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A Manuel Adolfo Martínez Pujalte (Murcia, 1946), un apasionado del espionaje –pertenece al Club Le Carré de escritores de esta temática–, le hubiera gustado ser ... diplomático. Pero se hizo periodista, y trabajó 14 años en el diario 'Pueblo', también en la agencia de noticias OTR Press. Fue enviado especial a infinidad de países, vivió como periodista parlamentario el golpe de Tejero, y entrevistó a escritores legendarios: Cortázar, Aleixandre –estuvo con él al día siguiente de la concesión del Nobel en 1977–, Jorge Guillén y a su vecino, Luis Rosales, «que vivía en el número 34 de la calle Altamirano, la mítica sede de 'La casa encendida' inmortalizada por él». Fue durante muchos años periodista de la Delegación del Gobierno en Murcia, y antes de publicar 'El espía de las almas (la vida y las opiniones del caballero Javier Marías [1951-2022]), recién publicado en Diego Marín Editor, puede que los lectores recuerden 'Yo, María Callas. La ópera de mi vida', con prólogo de Alfredo Kraus, incursión previa en el género biográfico.
Martínez Pujalte, padre de dos hijas (Mai y Paola Martínez Pestana, las dos filósofas) y tres matrimonios en danza, es un lector voraz. «Me apasiona hasta la física cuántica, es deslumbrante».
No es sú única pasión: también la prensa, la filosofía, la geopolítica, la diplomacia, la novela... «El género que más me gusta es la biografía y las memorias, y también me apasiona», abre el abanico, «el filósofo y escritor Emil Cioran». Está recopilando ya material para un nuevo libro en el que hablará de personajes que ha conocido, algunos de ellos líderes siniestros, como Gadafi –se refugió, como las ratas, en un desagüe antes de ser capturado y ejecutado en Sirte por fuerzas rebeldes tras 42 años en el poder– o Sadam Huseín –dictador iraquí, ejecutado en la horca en 2006 tras pronunciar «¡Alah Akbar!» y «¡Larga vida a Irak!»–.
–Hasta 650 páginas dedica a la biografía de Javier Marías. ¿Se ha pasado o se queda corto?
–Corto, claro. Con la culminación de esta biografía concluye un compromiso de admiración y fidelidad mantenido durante varias décadas a quien está considerado el mejor escritor español de su generación. He procurado equilibrar la tentación hagiográfica poniendo de relieve no sólo las luces sino también las posibles sombras de su itinerario, tanto en su vertiente creadora como novelista y traductor, como en la de forjador de opinión en su calidad de controvertido columnista. Mi pretensión al escribir este libro ha sido reflejar con fidelidad no solo los aspectos geniales de su obra, que sustentaron en vida y siguen sustentando 'post portem' al mito literario, sino también aspectos puramente humanos, con sus grandezas y servidumbres.
–En la biografía novelada de María Callas ya se propuso que la diva operística creada por el público y la crítica no eclipsara a María, la mujer de carne y hueso. ¿Aquí sucede algo parecido?
–En este libro sobre Javier Marías, estrictamente biográfico, he procurado, y espero haberlo conseguido, que el personaje público internacionalmente reconocido como uno de los grandes de la literatura contemporánea, que estuvo a las puertas del premio Nobel, no opacase al hombre que tan fielmente reflejó, por serlo de una manera muy honda, y sin hurtar su vasta carga de jocosidad y tristeza, la condición humana.
–¿Qué no es este libro?
–No es una biografía excesivamente convencional ni sensacionalista, ni una mera exposición erudita de la obra de Javier Marías. Más bien, una aproximación con honestidad y respeto profesional, al devenir del hombre para así obtener el conocimiento más cabal de su rica producción literaria. Para lograrlo he indagado en sus quehaceres como novelista, traductor, antólogo, editor, articulista y profesor ocasional, y también en el ámbito de sus relaciones sentimentales, amistades, detractores y en sus aficiones como peculiar coleccionista y aficiones ancladas al mundo de la infancia en muchos casos.
–Amigos de la familia Marías, especialmente de Julián Marías, el filósofo, fueron Luis Rosales y Jorge Guillén, a quienes usted trató para entrevistas que fueron publicadas en el diario 'Pueblo'.
