
Natalia Carbajosa
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Natalia Carbajosa
En Zamora fue al colegio y al instituto, y estudió Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca. El paisaje de sus veranos en el ... pueblo de sus abuelos, en la sierra de la Culebra, fue destruido por completo el año pasado en un incendio. «Fue horrible, y todavía no nos hemos recuperado. Lo que más había eran castaños y robles. Ahora, como mucho, repueblan con pinos, pero ese paisaje ya se perdió para siempre. Así que es como si me hubieran quitado la infancia tambIén». Detrás de todo eso está la despoblación, las políticas forestales... «un poco de todo», sospecha Natalia Carbajosa (Puerto de Santa María, 1971), escritora, poeta, traductora y profesora del área de Lenguas Modernas de la Universidad Politécnica de Cartagena.
Este último curso ha sido especialmente ajetreado en el ámbito editorial y académico, y el resultado son cuatro libros en los que ha tenido una implicación total. 'Destino desconocido: poesía y traducción' (Ursa Maior, 2022), donde recoge «impresiones anotadas y publicadas aquí y allá» en las que indaga sobre su quehacer, «tanto desde la teoría (¿se puede traducir poesía?) como desde lo aprendido en los propios autores que la han acompañado a lo largo de los años»; 'Canción desde España», poemas en homenaje a Ezra Pound, editado por John Gery y Viorica Patea (Clemson University Press, 2023); la traducción de 'La tierra baldía' (Cátedra, 2022), de T. S. Eliot, edición bilingüe de Viorica Patea con la colaboración de María Teresa Gibert y con traducción de Carbajosa; y 'Teatro completo de T. S. Eliot' (Visor, 2023), en el que Carbajosa tiene como compañeros también a los traductores Antonio Ballesteros González, Dídac Llorens Cubedo Teresa Gilbert, Viorica Patea, Mariángel Soláns García y Fabio L. Vericat. Y todo desde Cartagena.
–Ha sido un año bien intenso...
–A lo mejor llevas trabajando muchos años atrás y las cosas salen cuando salen, no es que lo haya hecho todo a la vez. 'Destino desconocido', por ejemplo, estaba preparado antes de la pandemia. Cosas que hacía antes del famoso covid, y que tuvieron que retrasarse. La antología que reúne a poetas anglófonos e hispanohablantes nació a raíz de un recital de poesía celebrado en la Universidad de Salamanca en julio de 2019. Pero sí, se ha juntado todo.
–Cada vez más la traducción literaria tiene el reconocimiento externo que merece. Porque traducir es una forma de crear.
–Sí, el reconocimiento externo se agradece. En efecto, el traductor es un autor. Pero, en general, los traductores sabemos que somos bastante invisibles. Y para todos está, por otro lado, el campo abierto para teorizar sobre el oficio. Es muy atractivo, y muy difícil no caer en ese vicio. Y he oído muchísimas reflexiones de traductores españoles, sobre todo de poesía, y en todos se repite este patrón, esta necesidad de ahondar y darle vueltas a lo que hacemos. He seguido la pista, sobre todo, a los estudios de Jordi Doce, y hay recopilaciones de varios autores sobre este tema, y de fuera de España empezando por Octavio Paz y otros muchos. Hay mucho material para contrastar la experiencia propia, y, normalmente te reconoces en lo que escriben.
–¿Recuerda sus primeros coqueteos con otras lenguas? Seguramente fue en la etapa escolar.
–Yo pertenezco a una generación en la que aprendíamos lengua extranjera bastante tarde en el sistema de enseñanza. En mi caso el inglés, pero me pilló en un momento en que casi de un día para otro se cambió el francés por el inglés, y tampoco tenía extranjeros alrededor, no oías por la calle otras lenguas. Pero sí es verdad que viviendo en Zamora, la frontera con Portugal la tenemos a 40 kilómetros, y los zamoranos siguen yendo mucho al pueblo que está más cerca, en el Parque Natural de Arribes del Duero, en Miranda do Douro, y a mí me fascinaba que en un kilómetro antes de cruzar el embalse leías 'aduana', y dos kilómetros más allá, o menos incluso, ponía 'alfandega', y la gente decía 'obrigado'. Y esa musicalidad de otra lengua, y esos gestos que la acompañaban, que más o menos podías interpretar, desde pequeñita me intrigaba. Ya en la educación secundaria, antes que el inglés, ya me atrajeron muchísimo el latín y el griego.
–¿Recuerda a algún maestro?
