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Concebido como una guía para que los lectores «puedan entender cómo se pueden desarrollar tanto los trastornos psicosomáticos, como las enfermedades autoinmunes y los trastornos ... conversivos» nace el libro 'El cuerpo tiene memoria' (Montena), de la psicoterapeuta Natalia Seijo (Ferrol, La Coruña, 1972) con el que descifrar «cómo puede afectar tanto el estrés, la ansiedad, el trauma y las experiencias de vida a nuestro cuerpo, y cómo esto puede estar influyendo a la inflamación, el dolor, la dermatitis o las migrañas».
La psicóloga, 'trainer' en psicoterapia EMDR, especialista en trauma complejo, apego, disociación, trastornos alimentarios y psicosomática médica y directora del NS Centro de Psicoterapia y Trauma en Ferrol, presentará 'El cuerpo tiene memoria' esta tarde a las 19.30 horas en la Sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Murcia.
–¿Cuánto tarda un paciente en descubrir que el origen de su dolencia es un problema psicológico?
–Muchas veces, cuando las personas llegan a mi consulta ya han pasado, como digo yo, por un rosario de tratamientos, y han recibido muchos diagnósticos a veces muy inconclusos. Hoy en día ya es diferente pero hace años no se sabía tanto sobre las enfermedades autoinmunes, por ejemplo. Con el diagnóstico, los pacientes se llevan unos sustos importantes. De repente, hay personas con síntomas llamativos como sangrados renales, inflamaciones, ojos hinchados al levantarse, hombros que se dislocan al dormir... no saben qué les ocurre y piensan que se van a morir hasta que se descubren que tienen, por ejemplo, lupus eritemato sosistémico, una enfermedad autoinmune. Han pasado veinte años hasta que a algunos pacientes les han dado un diagnóstico correcto. Hoy en día, afortunadamente, no se tarda tanto y hay también vías como este libro, que en realidad es una guía para que los lectores puedan reconocer qué le pasa y de dónde les puede venir.
Género. Autoayuda.
Editorial. Montena.
Autora. Natalia Seijo.
–Una vez que los pacientes reciben este diagnóstico, imagino que en muchas ocasiones les costará creérselo.
–Claro, pero tiene sentido. Si a un paciente le dicen que su problema le viene de la cabeza, lo siguiente que piensa es cómo puede ocurrir si él no se lo está provocando. Imagina que tú tienes un dolor que nadie te identifica de dónde viene, que te cambia el ánimo... es tremendo vivir así. Entonces, si encima a la persona le dicen que su enfermedad viene de su cabeza, le dejas totalmente indefensa y pensando que ella se lo está provocando. Por eso, cuando se trabaja con ese tipo de trastornos hay que hacerlo con cuidado, porque las personas se pueden sentir muy ofendidas. Yo, a veces, les hago una broma y les digo: 'Si te lo estás provocando tú, deja de provocártelo'. Evidentemente no pueden, esto no es tan fácil. Hace falta psicoeducación para que la gente lo entienda.
–¿De qué manera puede influir el trauma infantil en la aparición de estas enfermedades?
–El trauma infantil está relacionado con nuestra forma de vincularnos, primero con nuestros padres, lo que llamamos las figuras de apego, a quienes nos apegamos desde que somos bebés. Todo esto es muy complicado, porque si empezamos a hablar del apego, tenemos que hacerlo desde que nacemos hasta que nos hacemos mayores. Al principio somos frágiles y muy vulnerables porque dependemos de las personas que nos cuidan. Entonces, para un bebé todo es muy grande y hay cosas que le afectan mucho. Al ir creciendo, todo nuestro historial se va acumulando. Con lo cual, si nacemos en una familia en la que no nos proveen de lo que necesitamos, o una familia que, por ejemplo, no expresa las emociones, a lo largo de nuestra vida vamos a ir sumando pequeñas situaciones que se acumularán donde dejan más huella. Esas son lo que llamamos heridas de infancia.
–Con lo cuál, ¿recomendaría a todos los padres leer este libro?
–Aprendemos a somatizar en la infancia, con eso lo explico todo. Es muy importante entender a los niños. Es decir, que una madre o un padre pueda entender que a su hijo le pasa algo y que pueda leerle, en lugar de que el niño tenga que estar explicándole siempre todo lo que le pasa, es superimportante. También marca mucho la diferencia que las familias puedan expresar sus emociones de una manera adecuada, es decir, sin reprimirlas.
–Entre tanta información relacionada con la salud mental que nos bombardea, ¿cómo distinguir la fidedigna?
–Hoy en día yo también me abrumo con tanta información y, a veces, no es tan bueno tener tanta información porque no sabes diferenciar la fidedigna. Cuando recibimos información a través de internet y redes sociales debemos de asegurarnos de que esa persona es la adecuada para hacerlo y es especialista en lo que está hablando.
«Empecé a trabajar con trastornos alimentarios hace 25 años», explica la psicóloga Natalia Seijo. Al acabar la carrera «vi que estos trastornos me atraían mucho, sobre todo porque en el instituto había tenido compañeros y compañeras que habían estado con la comida para aquí y para allá. Empecé a trabajar con los trastornos alimentarios en una asociación en Ferrol. De ahí, pasé a la Unidad de Trastornos Alimentarios del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid y ahí empiezo a ver que hay muchas chicas que se lastiman con estos trastornos, personas con mucho trauma de vida. Con el paso del tiempo me voy dando cuenta de que el síntoma no está solo relacionado con la comida, que va mucho más allá, y al especializarme en lo que hay detrás de la comida, me encuentro abusos sexuales, trauma de apego, 'bullying', personas que tienen alta sensibilidad... yo siempre describo el trastorno alimentario como una gran estructura que ayuda a la persona a adaptarse a la vida que tiene. Muchas veces la comida simplemente es el síntoma de todo lo que no funciona bien», explica la experta, cuyo interés por los TCA le llevó a especializarse en el trauma.
-Es especialista en trastornos alimentarios. ¿Cómo influyen actualmente las redes sociales y la publicidad, donde se nos vende un modelo de físico muy concreto, en la proliferación de estas enfermedades?
-Influyen mucho. Los trastornos alimentarios siempre se describen, en un primer momento y a nivel general, como trastornos biopsicosociales. Pueden ser un compendio de factores, porque todos estamos en la sociedad y no a todos nos afecta lo que vemos en las redes y nos enfermamos por verlo. Sin embargo, ¿qué ocurre?, que sí que hay una tendencia. ¿Quiénes son las personas que van a ser más vulnerables a lo que perciben y a las influencias? los más jovencitos. Desde los 13 -y, en ocasiones, desde los 11- hasta los 20 o 21. Son las edades en las que la persona se empieza a formar, cuando empiezan a adquirir una propia identidad y cuando son más vulnerables.
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