco, 1971), cuenta en primera persona el día a día de un hombre autista que, a su vez, es padre de un niño con el mismo trastorno. Además, con esta obra que derriba algunos estereotipos y visibiliza la situación de este colectivo, el autor fue galardonado con el I Premio Asubío de Novela FMJJ, Infancia y Juventud por la Inclusión, concedido por la Fundación María José Jove con sede en A Coruña.
–¿Conoce a alguna persona con autismo que le haya inspirado para escribir la novela?
–Yo soy padre de un niño con trastorno del espectro autista (TEA) y estamos en la asociación de Cartagena 'Autismo somos todos', así que sí, tengo el tema bastante cercano. En cuanto a los personajes, el niño que aparece está basado en mi hijo a la edad de siete años y el padre está inspirado en tres personas distintas que son adultos con TEA. También hay otros personajes inspirados, como una logopeda o la madre del chaval, pero aparte del hijo no hay ninguno que sea real, son todos ficcionados.
–Además de que su hijo sufra este trastorno, ¿qué le ha motivado para contar cómo es la vida de las personas con autismo?
–Lo que más me ha motivado es intentar normalizar las situaciones de personas que son distintas, y ya no solo porque tengan condición autista sino porque tengan cualquier otro tipo de circunstancia o condición. Realmente somos todos tan distintos que lo interesante del asunto o lo que yo, al menos, he intentado en la novela es normalizar el hecho de compartir sociedad y entorno con personas de distinto calibre, carácter, necesidades, vida y percepción.
–Además de mostrar que todos somos distintos, ¿ha querido visibilizar este trastorno?
–Sí. La novela pretende que el lector vea las distintas circunstancias, por muy cotidianas que sean, que se pueden experimentar a lo largo del día y de la vida desde los ojos de un autista. Todo se ve y percibe de una forma distinta y realmente mi ilusión es que la gente que se acerque pueda meterse un poquito, y durante unas horas, en la piel de una persona con autismo.
–A pesar de vivir la situación de cerca, realmente usted no sufre este trastorno. ¿Le ha costado mucho meterse en la piel de alguien que sí?
–Sí, bastante, porque piensa que al estar escrita en primera persona todo tiene que estar tamizado por una percepción distinta. Todo es diferente desde el lenguaje que se utiliza y la forma de explicar hasta la manera de entender el tiempo cronológico. Me ha costado bastante y ni siquiera sé si lo he conseguido o si he podido dar al menos una versión verosímil. La novela es cortita pero es muy intensa. Para escribir sobre cualquier cosa que pasa en el día, desde salir de su casa a encontrarse con alguien o cruzar la calle, tienes que intentar observar mucho cómo actúan estas personas para intentar entender qué pasa por su cabeza; aunque eso es casi imposible, el intento está ahí.
–Debe haber sido una experiencia de lo más inusual.
–Sí, me ha costado pero ha sido muy bonito intentar ser otra persona y mirar, tocar y oler de otra manera.
–Teniendo en cuenta el tipo de trastorno que sufren las personas con autismo, debe ser difícil conseguir un testimonio, ¿no?
–Es muy curioso porque como el autismo es un trastorno de espectro, hay personas muy, muy afectadas y otras menos. Desde hace un año y medio voy siguiendo en redes sociales a personas neurodivergentes –autistas– de alto rendimiento. Por ejemplo estoy siguiendo a una chica de Venezuela que es doctora, ejerce y además es pianista, que cuelga en Twitter sus vídeos de cuando ensaya. Pero, en realidad, sí hay –no todos– un número bastante importante de personas neurodivergentes con distinto grado de autismo que comentan sus experiencias, lo que les ha pasado a lo largo del día, cómo lo han vivido, si se han puesto más o menos nerviosos, cómo han reaccionado y cómo es su relación de pareja o en el trabajo.
–¿Y es fácil encontrarlas?
–Hay que buscar bastante y la verdad es que aprendes muchísimo porque te das cuenta de cosas que ni siquiera imaginarías, y de que muchas veces esas reacciones ante un problema, o algo que surge de nuevas, no son demasiado alejadas a las de una persona como tú o yo. Tal vez la mayor diferencia es cómo reaccionamos. Una persona neurotípica [sin trastornos de este tipo] puede tener las estrategias para reaccionar a la frustración y una persona que no lo sea, tiene otras estrategias o a lo mejor no controla o se pone más nerviosa.
–A lo mejor el problema es que la imagen que se tiene de estas personas es la de alguien incapaz de tener una vida normal cuando sí pueden tenerla.
–Sí, absolutamente normal. En el sentido de que tienen un nivel de independencia bastante grande porque al final lo 'normal' es lo que hacemos la mayoría porque realmente 'lo normal' no existe. Además, lo 'normal' hoy no lo era hace 200 años. Sí es cierto que cuando en el cine o en las series se muestra un personaje se tiende a exagerar sus rasgos para que el público lo entienda. La imagen que podemos tener de una persona con autismo, es como la de Dustin Hoffman en 'Rain Man' (1988, Barry Levinson), que es la de un autista muy afectado que vive en su mundo interior y cualquier cosa le pone nervioso, le asusta y le provoca una crisis.
–¿Y cómo pueden conseguir una vida normal?
–Con logopedas, psicólogos y ayuda. Además, cuando pasa la adolescencia y llegan a la etapa madura pueden adquirir un nivel de independencia bastante importante. No voy a decir nombres pero aquí en Cartagena tenemos un psiquiatra que es autista, se sacó su carrera y ejerce su carrera con total independencia.
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