–Sí, a Jorge Guillén fui a entrevisarlo a su casa de Málaga, y conservo como oro en paño la carta que con su puño y letra me envió a Madrid días después agradeciéndome lo escrito. «Me ha encantado», decía Guillén. Evocó con nostalgia sus tiempos en Murcia, cuando fue catedrático universitario allí, y con una cariñosa referencia a san José Ballester, director de LA VERDAD, que fue muy amigo de él. También tuve ocasión de entrevistar a Jorge Luis Borges, y asistí como enviado especial de 'Pueblo' a la concesión del Cervantes, ex aquo con Gerardo Diego, y allí pude departir con Rosales y con Julián Marías.
–¿Cómo conoció a Javier Marías?
–Hay una larga prehistoria detrás del libro, porque tengo que remontarme a la década de los 60, cuando siendo estudiante en Madrid, conocí a los padres de mi biografiado, Julián Marías y Lolita Franco, en un acto de homenaje a Eduardo Mallea, un escritor argentino que fue candidato al Nobel y director del suplemento literario de 'La Nación' de Buenos Aires, cuyos libros me habían deslumbrado siendo yo un adolescente. En presencia de ellos y a través de Pedro Laín Entralgo, el renombrado polígrafo, tío de Concha Sáenz Laín, antigua delegada del Gobierno en la Región de Murcia, a cuyas órdenes trabajé muchos años en el gabinete de prensa, le expresé a Mallea mi gran admiración por su obra. A Concha le aconsejé que leyera a Javier Marías, con quien yo tuve tres encuentros con él. El primero data de 1989 en el madrileño Círculo de Bellas Artes, donde yo era socio, y donde departía con Gonzalo Torrente Malvido –hijo de Torrente Ballester–, quien frecuentaba también el Café Gijón. Fue por mediación de él como conocí a Marías, yo escribía un libro sobre los espías en Madrid, y el autor de 'Todas las almas', al preguntarme por el asunto, me dijo que había conocido a algunos espías en el mundo académico. Recuerdo que Marías me dijo que Dámaso Santos, que era el director del suplemento literario de 'Pueblo', era muy amigo de su padre, Julián Marías. El segundo encuentro fue en Madrid allá por 1998, con motivo de la Feria del Libro, y me firmó un ejemplar de 'Negra espalda del tiempo' con esta dedicatoria: «Para Manuel Adolfo, agradeciéndole la defensa murciana, y que no pierda en este tiempo». Se refería a un suceso que ocurrió en Murcia, en el que un crítico literario murciano vertió palabras descalificadoras contra Marías padre e hijo, en el aspecto literario. Era cortés y simpático, y yo publiqué varios artículos encomiásticos sobre su vida y obra, e incluso lo cito en otro libro, 'Los espías y el factor humano' (ensayo). En Murcia, en 2008, acudí a un coloquio sobre su obra, en presencia de Arturo Pérez-Reverte, paisano y antiguo colega en 'Pueblo', un gratificante festín literario para todos cuantos acudieron.
–¿Qué no sabía de Marías?
–Que en su tiempo en Oxford conoció a la mujer que inspiró 'La chica de ayer', la canción de Antonio Vega, que se llamaba Maite Echanojauregui, estudiaba moda en Londres, y la invitó, cuando era profesor en Oxford en los 80, a su apartamento.
–¿Qué le entusiasma más?
–Me entusiasma Javier Marías como prosista, novelista, sus novelas, sobre todo a partir de 'Corazón tan blanco'. Como articulista, los artículos de tipo humano y de índole cultural, sí, también me entusiasman, pero esa fijación con las normas antitabaco en los gobiernos de turno, con la Semana Santa, que le molestaban las procesiones... con Tierno Galván se portó mal, no hay derecho a las descalificaciones que le hace, alguien con quien podías hablar hasta de literatura erótica. Yo tuve la idea de escribir este libro en vida, pero me pareció de mal gusto hacerlo. ¡Qué personaje, Marías! He releído íntegra su obra y sus artículos, y descubrí que incluso le enmienda la plana al papa Francisco. ¡Era tremendo!
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