–Tuve un profesor extraordinario de latín y griego, y recuerdo que el año de COU tradujimos un canto de 'La Eneida' prácticamente completo, y tengo mis apuntes, que por desgracia ya no soy capaz de descifrarlos. Pero aquello era una puerta que luego ya he explorado por mi cuenta leyendo traducciones. Incluso barajé la posibilidad de estudiar Filología Clásica en lugar de inglesa, pero me pudo también la curiosidad. Mis padres, a partir de los 15 años, me enviaron a Inglaterra, y hoy eso es más normal, pero entonces subirte a un avión, que además había que ir a Madrid y no había vuelos baratos, irte por las buenas y probarte en otro idioma... Con el uso de otras lenguas aflora también otro yo, de tantos como todos poseemos, por supuesto, pero por la lengua, la mentalidad y la cultura a la que te da acceso hace que te conviertas un poco en otro, como sucede con la lectura, y con el viaje.
–¿Qué relación tenía con Eliot?
–Durante la carrera era una lectura preceptiva, por supuesto, y todo el modernismo americano, pero realmente esta inmersión en su 'Teatro completo' y en 'La tierra baldía' es cosa de los últimos cuatro o cinco años. Yo ya había traducido a poetas modernistas como Hilda Doolittle, y descubres el magisterio, quizás, porque Eliot lo que hace es traer a la lengua inglesa esa nueva manera de decir, fragmentaria, que no tiene empacho en mezclar un estilo culto con palabras tomadas de la calle de distintos personajes, ese collage poético es nuevo en la poesía norteamericana. Es un autor que ejerce una gran influencia, además, en la poesía española del siglo XX. He trabajado en las traducciones anteriores de 'La tierra baldía' y me he encontrado por el camino también sus artículos críticos, y cómo éstos han influido en Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, y en Gil de Biedma y Valente y, por supuesto en los Novísimos, y en muchos otros poetas en España y en Iberoamérica, y esa huella también ha conformado la poesía en nuestro idioma. No sabía que había tenido un alcance tan enorme.
–¿Puede decirse lo mismo de Pound y su influencia en la poesía española?
–Quizás la figura de Pound tiene más claroscursos, no es que Eliot no los tenga, por supuesto que los tiene. Pero quizás Pound ha quedado más desdibujado, o relegado, cuando era un auténtico descubridor de talentos, y animaba y apoyaba, y cuando tiene mucho que ver en la génesis definitiva de 'La tierra baldía', y era un catalizador del mundo poético a su alrededor. Hoy quizás Pound no tiene tanta vigencia como Eliot, pero quién sabe qué pasará dentro de unas décadas.
–La publicación en homenaje a Pound de poetas en lengua española e inglesa responde a un congreso que hubo en Salamanca.
–Es un congreso académico, que se reúne cada dos años, sobre la obra de Pound. En este caso tenía mucho que ver con Pound y su relación con España, y se invitó a los Novísimos, y estuvieron por allí Antonio Colinas y Jaime Siles, no pudieron venir ni Luis Alberto de Cuenca ni José María Álvarez, pero se les invitó a estar en el volumen conmemorativo. En el mismo congreso se leyeron los poemas en las dos lenguas, y fue un trabajo en progreso, como se dice, que me recordaba a los tiempos de Ardentísima [fiesta de la poesía que nació como fruto del Homenaje Internacional a Ezra Pound en Venecia en 1985], hablando de José María Álvarez.
–Sobre la exquisita escritura de José María Álvarez, poeta cartagenero, ¿qué nos puede decir de su legado, de su producción? Quizás haberlo tratado nos puede dar perspectivas desconocidas.
–José María Álvarez tiene su propio personaje, en consonancia con su obra, y está muy bien. Es esa poesía sofisticada, cosmopolita, que responde mucho a la época, a la voluntad de todos los Novísimos de apartarse del realismo social, de una realidad muy concreta y centrada en el problema de España, y en abrirse al mundo, y en mezclar la cultura popular con la alta cultura. El tesón con el que ha seguido formando ese único libro, ese 'Museo de cera' en sucesivas versiones. La última tiene ya unas dimensiones inabarcables. Del grupo de los Novísimos, afortunadamente tenemos a todos con nosotros, y la influencia de José María Álvarez nunca ha llegado a decaer.
–Dedicar tiempo a la lectura es necesario entre tanta distracción. ¿Qué importancia le da?
–Cuando me dicen qué me siento más, si poeta, traductora, profesora, investigadora... lo único que no ha variado desde que tengo memoria es ser lectora. Todo lo demás va por rachas. Hay sentido de la oportunidad cuando surge un proyecto, y bastante compartimentado, pero la lectura no cambia porque es el terreno que uno más disfruta.
–¿Qué espacio quedará para la poesía en esta sociedad cada vez más dominada por la técnica y las inteligencias artificiales?
–Yo sé todo esto de oídas, porque yo no tengo redes sociales, y sí tengo entendido que circula mucha poesía por Instagram, e incluso géneros que son ya una mezcla de tecnología, inmediatez y poesía y que se convierten en libros en un estadio posterior. Es un fenómeno del que no he leído nada, pero es un indicio de que la gente necesita poesía, sin entrar a valorar si eso va a perdurar, si es un producto del momento. Hay una necesidad de acercarse a la poesía por parte de un público joven. Es posible reconocer el síntoma.
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